miércoles, 28 de octubre de 2009

Contra viento y marea

Así, contra viento y marea, intento mantener en mis reflexiones el espíritu con que nació este blogg. Un espíritu que dejé reflejado de manera solemne en la declaración de intenciones que lo encabeza y que me permito reproducir aquí:

Este blogg responde a la idea de que sobre la mayor parte de las cuestiones que nos planteamos la mejor respuesta con frecuencia es una duda, un tal vez, un si pero..., o un en mi opinión es así. Responde a una protesta frente a las certezas absolutas y los dogmatismos de cualquier género. Eso sí, sin que ello suponga ninguna forma de relativismo. Es decir, convicciones sí, dogmatismos no.

Tengo que decir que sigo creyendo en esas ideas con la misma convicción que cuando escribía estas líneas. Y, sin embargo, me produce cierta inquietud, cierto desasosiego, el comprobar cómo mis últimas entradas destilan casi todas una importante dosis de irritación. Y es que la rabia que me produce la reiteración de comportamientos inaceptables en la gestión pública, teniendo como protagonistas a una variada gama de personajes sin escrúpulos que pululan por los pasillos del poder económico y político, me revuelve las tripas de tal forma que mis reflexiones terminan tal vez teñidas más por el sentimiento que por la razón, más por primeras sensaciones que por el pensamiento reflexivo, más por la ira que por el templanza.


A veces se me aparece tan fuerte esta inquietud que tengo la tentación de cerrar temporalmente este blogg para, dejados de lado los matices, y liberado del compromiso de distanciamiento relativo que voluntariamente me he impuesto, abrir otro blogg nuevo menos matizado, más agresivo y visceral, y con un título menos compresivo. Pero lo cierto es que no acaba se salirme de dentro. Tengo la sensación de que traicionaría en lo más íntimo algunas de mis convicciones más arraigadas. De manera que, aun a riesgo de que algunas de mis entradas en el blogg puedan bordear los límites, prefiero seguir aquí, contra viento y marea, intentando mantener el tipo en este difícil equilibrio.

Porque resulta difícil ser mesurado, contra viento y marea, al enjuiciar los comportamientos indecentes de los gestores del sistema financiero, cuando se reparten sin pudor cantidades insultantes de dinero en medio de una crisis económica provocada en gran medida por sus malas prácticas. Porque también resulta difícil ser, contra viento y marea, prudente y mesurado al analizar los comportamientos corruptos que, afectando prácticamente a todos los partidos con poder –y hoy ha salido a la luz el último escándalo de corrupción que afecta de forma entrecruzada a personajes relevantes de Partido Socialista Catalán y de Convergencia- embarran la vida política a unos niveles insoportables para los ciudadanos honrados a cuyo servicio deberían estar. Porque es difícil mantener, contra viento y marea, la prudencia ante la intolerancia, la falta de respeto y el fanatismo de algunos personajes y personajillos de medio pelo, a quienes hace especialmente despreciables el desprecio que manifiestan por los otros y por sus ideas. Y porque es difícil, en fin, mantener contra viento y marea la prudencia y la mesura ante los efectos perversos que provocan los comportamientos de todos ellos en la ciudadanía a la que dicen, con mentira, servir.

Pues bien. Contra viento y marea seguiré intentando en este blogg vencer la tentación del exabrupto y seguir cultivando la moderación en el análisis y en el juicio, sin renunciar por ello a la crítica desde mis convicciones más profundas. Contra viento y marea.

Así pues, pese a las nuevas malas noticias sobre corrupción política, una vez más contra viento y marea, deseo a todos un feliz día.

Hasta la próxima

lunes, 26 de octubre de 2009

La agresividad verbal como problema político

Algunas veces, a poco que a uno le guste leer lo que otros escriben, se encuentra con formulaciones que, hechas por ellos, expresan de modo cabal la propia forma de pensar sobre algunas cuestiones, probablemente incluso mejor de lo que uno mismo hubiera podido hacerlo. Es ésta la sensación que acabo de tener al leer la siguiente reflexión hecha por Eduardo Punset en la última entrada de su blog. Dice así:

...Resulta inevitable preguntarse por los efectos sociales de que la mitad de la población esté siempre imputando al resto razones infundadas, taimadas, perversas, interesadas para explicar su comportamiento. Será muy difícil no sacar la conclusión de que esas palabras calan hondo en la mente colectiva y acaban dividiendo en dos partes irreconciliables a la sociedad ….”

Hace Punset esta reflexión en un articulo en el que quiere dejar subrayada la idea de que la agresividad en el lenguaje resulta extraordinariamente dañina, tanto para las relaciones personales como para las convivencia entre grupos. Textualmente dice Punset que “hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto”. En lo que se refiere a las relaciones personales cada uno tiene sus propias experiencias y sabrá seguramente valorar hasta que punto los excesos verbales han podido deterior en ocasiones su convivencia con los otros, especialmente los cercanos. A mí en este momento me interesa destacar sobre todo las enormes dosis de agresividad verbal al uso entre nuestros partidos políticos, una desmedida agresividad verbal que, en sí misma, pone más zancadillas a potenciales acuerdos que las propias discrepancias en el diagnóstico y en las propuestas de actuación para hacer frente a los problemas.

En efecto, resulta muy difícil confiar hoy en alguien que ayer te puso a caldo. Y, puestos a poner a caldo a los adversarios, nuestros políticos se las pintan solos; y no sólo en campaña electoral, que ya es suficientemente lamentable, sino en la controversia política del día a día. Y lo peor es que este mal ejemplo termina por contagiarse a militantes de base y a simpatizantes, que tienden a reproducir miméticamente las descalificaciones que de los rivales políticos hacen los líderes de sus partidos. He podido comprobarlo de manera práctica visitando los blogs personales de algunos políticos en los que el escaso respeto y el tratamiento demagógico, desconsiderado y ofensivo que los titulares dan a sus adversarios, es apostillado a menudo por los comentarios de sus seguidores con los insultos menos ingeniosos a la vez que más ofensivos, e incluso más soeces.

Sobre estas bases tan poco civilizadas y yo diría que tan poco inteligentes, es muy difícil imaginar cualquier capacidad de nuestros políticos para el acuerdo y el pacto, tan deseable a veces, y tan necesario en situaciones críticas y complejas como la actual. Echa uno de menos aquellos tiempos de los pactos de la Moncloa, de los años de la transición democrática, en que los diferentes partidos -afortunadamente más ingenuos y menos maliciados que en la actualidad- fueron capaces de reconocer en los rivales, independientemente de las discrepancias, las mismas buenas intenciones que ellos tenían y, en consonancia y como previo necesario, optaron por bajar el pistón de la agresividad verbal.

No conviene olvidarlo: Como dice Punset, “hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto”

Buenas tardes y feliz semana

viernes, 23 de octubre de 2009

Descorazonador

Si, si … descorazonador, decepcionante, desolador, deprimente y frustrante. Son los adjetivos que pueden calificar los tonos que definen mi estado de ánimo cuando ojeo la prensa cada día, mientras tomo mi café con leche y mi croissant en la cafetería habitual. Para alguien, cuyos padres grabaron a fuego en sus años de infancia el valor de la honradez y el sentido de la responsabilidad, para alguien que aprendió de niño que uno ha de responder de sus actos ante los demás y ante su propia conciencia y que ha de ganarse honestamente la vida con sus propio medios, sin aprovecharse o utilizar indebidamente recursos ajenos, resulta insoportable la sensación de falta de honradez y, al parecer, de conciencia moral, de los numerosísimos golfos de la política que, aprovechándose sin pudor alguno de la confianza depositada en ellos por la ciudadanía, se dedican a enriquecerse ellos mismos y a enriquecer a sus amigos utilizando de manera indebida y fraudulenta, a menudo directamente delictiva, los recursos públicos. Esos recursos que las administraciones obtienen de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos y que, por lo mismo, deberían ser gestionados con especial cuidado y con la máxima honestidad.

Escribo estas líneas, alejándome un poco en el tono de los principios que yo mismo he querido poner en el frontispicio de este blog: la mesura, la prudencia en el juicio, la duda frente a las certezas absolutas, la falta de alineamientos “a priori”, la consideración siempre del carácter poliédrico y complejo de la realidad, la huída de afirmaciones simplistas o tópicas, el repudio de las descalificaciones gratuítas.

Y lo hago porque no puedo hoy evitar el dejarme llevar por la indignación y la ira. Lo que me sale de dentro es un discurso irritado, visceral, envenenado de frustración, por las noticias de escándalos y corrupción política que, con múltiples variantes y afectando a miembros de diferentes grupos y cargos políticos, salpican cada día las páginas de la prensa diaria y, particularmente la de hoy. En ella se recogen graves indicios de tráfico de influencias, malversación de fondos públicos y trato de favor a personas cercanas, testaferros o sociedades pantalla, a la presidenta del Parlamento Balear y expresidenta del Consell de Mallorca, perteneciente a Unión Mallorquina. En ella se informa también de las prácticas intolerables del alcalde del Éjido, del Partido de Almería, que perteneciera en su día al PP y que, rebotado, ha venido gobernando con el apoyo del PSOE; prácticas tales como pagar a empresas cercanas diferentes partidas con un presupuesto inflado, al parecer en beneficio del propio alcalde y sus socios . A título de ejemplo, y según datos aportados por Miguel Carrrera en el diario El Mundo, 474 euros por poner una bombilla en una taquilla de venta de entradas, 2.100 euros por la reparación de una baldosa en la plaza mayor, más de 24.000 euros por la construcción de dos pasos de peatones. Eso por no hablar de otras prácticas especulativas en beneficio propio en el ámbito inmobiliario, que se recogen también en el mismo artículo y que no voy a reproducir aquí.

Si a esto añadimos los comportamientos deplorables de los políticos del PP implicados en el caso Gurtel, los indicios de tráfico de influencias y de aparente nepotismo en la Junta de Andalucía, y el goteo de corruptelas que van apareciendo cada día en los medios afectando a miembros de diferentes partidos, no es de extrañar el progresivo y peligroso desprestigio de la clase política entre los ciudadanos. No es de extrañar tampoco que se la acuse de estar afectada no sólo por una corrupción moral absolutamente deprimente (carente de frenos legales y éticos) sino también, como hace Justino Sinova en su artículo de hoy en el citado diario, de “una corrupción intelectual que lleva a los políticos corruptos a despreciar las leyes, las instituciones y las personas”.

A la vista de estos desmanes, ¿cómo pedir a los ciudadanos que sean mesurados en sus juicios?; ¿cómo demandarles que sean rigurosos y sepan distinguir el grano de la paja, los políticos honrados (que los hay y muchos) de los políticos corruptos?; ¿cómo pedirles que no reaccionen con indignación y con ira?. Ni siquiera el autor de este blog, que deliberadamente pretende hacer estandarte de la templanza y la mesura, de la prudencia y el rigor, del contrabalance del sentimiento con la razón, es capaz de resistir la tentación del cabreo. De un irreprimible e insoportable cabreo.

En contrapartida, y en compensación, dedico mi saludo más cordial y mi mejor sonrisa a la incontable buena gente que anda por el mundo.

Buenos días y hasta la próxima.


jueves, 22 de octubre de 2009

Albricias: los Albertos nos perdonan la vida

En la última entrada de este blog me refería a la demanda presentada contra el Estado por los Albertos reclamando una indemnización de 4,6 millones de euros por daños morales y económicos causados por una condena por estafa en el caso Urbanor. Una condena que fue revocada por el tribunal constitucional, no porque la estafa no estuviera probada, sino porque el delito había prescrito como producto de una lentitud intolerable de la actuación de la justicia . Hace falta ser desvergonzadamente cínicos, para sobre la base de una sentencia de prescripción como ésta, por otra parte parece que basada en la interpretación de la ley más favorable a sus intereses, tener la cara de hacerse encima los ofendidos.

Pues bien, parece que ahora han decidido perdonarnos la vida y, en una nota emitida anoche, nos comunican que renuncian a la demanda y proponen como explicación la milonga de que lo hacen porque quieren tener en cuenta la situación económica general y la de las finanzas del Estado en particular. O sea que tú y yo hemos de estarles encima agradecidos. Así que, queridos Albertos, no voy a ser yo quien corra el riesgo de que me considereis un mal nacido.

Gracias por ser unos magníficos y reconocidos estafadores. Gracias por saber aprovechar todos los recovecos y las dilaciones de una justicia desesperadamente lenta para salir indemnes, sin ir a la cárcel y quedándoos la pasta. Gracias por pretender haceros encima los ofendidos y que os paguemos por ello. Y gracias, generosos, por ser buenos y terminar perdonando la vida al estado y, con él a todos nosotros. Ah, y perdón por lo que os hemos hecho sufrir.

Buenas tardes y buen humor.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Si no fuera de pena ….

….. Sería de traca. Sujeto: Este país. Basta echar cada día una mirada ligera a la prensa para comprobarlo. Me limitaré a constatarlo con unos breves a título de muestra. Todos ellos son noticia hoy mismo.


El juzgado de instrucción nº 30 de Barcelona deja libre a Felix Millet

Para quien no lo recuerde o no lo sepa, Felix Millet es un personaje de la buena sociedad catalana, expresidente del Palau de la Música, que fue galardonado por Jordi Pujol en 1999 con la Cruz de Sant Jordi, una alta distinción de la Generalitat, “por su papel decisivo en la dinamización de las actividades del Palau”. Claro que, de paso, aprovechó para desviar, para uso propio, algunos millones de euros de las cuentas del Palau (naderías).

Pues bien, a este “altruista” benefactor de la cultura catalana el juzgado de referencia lo deja en libertad sin fianza alegando que no existe ningún “dato objetivo concreto” que indique la posibilidad de fuga. Alega que, pudiendo haberlo hecho después del registro del Palau, no lo hizo. Estupendo. Puesto que hasta ahora no lo ha hecho, démosle una nueva oportunidad.

Pregunta: ¿cuántos de los presos que están en la cárcel a la espera de juicio y que no pertenecen a la buena sociedad, catalana, madrileña o la que sea, podrían gozar y no gozan de la misma presunción? Y si no se aplica el mismo criterio, ¿cómo podemos presumir de vivir en un estado de derecho?. A no ser que aceptemos que en un estado de derecho valga decir que “todos somos iguales ante la ley, pero algunos son más iguales que otros”. Lamentable.

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Cortina y Alcocer reclaman al Estado 4,6 millones por “daños morales”

Si no estuvieramos acostumbrados a que cualquier sorpresa recibida hoy, por enorme que sea, puede ser superada mañana por otra mayor, diríamos que es prácticamente imposible imaginar más desvergüenza. Estamos hablando de los archifamosos Albertos, esos señores, en este caso de la “jet económica”, que fueron condenados en 2003 por el Tribunal Supremo como responsables de una estafa de 25 millones de euros a los socios minoritarios de Urbanor, propietaria del solar donde se contruyeron después las torres Kio. Su defensa apeló al Tribunal Constitucional y, entre su pericia generosamente pagada (faltaría más) y algún resquicio legal que resulta insoportable imaginar, consiguió que el citado tribunal, modificando su propia jurisprudencia sobre la prescripción de este tipo de delitos, anulara la sentencia en 2008.

Increíble y lamentable que así fuera y habría que pedir por ello cuentas, quizás a parte iguales, a los que hacen las leyes y a los que las aplican. Las mismas leyes se pueden interpretar de forma más o menos amplia, más o menos restrictiva y, por lo que se ve, existe en este país una irreprimible tendencia a ser particularmente bondadosos en la aplicación a los poderosos.

Claro que, si lo anterior es lamentable, la reclamación de los ínclitos Albertos es simple y llanamente una tremenda e insoportable desfachatez. No les basta con haberse llevado la pasta. No tienen suficiente con haber salido inmunes del castigo que debía habérseles aplicado. Quieren además tomarnos el pelo reclamando al Estado -es decir, a nosotros, a todos los ciudadanos- 4,6 millones de euros como compensación, pobrecillos ellos, por el perjuicio “moral” y “económico”(?) que su procesamiento les ha ocasionado. ¿Será posible semejante cara dura? ¿Cabe imaginar mayor desvergüenza? Me temo que estas preguntas no son más que preguntas puramente retóricas ya que, aunque mi primera tentación es contestar negativamente, viviendo en este país de traca, no me sorprendería que mañana nos despertáramos con otra de lo mismo y, como decíamos en mi pueblo, incluso con “copete”.

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El PNV no acudirá a la fiesta de los 30 años de Estatuto, o de desagradecidos está el mundo lleno

Muchos de los que vivimos una buena parte de nuestra vida bajo el régimen franquista, de carácter absolutamente centralista y agresivo con cualquier manifestación nacionalista, hasta considerar delito la colocación de la ikurriña y perseguir cualquier manifestación reivindicativa de los nacionalismos periféricos, desde la utilización de la lengua propia al simple uso de instrumentos musicales autóctonos, supimos muy bien en su día, y seguimos siendo conscientes hoy, del avance que supuso y supone el Estatuto de Gernika como instrumento útil para avanzar, mucho más allá de lo imaginable entonces, en el autogobierno y en el cultivo y desarrollo de la lengua y cultura propias. Por no hablar de los poderosos resortes para una gestión autónoma de la economía cuyos resultados han sido razonablemente positivos incluso en las situaciones más difíciles y complicadas.

Claro que, a pesar de todo, se puede aspirar a más, y está claro que el horizonte final de los partidos nacionalistas, incluído al menos un sector del PNV, tiene como aspiración última la creación de un estado propio. Aún así, me resulta de todo punto icomprensible que el PNV, que conoce mejor que nadie lo que de verdad ha supuesto de avance para el País Vasco este Estatuto y que, en virtud del mismo, ha estado gobernando tanto tiempo este País, tanto en el Gobierno Vasco como en Diputaciones y Ayuntamientos, por no se que razones sobre las que no quiero especular, sea incapaz de reconocer el valor que para la sociedad vasca en su conjunto ha tenido y sigue teniendo el Estatuto de Gernika, incluso si estima que puede ser mejorado. Es más, incluso si aspira a que en el futuro el Estatuto de Autonomía sea sustituído por la independencia. A cada uno ha de dársele lo que se le debe y, en mi opinión, no creo que sea precisamente el PNV de los que menos debe al Estatuto. Claro que de desagradecidos está el mundo lleno.


Pues eso. Que si no fuera de pena .... sería de traca

Buenos días y hasta la próxima

lunes, 19 de octubre de 2009

Sí, pero son nuestros gamberros

Cuando era niño, desafortunadamente ya hace muchos años, vivía yo en mi pequeño pueblo natal, justo al lado de otro pueblo, también pequeño, pero algo más grande y con más servicios que el mío. No obstante, mis amigos y yo, aun en contra de toda evidencia, estábamos completamente convencidos de que nuestro pueblo era mejor y sobre todo de que todas sus gentes, incluidos por supuesto nosotros, eramos mejores, más fuertes uno a uno, más elegantes, más educados y, sobre todo, más listos. Entendíamos que nuestras costumbres eran más refinadas, nuestros modales más cuidados y nuestro lenguaje más elegante y menos contaminado de dejes pueblerinos. Claro que lo mismo pensaban ellos, pero a la inversa, cuando se comparaban con nosotros. Con el agravante de que el médico, el veterinario y el cura, todos ellos compartidos, vivían en su pueblo.

Que lo pensáramos y reivindicáramos así los peques, desde nuestra mentalidad primariamente infantil, tenía un pase. Pero es que esa era la manera de pensar y de expresarse también de muchos adultos. Y eso ya es un síntoma bastante claro de cómo a menudo en estas cuestiones se impone el sentimiento al raciocinio. Lo cual, al fin y al cabo, no sería demasiado peligroso si no degenerara en conflictos y peleas más o menos serias entre niños y entre adultos. Pero yo recuerdo peleas a “cantazos” o a cuerpo limpio de mi cuadrilla con otra del pueblo de al lado, y recuerdo también peleas de mayores de un pueblo contra los del otro por los motivos más irrelevantes, especialmente en las fiestas, cuando al sentimiento de pertenencia a la tribu se unían los efectos del alcohol. Y recuerdo también que en cada pueblo había también algunos personajes especialmente dotados para la gamberrada y la pendencia (más en el pueblo de al lado, pero sólo por una cuestión puramente estadística). Ellos eran lo que normalmente hacían las gamberradas más dañinas para los de enfrente y los que provocaban todas las peleas. Y siempre había quienes, en cada pueblo, se regocijaban con el éxito de los propios en las peleas y reían sus gamberradas. Al fin y al cabo, aun reconociendo su carácter gamberro y pendenciero, se trataba de sus gamberros. Por lo que a mi toca muy pronto aprendí que las gentes de mi pueblo no eran ni más ni menos guapas e inteligentes que las de otros pueblos, que los pendencieros de mi pueblo eran tan estúpidamente pendencieros como los del pueblo de al lado y que los gamberros de mi pueblo merecían en su caso exactamente el mismo desprecio que los del pueblo vecino.

Salvando las distancias, esta especie de sentimiento patriótico de pueblo, esta especie de nacionalismo local vinculado al afecto y la reivindicación de la propia tribu, resulta comparable con el sentimiento nacionalista de identificación y de reivindicación de la tribu en ámbitos más amplios, con niveles y grados diferentes de inclusión o exclusión-animadversión, respecto a otras “tribus”. Y aquí entramos de lleno en la reflexión sobre el sentimiento nacional y los nacionalismos de distinto género, más o menos integradores, más o menos compatibles o excluyentes en relación con otros nacionalismos, incluso si éstos no se reconocen a sí mismos como tales.

Mi punto de vista sobre esta cuestión es que todo nacionalismo, que tiene en su origen un sentimiento muy razonable de aprecio y valoración de lo propio, corre el riesgo de degenerar en un insufrible y agresivo narcisismo cuando no se contrapesa debidamente por la razón, cuando el amor a lo propio se acompaña del desprecio de lo ajeno y se abona con el odio. Es la existencia de ese componente de odio, que tan a menudo utilizan como catalizador los representantes más siniestros de los distintos tipos de nacionalismo, lo que termina por hacerlos a ellos despreciables. Hitler reivindicaba para sí el renacimiento del orgullo de la nación alemana frente a las otras potencias europeas y a las “sanguijuelas judías”. Franco reivindica para sí la defensa de la nación española y se constituye en líder del “bando nacional” frente a a los “nacionalismos separatistas” y en contra de la “contaminación internacionalista”. Uno y otro no parecen tener ningún escrúpulo en provocar la destrucción y la muerte en nombre de la supuesta defensa de la nación alemana y española contra enemigos supuestos o reales y, en todo caso, convenientemente manipulados para que puedan ser objetivo justificable de cualquier agresión. Por su parte, los nacionalismos denominados periféricos, que han surgido históricamente al amparo de la reivindicación plausible de una lengua y una cultura propias en el marco de estados plurinacionales, -no siempre respetuosos con sus particularidades y en ocasiones claramente beligerantes contra ellas-, han crecido y se han desarrollado con frecuencia al amparo de un victimismo, no siempre justificado, y alimentados por el odio a los estados correspondientes sembrado con notable eficacia por los elementos menos templados y más tocados por el odio a quienes definen como opresores y contra quienes cualquier método de lucha es lícito.

Si en algo se parecen los dos tipos de nacionalismo descritos, aparte de la tendencia común a exaltar las excelencias de la propia tribu frente y por encima de los valores y derechos de las demás, es en la tendencia a dar por bueno cualquier método que permita avanzar hacia el logro de las propias aspiraciones, sea ésta la defensa de “unidad de la nación española”, o sea la consecución de “un estado vasco independiente”. Claro que no todos tienen el mismo nivel de tolerancia a cualquier método. Y entre los distintos posibles unos optan por el uso exclusivo de los pacíficos y democráticos, otros por la lucha callejera, otros por la extorsión, el asesinato y el terror y otros por una combinación simultánea o sucesiva de todos ellos, en ocasiones deliberadamente imprecisa, según convenga al momento.

Sin menospreciar el valor que sin duda tienen en el devenir de nuestra vida personal y comunitaria los sentimientos individuales de identidad y las aspiraciones colectivas, la clave de la superación de las derivaciones indeseables de los nacionalismos de cualquier género está en la compensación de los excesos del sentimiento con la mesura de la razón. Sólo ella nos permitirá descubrir que, junto a algunas virtudes, nuestra tribu también tiene defectos. Sólo ella nos permitirá descubrir que la tribu de enfrente, junto a algunos defectos , es también portadora de innegables virtudes. Sólo ella nos permitirá identificar y censurar como gamberros también a nuestros gamberros. Sólo ella nos permitirá reconocer en la tribu de enfrente la presencia de elementos valiosos, compatibles o complementarios con los nuestros, con indudable virtualidad para hacer factible y estimular una convivencia pacífica y creadora, sin que una tribu termine por anular o destruir a la otra.

Por hablar todavía más claro. Sólo si la razón tempera el sentimiento será posible en nuestro país (me refiero al País Vasco y me refiero a España en su conjunto) una relación constructiva entre quienes tenemos/tienen diferentes sentimientos de pertenencia: los que se sienten solo vascos, catalanes, gallegos o castellanos (que también los habrá, digo yo), los que se sienten sólo españoles, sean del lugar que sean, y los que no encuentran ningún problema en sentirse tanto lo uno como lo otro. Sólo si la razón tempera el sentimiento será posible para los nacionalistas españoles (reconocidos o no como tales) asumir con naturalidad y ánimo de concordia la existencia de los nacionalismos periféricos, siempre, claro está, que la razón tempere también el sentimiento de los nacionalistas periféricos a la hora de elegir los métodos para tratar de lograr sus aspiraciones.

Diré más. Sólo si la razón atempera el sentimiento, el nacionalismo español no meterá en el mismo saco a todos los grupos nacionalistas de los nacionalismos periféricos, a pesar de que algunos elementos aislados, incluso de los más moderados, puedan con algunas de sus actitudes o manifestaciones favorecer tal simplificación. Sólo si la razón atempera el sentimiento, los nacionalismos periféricos podrán dejar de ver al Estado central como el enemigo a combatir o del que, eventualmente, sacar partido (todo vale en beneficio de la patria). Sólo si la razón atempera el sentimiento no se dudará en llamar gamberros a los gamberros, chantajistas a quienes dicen cobrar el “impuesto revolucionario”, y asesinos a los asesinos, por más que estos pertenezcan a la propia tribu. Sólo si la razón atempera el sentimiento podrán reconocer en sí mismos algún tipo de veta nacionalista incluso los que se manifiestan furibundamente antinacionalistas. Sólo si, sin menospreciar el sentimiento, somos todos capaces de ponerle límites, dejando un espacio amplio a la razón, seremos capaces de abrir el campo a una convivencia pacífica, respetuosa y creativa.

Amén.

Buenas tardes y hasta la próxima

Contra el servilismo acrítico en los partidos políticos

Acabo de leer la carta abierta que Montserrat Nebrera ha dirigido a Mariano Rajoy en la que se despide de su militancia en el PP y tiene a la vez la decencia y el buen gusto de comunicar que pone a su disposición el escaño que obtuvo formando parte de sus listas. Un ejemplo éste de honestidad para todos aquellos que, incluso imputados por delitos graves en la gestión política y expulsados de sus partidos, se aferran al escaño de forma indecente, aunque escandalosamente legal en un sistema electoral con listas cerradas y bloqueadas.

Ya el hecho en sí llama la atención por lo decente y por lo inusual, pero lo que quiero resaltar sobre todo son las razones que la interesada esgrime para justificar su renuncia a la militancia en el partido. Unas razones que coinciden básicamente con las que yo me he venido dando a mi mismo desde los comienzos de la transición democrática para resistir cualquier tentación de militancia en un partido político independientemente de sus siglas. A veces son tan parecidos en sus comportamientos que no sorprende el acierto con el que critican los vicios del contrario. Los conocen muy bien porque son también sus propios vicios.

Para dar cuenta de la argumentación de Montserrat Nebrera sin traicionarla con interpretaciones personales, recojo textualmente una parte que me parece sustancial de su discurso:

“Me voy con la tristeza de saber que me equivoqué al pensar que era posible la reforma del sistema desde un partido político, por más que comparta gran parte de sus ideas primigenias; ahora comprendo que son demasiados los intereses que gravitan sobre las estructuras para impedirlo. Ignoro si ésos son también tus intereses; en todo caso, no son los míos. He aprendido lo que hay que hacer para "ser alguien" dentro de un partido, pero nadie que me importe entendería que me quedase donde tan pequeño objetivo determinase mi acción política”.

Difícilmente podría explicar yo mejor mis propias sensaciones cuando observo con decepción algunos comportamientos ramplones y estrechos de miras de nuestros partidos, incapaces de poner el interés colectivo por encima de sus intereses partidarios, incapaces también de buscar puntos de encuentro con el otro incluso en situaciones tan dramáticas como la actual. Claro. No vaya a ser que, por más que sea conveniente para el país, tenga repercusiones negativas en sus expectativas electorales. Al fin y al cabo eso parece ser lo que cuenta. Y no es extraño; sobre todo si tenemos en cuenta que, en el funcionamiento actual, nuestros partidos se han convertido para muchos en un campo abonado para el medro personal, para el tráfico de influencias y para un enriquecimiento impensable para muchos de ellos en otros ámbitos más exigentes.

Ya sé que también en los partidos hay muchos militantes y cargos públicos honestos con un comportamiento sacrificado, que desde sus propias ideas, entienden su trabajo como una profesión de servicio a los intereses colectivos. Pero junto a ellos proliferan, como la mala hierba, esos profesionales interesados de la política, que no han hecho otra cosa en su vida que prosperar en los partidos actuando de manera servil y acrítica con los mandos, provocando de paso el ensimismamiento, el narcisismo y el endiosamiento de los mismos. Y, de paso, su incapacidad para aceptar, pero ni siquiera para tolerar, la más mínima desafección interna. Precisamente por eso las Nebreras de turno se sienten profundamente incómodas cuando perciben desde dentro lo que pasa. Y, seguramente también por eso, muchas personas decentes, con capacidad y talento para realizar buenas aportaciones a los intereses colectivos, ni se plantean incorporarse a la acción política. Así de crudo y así de triste.

Desde la tristeza porque así sea, buenos días y hasta la próxima

sábado, 17 de octubre de 2009

La relación nos hace crecer

Probablemente la frase podría ser también de un hombre, pero seguramente no es casualidad que sea de una mujer: “La gran verdad es que el ser humano necesita del otro ser humano. Siempre. Para entender. Para avanzar” (Cayetana Guillén Cuervo). Estoy de acuerdo. En sentido contrario, cuando nos aislamos, cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando los asuntos de los otros dejan de interesarnos, perdemos la capacidad para descubrirlos, para entenderlos, para empatizar con ellos. Y de paso perdemos también la capacidad para avanzar, para crecer, para reconstruirnos cada día en la relación con los otros.


Probablemente si cada uno hace un análisis de su propia trayectoria vital, encontrará evidencias significativas en positivo y en negativo. Pero, por si la introspección no fuera suficiente, me permito referirme a la experiencia que hoy describe en una entrevista otra mujer, la reciente ganadora del premio Planeta, Ángeles Caso. Reconoce abiertamente que la historia que relata en su novela Contra el viento, es una historia prestada por Sao, una caboverdiana, cuya dura peripecia vital es la base del argumento. Confiesa la autora que ha aprendido mucho de Sao y de otras caboverdianas que la han ayudado a criar a su hija, que el descubrimiento de la dureza de sus vidas y también, pese a todo, de su valentía y alegría de vivir, le han hecho percibir de otra forma y relativizar los problemas propios (a veces quejas de señoritos), sentirse una privilegiada y “dejar de preocuparse de sus arrugas”. Por cierto, la escritora, tal como la prometió, piensa compartir el premio con la protagonista. Eso también es avanzar y crecer con el otro.


Dudaba si hacer alguna reflexión final, pero voy a resistir la tentación. Que cada uno haga las suyas propias.


Buenos días y buen fin de semana

miércoles, 14 de octubre de 2009

La gota equivocada


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Me refiero a la gota que colma el vaso. Hablamos de política, hablamos de partidos, hablamos de corrupción política en el seno de los mismos. Y hablamos también de las motivaciones que a menudo inducen la forma de responder de los partidos ante la corrupción cuando ésta hace acto de presencia en sus filas, cosa que, por desgracia, viene ocurriendo con demasiada frecuencia en nuestro país. Bastaría con hacer una exploración somera de las hemerotecas para comprobar hasta que punto ha estado presente entre los diferentes partidos desde la instauración de la democracia. Porque de la dictadura ni hablamos.

Aunque me resulta enormemente descorazonador que importantes personajes públicos con una supuesta vocación de servicio a la comunidad (así entiendo yo la acción política), se dediquen a enriquecerse utilizando en su provecho personal -de forma impropia, cuando no delictiva- los resortes del poder, no me rasgaré las vestiduras por ello. Ni todos los políticos han entrado en política con esa vocación de servicio, ni siquiera es descartable que quienes sí lo hicieron en origen sean incapaces de resistir la tentación de tomar como botín una parte del dinero sobre el que han de tomar decisiones. Es una parte lamentable, pero real, de la condición humana contra la que, al parecer, hay muchas personas sin vacunar.

Claro que, una cosa es que existan en la vida política personajes sin escrúpulos decididos a servirse del poder para su medro y enriquecimiento personal, y otra bien distinta que los partidos políticos no establezcan mecanismos rigurosos de control para detectarlos con premura y, lo que es más importante, para mandarlos a su casa y, si procede, denunciarlos ante la justicia. Eso en lugar de que sean otros los que hayan de descubrir sus vergüenzas.

En lugar de eso nos encontramos con una tendencia de los partidos afectados, primero a intentar minimizar u ocultar, luego a defenderse alegando ser objeto de persecución por parte de otros partidos, de los medios de comunicación, e incluso de las instancias judiciales, y, en todo caso a aplazar cualquier toma de decisión mientras la justicia no se pronuncie. ¡Como si no existieran comportamientos políticos impropios, políticamente inaceptables y merecedores de repulsa colectiva, incluso sin ser delictivos! Y entretanto los ciudadanos de a pie nos vemos obligados a contemplar con desasosiego cómo pululan por la vida política personajes impresentables capaces de aceptar con todo el desparpajo que les regalen trajes, relojes y, si fuera el caso, coches deportivos; y a sus señoras alguna que otra joya o complemento de marca reconocida. ¿A santo de qué? ¿A cambio de qué? Porque sería de tontos aceptar que a uno le hacen estos regalos por su cara bonita. Y, desde luego, si así lo creyeran, tampoco sería razonable dejar que personajes tan estúpidos se ocupen de nuestros intereses colectivos.

Y voy ahora a la parte de mi reflexión que da título a esta entrada. Con motivo de los lamentables acontecimientos de corrupción en el ámbito de la Comunidad Valenciana la dirección del PP, como en su día hiciera también el PSOE con motivo de sus propios episodios de corrupción, ha adoptado esa misma fórmula manida: primero de inacción o de acción dilatoria, luego de actitudes un tanto paranoides, para finalmente, tarde y mal, agobiado por los indicios de comportamientos cuando menos irregulares, si no delictivos, y preocupado por la posible influencia negativa en elecciones futuras, intentar parchear la situación con medias tintas, sin adoptar medidas radicales. Sólo cuando Ricardo Costa, el personaje directamente afectado en esta ocasión, se insolenta y no las acepta de buen grado, sale al escenario la secretaria general del PP para asegurar que esta es la gota que colma el vaso y para anunciar el cese de Costa en sus cargos en el partido y en las cortes valencianas. Me permito modestamente corregir a la señora Cospedal para decir que el vaso de la paciencia de muchos ciudadanos con la tolerancia de los partidos a la corrupción lleva ya mucho tiempo rebosando. Y que esa gota no es precisamente la indisciplina de partido

Es todo por hoy. Buenos días y hasta otra.

miércoles, 7 de octubre de 2009

No al recorte del presupuesto para I+D


En esta entrada me limito a dar cuenta y pedir el apoyo al Manifiesto hecho por la Federación de Jóvenes Investigadores, como protesta por la reducción del presupuesto de I+D+I para el año 2010. No se puede aceptar resignadamente que, después de llenarse la boca con la reivindicación de un nuevo modelo de desarrollo económico sostenible sobre la base de la innovación y el avance tecnológico, que podría resultar fundamental para la salida de la crisis, se actúe justo en el sentido contrario a la hora de asignar recursos. y eso después de haber asegurado que de ninguna manera iba a ser así. Aquí está el manifiesto, que suscribo en lo esencial


Echadle un vistazo al manifiesto por la investigación, merece la pena.