sábado, 20 de junio de 2009

A propósito del último asesinato de ETA

Esta vez sin matices



Un nuevo atentado terrorista. Un nuevo insoportable crimen con una víctima directa e incontables víctimas indirectas a distintos niveles: su mujer y sus hijos, sus demás familiares, sus amigos, sus compañeros ….Pero también todos los que, desde las mas diversas ideologías, alineamientos y simpatías políticas creemos en una sociedad capaz de gestionar en paz las discrepancias por importantes que éstas sean. Por eso hoy, como tantas otras veces a lo largo de las últimas décadas, yo también me siento víctima, con el conjunto de la sociedad vasca, de este asesinato. Un asesinato, como todos los anteriores de ETA, enraizado en el fanatismo, planificado desde la estrategia del terror, y ejecutado desde una despreciable ética utilitarista en la que no importan los medios para conseguir los objetivos. Una ética por lo demás cínica y de doble rasero, puesto que quienes la defienden para sí no la soportan (y, mira por donde, en eso coincidimos) cuando la practican los oponentes. ¿Qué le vamos a hacer? Así funcionan los fanatismos.


Pero he dejado dicho que toda la sociedad vasca es víctima de éste y de todos los atentados de ETA. Bastaría con echar una mirada retrospectiva para verificar la amplísima gama de víctimas directas: guardias civiles, policías nacionales, ertzainas, militares de distinta graduación, cargos políticos y militantes de distintos partidos (preferentemente del PP y PSOE, pero también alguno del PNV), periodistas, jueces, empresarios, e incluso algún cocinero, por referirme a algunos que me vienen a la mente en este momento. Y junto a ellos todos sus familiares, amigos y colegas. Esto si hablamos sólo de atentados contra la vida y la salud física de las personas. Porque además están las extorsiones a empresarios, apresados en la disyuntiva de no pagar y vivir atenazados por el temor por sus vidas y la de sus familiares o, por el contrario, de pagar y vivir sometidos a la mala conciencia de que, con sus pagos, pueden estar contribuyendo, sin desearlo, a la muerte de otras personas.


Esto por no hablar de la degradación moral a la que se vio sometida una gran parte de la sociedad vasca en los años de hierro del terrorismo de ETA, allá por los años 70 y 80; justo cuando la sociedad española realizaba su transición a la democracia en medio de resistencias y dificultades. Esa fue la época dura de soledad de las víctimas, llena de silencios y de vacíos, cuando no de solapadas complicidades, de disculpas y justificaciones (“algo habrá hecho”), a menudo enmascaradoras del miedo.


Me referiré también, en último lugar, a los daños materiales directos en atentados contra fábricas, almacenes, medios de transporte, etc. etc., a los que también ha contribuido la “kale borroka”. Pero también a los efectos económicos indirectos, menos tangibles y más difícilmente cuantificables, pero sin duda importantes, derivados de la presencia y actuación de ETA, especialmente en las últimas décadas: disminución de la inversión externa, huída de empresarios y capitales, reticencias de posibles visitantes a hacer turismo en el País Vasco, etc. Seguro que todo esto tiene su importancia, pero no es en absoluto comparable con el valor de los cientos de vidas humanas arrancadas, con los miles y miles de vidas afectadas directa o indirectamente por el terrorismo, y con una cierta enfermedad moral que ha afectado a gran parte de la sociedad vasca durante algún tiempo. Una enfermedad de la que, afortunadamente, muestra hoy claros síntomas de recuperación.


Lamentablemente permanece aún ese sector irreductible representado por ETA y quienes, por fanatismo o por miedo, siguen alentando su permanencia y actuación, amparándose en el argumento de que condenar las acciones de ETA no soluciona el conflicto. Es posible que no lo solucione, pero ayudaría a hacerlo. Por eso hoy, a pesar del tenor que quiero mantener en este blog, no me queda otra opción que expresar mi desprecio sin matices para ETA por sus atentados y para quienes, explícita o tácitamente, los justifican o disculpan.


Es todo por hoy. Buenos días y hasta la próxima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado tu escrito.
Tienes razón cuando dices que también la sociedad vasca es víctima de los atentados de ETA. Pero yo creo que esta sociedad ha permanecido demasiado tiempo callada ante la barbarie, unas veces por miedo, otras por complicidad, otras por pasotismo. Y tantos años de silencio complice le ha hecho enfermar gravemente. Como bien dices, parece que las cosas están empezando a cambiar, la gente con ellas.
Estoy convencida de que la voz clara y contundente de toda una sociedad, contribuirá al éxito de la lucha contra ETA.
Mª Elena