miércoles, 25 de marzo de 2009

Reflexiones en torno al aborto

LLevo unos días pensando incorporar en este blog algunas reflexiones personales sobre una cuestión tan debatida últimamente como el aborto. Para ser honesto, quiero aclarar de antemano que mis convicciones personales me hacen ser reticente frente al mismo salvo, como mal menor, en las situaciones en que corre peligro la vida de la madre y, con algunas reservas, en casos de embarazo producto de una violación, o cuando se detectan tempranamente en el feto malformaciones que podrían derivar en unas condiciones de vida que yo no desearía a mis peores enemigos. Acepto que esto último es demasiado poco concreto y con perfiles tan difusos que resulta extremadamente difícil concretarlo en la práctica. Es uno más de los aspectos de una existencia como la nuestra llena de dudas e incertidumbres y que, seguramente por ello, necesita algún tipo de regulación jurídica.

Se entenderá que estas convicciones me impidan asumir con naturalidad el desparpajo con que se habla del aborto como de un derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. ¿Es realmente el feto una parte de su cuerpo como lo son sus manos y sus pies, como lo es su corazón y sus pulmones? Y, si así fuera, ¿no debería ser cuidado al menos en los mismos términos?. No seré yo quien intente dar una respuesta categórica a estas preguntas. Como casi siempre, vuelvo también a tener más dudas que certezas.

Tampoco creo que la interrupción voluntaria del embarazo pueda sin más argumentarse como la respuesta acomodada a una demanda o necesidad social. Seguramente existen respuestas mejores a los problemas y situaciones derivadas de embarazos no deseados, incluídos los embarazos de adolescentes. Antes deberían prevenirse con una buena educación sexual, después deberían acompañarse con medidas tendentes a favorecer las adopciones o, en su caso, a ayudar a las protagonistas con medidas orientadas a favorecer el cuidado y la educación de sus hijos. No diré que sea fácil, pero sí deseable y seguramente posible.

Quiero también dejar claro que -sin renunciar a mis convicciones, que no certidumbres-, no puedo estar de acuerdo tampoco con las afirmaciones categóricas de quienes identifican simple y llanamente cualquier interrupción del embarazo con un asesinato. La complejidad de las personas y de las situaciones que cada una vive me impiden hacer juicios de valor excesivamente severos sobre personas que pueden verse sometidas a presiones física, psíquica o socialmente difíciles de soportar. También me lo impide la misma actitud intelectual que está en el origen de este blog, declaradamente en contra de las afirmaciones rotundas y sin matices.

Precisamente esta mañana, rastreando en internet con ánimo de enriquecer mi propia visión sobre el tema, me he tropezado con un artículo del jurista mejicano Wenceslao Renovales, con cuyos puntos de partida -aunque no del todo con las conclusiones- me siento identificado. Parte de una frase de Voltaire con la que no puedo estar más de acuerdo: "la ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda". Continúa citando a Carl Sagan, quien en su libro El mundo y sus demonios afirma que "los humanos podemos desear la verdad absoluta, aspirar a ella, pretender que la hemos logrado. Pero la historia de la ciencia nos enseña que lo máximo a lo que podemos aspirar es, a través de una mejora sucesiva de nuestra comprensión, aprendiendo de nuestros errores, tener un enfoque asintótico (aproximación progresiva) del universo , pero con la seguridad de que la certeza absoluta siempre se nos escapará"

A partir de esta formulación, reivindica Renovales para el mundo científico el sometimiento a las siguientes reglas de ética racional, propuestas por Karl Popper:
  • El principio de la falibilidad: quizás yo estoy equivocado y quizás tu tienes la razón, pero es fácil que ambos estemos equivocados.
  • El principio de discusión racional: intentamos sopesar de forma tan impersonal como sea posible, las razones en pro y en contra de una teoría.
  • El principio de la aproximación a la verdad en una discusión que evite los ataques personales.
Como en otros tantos asuntos, también en este existen dos posturas hasta el momento irreconciliables: la que niega la calidad de individuo humano al embrión en tanto no se haya desarrollado el tejido nervioso, y la que concede personalidad al embrión desde la concepción, señalando que en ese momento comienza un proceso biológico sin interrupciones en el que se definen características fundamentales del ser humano, por lo que desde ese momento puede hablarse ya de un individuo de la especie humana. También afortunadamente algunos dudan y siguen buscando mejores respuestas.

Si las posturas de los expertos son tan diferentes y están tan distantes, no seré yo quien me arrogue la pretensión de sentirme seguro en un tema tan debatido en su ámbito. Mis convicciones tienen más que ver con la ética y se basan en el respeto a la vida humana cuando esta exista. Y, si en el ámbito de la ciencia la cuestión no está tan clara, me resulta duro aceptar que, en un terreno tan poco definido, tan resbaladizo y tan sensible como éste, se adopten posturas tajantes a menudo sin razones consistentes. Soy partidario, desde el intento de ser fiel a las convicciones éticas, de mantener y pedir una mente abierta en el respeto a las tres reglas de la ética racional de Popper. Es evidente que estas reglas están reñidas tanto con las atribución de la categoría de anticuados y fachas a quienes se oponen al aborto por razones éticas como con el calificativo de asesinos para quienes por razones sociales se manifiestan a favor bajo determinadas condiciones. ¡Ojo! Esto no quiere decir que no existan casos de lo uno y de lo otro. A mí particularmente me gustaría que nuestra legislación protegiera cuidadosamente el respeto a la vida humana allí donde exista y que los científicos, poniendo en juego todo su empeño desde la humildad, avanzaran hacia una formulación más precisa y aceptada del umbral de la vida humana. ¡Ah! Y que nuestros políticos no hagan demagogia con algo tan serio.

Buenas tardes y hasta la próxima

viernes, 13 de marzo de 2009

Contra las afirmaciones gruesas y las simplificaciones

Me propongo iniciar aquí una entrada, que dejaré abierta para ir haciendo anotaciones sucesivas a medida que se vaya presentando la ocasión, lo que probablemente ocurrirá con frecuencia. La idea responde al hecho de que cada día, cuando leo la prensa, escucho la radio o veo la televisión me encuentro a distintos personajes soltando frases categóricas, sobre no inporta cuál sea la cuestión, que no son otra cosa que simplificaciones groseras de la realidad o visiones unilaterales o parciales de la misma que no rersisten un análisis mínimamente riguroso y a las que, a menudo, se les puede dar la vuelta para que queden tan "presentables" y a la vez tan zafias y/o tan criticables como las originales. Si los autores de estas frases fueran ciudadanos de a pie, sin capacidad para ejercer el poder o de influir en la creación de opinión, la cosa no tendría mayor importancia. Lo malo es que, con demasiada frecuencia sus autores son políticos en ejercicio o líderes de opinión con cierta presencia y reconocimiento en los medios.

Sobre estas bases, el ejercicio consistirá en reproducir, si es posible de forma textual y si no de forma lo más fiel posible, las afirmaciones que en el día a día me vayan llamando la atención, para después incluir pequeñas anotaciones que ponen de relieve su carácter poco matizado o la posibilidad de hacerlas reversibles, poniendo en evidencia su carácter parcial o su escasa consistencia. Empiezo la tarea pidiendo excusas de antemano porque hoy recogeré sólo afirmaciones de un protagonista. Prometo que no será lo habitual.

Día 13 de marzo de 2009

"El PNV va a seguir dirigiendo este país sea donde sea. Que nadie tenga ninguna duda de que esto va a ser así" (Juan José Ibarretxe, lehendakari en funciones el 12 de marzo)

  • Una versión matizada que podría resultar de recibo: Queridos colegas de partido y simpatizantes del mismo: Parece que, dadas las circunstancias, será difícil en la próxima legislatura encabezar el Gobierno. De todos modos seguiremos manteniendo importantes cuotas de poder en diputaciones y ayuntamientos y mantenemos la esperanza de influir desde la oposición para que se mantengan los avances hechos en nuestros años de gobierno"
¿No es lo mismo verdad? ¿A que sonaría razonable?

"Si alguien tiene que liderar este país, porque así lo ha dicho la sociedad, es el PNV" (el mismo Ibarretxe en la misma fecha).
  • Sr. Ibarretxe, la sociedad, dicho así en general, es una abstracción. Un porcentaje importante de ciudadanos de la misma, no suficiente para gobernar sin apoyos, le ha ofrecido la posibilidad de ser el primero en intentar formar un gobierno. Si no es capaz de encontralos y otros partidos sí lo son, en buena ley debería aceptarlo con deportividad. Así funciona la democracia. En todo caso ojo con la rotundidad de la afirmación, porque, con la misma lógica debería aceptar que el PNV está actuando contra la voluntad de la sociedad presidiendo la Diputación alavesa. Y yo no lo creo.
O aceptamos esto o aplicamos la ley del embudo

"Casi un insulto a la inteligencia". (Es la valoración, hecha en la misma fecha por el propio Ibarretxe, del rechazo por el PSE a una "alianza estratégica" con el PNV, encabezada por el propio Ibarretxe)
  • En alguna de mis reflexiones anteriores sobre el tema he dejado constancia de que esta coalición podría ser una buena opción. Ya se dio en época de Ardanza y Jáuregi y funcionó muy bien. Claro que ni usted es Ardanza, ni la trayectoria reciente del Gobierno Vasco (dirigida por usted), tan decididamente soberanista, invita el PSE a cocederle credibilidad. No se extrañe de que no se fien. ¿Por qué no acepta de una vez que éste ya no es su momento y deja a otras personas más creíbles a este efecto?.
Nadie es imprescindible y, si alguien se lo cree, temina por ser molesto


"Se hace difícil entender que socialistas y populares se estén dando besos todos los días aquí en Euskadi y que estén a tortas y a bronca limpia todo el día en España" (misma fecha y mismo protagonista)
  • Pues mire por donde esta vez estoy de acuerdo en gran parte con usted. Con una salvedad: que pienso que no deberían estar ni a besos ni a tortas en ningún sitio. Y con un matiz, que no les excusa de sus errores pero que puede permitir entenderlos: Ambos se han sentido preteridos, cuando no perjudicados seriamente, por la radicalización de su política nacionalista de la última legislatura. Y ambos, por tanto, tiene razones para desconfiar de usted.
Si plantas cebollas no esperes recoger tomates

"Hay muchos socialistas de buen corazón que no ven con buenos ojos la alianza entre el PP y el PSE" (misma fecha y mismo protagonista -lo siento, ¿qué le vamos a hacer?).

  • Supongo que no querrá decir con ello que los socialistas que no la ven con buenos ojos son de mal corazón. Porque con la misma lógica deberíamos pensar que son de buen corazón los nacionalistas que también la quieren. Pero entonces ¿serían de mal corazón los nacionalistas que ahora no la quisieran?. Es más ¿eran de mal corazón los que no la quisieron y la esquivaron cuando tenían todo a su favor y pudieron hacerlo? ¿Era usted de mal corazón cuando renunció a una alianza integradora para adoptar una política frentista?.
Señor Ibarretxe, en todos hay algo de malo y en todos algo de bueno

Continuará


miércoles, 11 de marzo de 2009

Sostenerla y no enmendarla

A quienes vamos cumpliendo años cada vez nos sorprenden menos los comportamientos humanos. Hemos visto ya un poco de todo y sabemos hasta que punto los comportamientos de las personas y los grupos, condicionados siempre por una cierta diversidad de factores- algunos identificables y otros no tanto-, pueden resultar, según los casos, sorprendentes, obstinados, incomprensibles e incluso cazurros. Y a veces parece que ni se midieran, ni importartaran las consecuencias que se derivan de ello. Cuando esos comportamientos tienen repercusiones positivas o negativas sólo para las personas o los grupos que los adoptan, allá ellos. Pero cuando se trata de comportamientos políticos de hondo calado con repercusiones profundas sobre el conjunto de la sociedad, la ligereza, la obstinación y la tozudez no tienen, a mi parecer, justificación . Desde este punto de partida y desde el lema de este blog, relativo a la cultura de los matices, voy a permitirme hacer primero -sin ánimo de molestar- algunas reflexiones críticas sobre los comportamientos de personas y grupos que están siendo protagonistas del proceso posterior a las elecciones vascas del 1 de Marzo. Luego trataré de formular en positivo algunas ideas que, en mi opinión, deberían tener presentes los principales protagonistas del proceso con el fin de tomar decisiones que contribuyan a construir una sociedad vasca menos tensa y más integradora.

Algunas reflexiones críticas.

La primera afecta a Juan José Ibarretxe, Lehendakari en varias legislaturas y antes Consejero de Hacienda y Administración Pública. Precisamente de su época de consejero recuerdo una intervención suya en TVE en la que me llamó la atención por su lucidez en las exposiciones y por la imagen abierta y dialogante que ofrecía. Precisamente por esa imagen abierta que me hice de él entonces, me ha sorprendido y decepcionado más su trayectoria posterior hacia un nacionalismo cada vez más radical, culminado con la obsesión soberanista irreductible de la última legislatura, pasando por alto, como si no existiera, la sensibilidad no nacionalista de aproximadamente la mitad de la población vasca. Por esa imagen de lucidez, me han sorprendido más sus actitudes progresivamente más tozudas, obsesivas y de escasa capacidad para la apertura de mente, para el diálogo y para el acuerdo en pro de una sociedad vasca más integrada en la que todos los ciudadanos puedan sentirse igualmente libres e igualmente protegidos, igualmente ciudadanos. Me queda por tanto la imagen de la tozudez de sus útltimos comportamientos, un ejemplo cabal del mantenerla y no enmendarla que convierte en poco creíble su intento de encabezar un gobierno con un programa moderado en una próxima legislatura. Parece más bien un desesperado intento de mantenerse en el poder, que demuestra por lo demás una escasa capacidad para la generosidad y para el sacrificio de sus ambiciones políticas, ni siquiera para facilitar la presencia de su partido en un hipotético gobierno de coalición.

Mi segunda reflexión crítica se refiere al partido nacionalista vasco que, acostumbrado a ejercer el poder desde la transición a la democracia, en solitario o en coalición, encabezando los gobiernos sucesivos, parece haber interiorizado una cierta patrimonialización de la facultad de gobernar. Pero no hay ninguna ley ni natural ni positiva que soporte esa ilusión. En democracia se gobierna cuando se tiene capacidad para articular mayorías para hacerlo. Y bien lo sabe el PNV, que encabezó un gobierno de coalición después de unas elecciones, las de 1986, que había ganado el PSOE. Por eso resultan tan exccesiva la calificación de golpe institucional a la configuración de un gobierno no encabezado por el PNV, más aún si se tiene en cuenta el empecinamiento en seguir proponiendo a Ibarretxe para encabezar el suyo en una versión más del mantenerla y no enmendarla. ¿Cómo es posible que no entienda las reticencias y la consecuente negativa del PSOE, y no digamos del PP, a aceptar ni siquiera discutir esta propuesta? ¿Es posible que no existan en el partido mentes clarividentes capaces de reconocer el menosprecio de Ibarretxe hacia los partidos que, según él, están teledirigidos desde Madrid? Y si las hay, que creo que sí, ¿cómo es que no son capaces de sacar a la luz otras opciones?. ¿Es tan grande el peso específico de figuras tan - por decirlo suavemente- poco capaces para establecer un diálogo integrador con los partidos no nacionalistas como Arzallus y Egibar? Si es así, lo siento por el PNV, pero sobre todo por la sociedad vasca.

Mi tercera reflexión crítica va dirigida al PSE-PSOE. Por lo que se viene escuchando después de las elecciones, antes y después de las reuniones que van teniendo los partidos, parece que está dispuesto a formar un gobierno en minoría encabezado por Patxi López, con los votos del PP para la investidura. Es decir: quiero gobernar en solitario y si el PP me apoya -que sé que si- es cosa suya, pero claro sin que parezca que salimos juntos, no vaya a ser que me identifiquen con estos "fachas". Puro cinismo. Si no se puede negociar abiertamente un programa común de mínimos con un partido, por miedo a la "contaminación" o a perder elecciones, me parece éticamente criticable acceder al poder con el apoyo de sus votos. Podrá alegarse que otros lo hicieron. Vale era igualmente reprobable. Ni más ni menos que si lo hago yo. Se podrá alegar que en campaña electoral se ha prometido un cambio frente a la actitud agresivamente soberanista de la última legislatura, pero podría, en mi opinión, tener al menos dos fórmulas de tratamiento: o negociar con el PP un programa en que aparecieran claramente definidas unas líneas de actuación política tendentes a corregir excesos de la legislatura anterior, pero sin caer en la tentación del frentismo, si no más bien buscando líneas de actuación política que traten de restañar heridas y de evitar una aspera confrontación nacionalismo-antinacionalismo. Y me temo que, hoy por hoy, es una tarea cuando menos improbable si el PP no modula sus posiciones. Espero que el PSE se lo piense bien y tenga la inteligencia suficiente como para modular también las suyas en lugar de incurrir también en el mantenerla y no enmendarla.

La cuarta reflexión crítica va dirigida al PP. Ya se que se trata de un partido cuyos militantes, como los del PSOE, han sido victimas de una situación injusta derivada del ejercicio de una violencia que les ha afectado de una manera muy especial y tambien, como mínimo, de la preterición de que han sido deliberadamente objeto durante muchos años por parte de los demás partidos políticos, que han tratado al PP como un apestado político. Reconozco que en estas condiciones resulta más difícil hacer un ejercicio desapasionado de reflexión política para intentar avanzar hacia una sociedad más integrada sin caer en el revanchismo. Pero no es posible construir nada positivo sobre la base de hacer lo contrario de lo que han hecho los otros. Si se mantiene la filosofía de golpear a quién me ha golpeado, los golpeados seremos dos y nadie me garantiza que no volveré a ser golpeado cuando el otro se encuentre en mejores condiciones para hacerlo. No estaría demás que, en un ejecicio inteligente y seguramente productivo, los dirigentes del PP en el País Vasco hicieran también un ejercicio sincero de modulación de sus posiciones en lugar de mantener y no enmendar las posiciones duras que tienden a ser dominantes en él.

Algunas ideas en positivo

El primer factor que podría favorecer la posibilidad de un gobierno creible para la práctica de una política integradora y de carácter transversal, que de respuesta a las necesidades de una sociedad tan compleja como la vasca, es la retirada de la escena política de Ibarretxe. Si, como él dice, quiere seguir sirviendo al País Vasco, está en condiciones de prestarle un importantísimo servicio, el mejor posible en este momento, asumiendo que a día de hoy, su pretensión de seguir es un obstáculo insalvable para una solución conciliadora. No es seguro que su salida la garantice, pero al menos la posibilita, que ya es algo.

El segundo factor positivo sería que el PNV fuera capaz de proponer como su posible candidato a una figura del sector menos radical y más conciliador del partido. Una figura, por ejemplo, del talante de Josu Jon Imaz, no importa el nombre. Con una figura capaz de modular las posturas del partido dejando de lado los planteamientos más radicales, intransigentes y dogmáticos (que los hay) tal vez se estaría a tiempo para abordar una negociación con otros partidos, con posibilidades de llegar a acuerdos constructivos. Eso sí asumiendo que negociar no es imponer y que, cuando la relación de fuerzas cambia, no se puede actuar como si no hubiera ocurrido. Eso requeriría seguramente que el actual presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV, Iñigo Urkullu apostara fuerte e incluso se jugara su puesto a esta carta. No es fácil, seguro, pero nadie dice que la acción política tenga que serlo.

Un tercer factor positivo sería que el PSE evitara enquistarse en la actual postura convirtiéndose en prisionero de la literalidad de sus propuestas electorales, especialmente las más demagógicas, las que provocan fervores en los mítines. No quiero decir que haya que olvidar las promesas; pero es preciso saber que, cuando no se alcanza una mayoría que permita gobernar en solitario, las ofertas propias deben ser inevitablemente matizadas por los posibles y necesarios acuerdos políticos con otros partidos. Sólo desde esta posición es posible llegar a acuerdos que hagan posible la acción de gobierno. Y al PSE no le queda más remedio que llegar a acuerdos con el PNV, o con el PP, o con los dos ¿por que no?, aunque ya se que es poco probable. No me parece mal su pretensión de encabezar el futuro gobierno, pero tampoco me parecería mal que formara parte de uno encabezado por el PNV, eso sí sobre la premisa del relevo de Ibarretxe por una figura mucho más conciliadora. Tampoco me parecería descartable un gobierno de coalición o un pacto de legislatura con el PP, siempre que se asentara sobre la base de un programa público que excluyera cualquier revanchismo y se proyectara a una política conciliadora. La tendencia cainita de nuestros partidos no me permite albergar demasiadas esperanzas, pero, en fin, recurriendo al tópico, la esperanza es lo último que se pierde.

También podría ser un factor positivo una modulación de la actitud del PP frente al nacionalismo. Como he dicho más arriba, ya sé que tampoco es fácil y que hacerlo exige contener reacciones viscerales e intentar adoptar posturas más templadas y conciliadoras. Pero merecería la pena y seguramente podría allanar el camino para realizar acuerdos de gobierno con el PSE hoy y posibilitarlos en el futuro con el PNV si éste moderara sus actitudes. No sería la primera vez que eso ocurriera (piensese en acuerdos municipales o en el ámbito estatal).

Cualquiera que lea estas líneas y conozca la realidad del funcionamiento de nuestros partidos políticos, sus actitudes y sus comportamientos escasamente propensos a la duda y al matiz y, por tanto, a la conveniencia de hacer transaciones que faciliten la convivencia entre los ideológicamente diferentes, tal vez crea que son fantasías de Alicia en el país de las maravillas. Pues no, se trata simplemente de reflexiones de un ciudadano que no renuncia a esperar contra toda esperanza.

Es todo por hoy. Buenas tardes y hasta la próxima


Postdata: Pido excusas a los partidos minoritarios a los que ni siquiera he aludido. No es porque no me parezcan tan importantes y dignos de toda consideración como los otros. Es simplemente porque parece que PNV, PSE y PP son los que tienen más posibilidades de juego en las circunstancias actuales y a los que es exigible un comportamiento más responsable.

domingo, 8 de marzo de 2009

Ni corruptos, ni cínicos. Necesitamos políticos honestos.


Hace algunos años un directivo de un centro educativo tenía que participar en la toma de decisiones sobre la admisión de alumnos en un momento en que la excesiva demanda exigía una selección previa. Como en otras ocasiones, también en esa algunos padres de solicitantes se acercaban a interesarse por las posibilidades de que sus hijos fueran admitidos. Hasta ahí normal, salvo que uno de ellos quiso, por decirlo suavemente, añadir presión al asunto enviándole algunos “regalillos” a su casa. El directivo citado averiguó su dirección y se los reenvió con una nota en la que le expresaba su rechazo a este tipo de prácticas a la vez que renunciaba a tomar parte en cualquier decisión que afectara a su hija para que ésta no se viera perjudicada por el enfado.


Por aquellas fechas, en una reunión de amigos algunos de los participantes , que trabajaban en organismos oficiales hablaban con toda naturalidad de distintos regalos que recibían por navidades de algunos empresarios con los que se relacionaban habitualmente y sobre cuyos intereses tomaban habitualmente decisiones. En señal de agradecimiento, decían. Para ser sinceros hay que decir que los regalos nunca eran de gran entidad. Se inició entonces una discusión sobre si debían o no aceptarse ese tipo de regalos y hubo opiniones para todos los gustos.


Pues bien, mi opinión es que, cuando proceden de personas o entidades implicadas en decisiones que han de ser tomadas por el destinatario de los mismos, quien los hace suele intentar obtener a cambio alguna ventaja, frecuentemente en detrimento de otras personas a las que quedarían a su vez en desventaja. Carece de importancia que el regalo sea modesto o de gran valor; lo cualitativo, la esencia de la cuestión es la misma. Sólo haría una matización si se trata de un obsequio hecho por personas que de manera evidente ya no tendrán en el futuro esa relación y quieren mostrar un agradecimiento desinteresado por los servicios prestados. Hasta ahí.


Si algún curioso se ha encontrado con esta entrada y ha tenido paciencia suficiente como para llegar hasta aquí, se estará tal vez preguntando a dónde quiero ir a parar. Pues bien, quiero hacer una reflexión que está tan de actualidad hoy como lo estuvo en el pasado. Me estoy refiriendo a la corrupción en los ámbitos administrativo y político. Y digo hoy porque llevamos ya unas semanas desayunándonos cada día con noticias relativas a la presunta corrupción de algunos políticos, preferentemente cargos electos del PP. Pero digo también en el pasado recordando los episodios de corrupción de mediados de los 90 (caso Filesa), en que se vieron implicados cargos del PSOE. Y eso por no hablar de otros muchos que puntualmente han ido recogiendo los medios de comunicación cada poco tiempo. No pretendo establecer equilibrios: la corrupción de ayer no justifica la de hoy; el descaro de unos no justifica ni vela el de los otros. Los políticos corruptos no merecen seguir siéndolo. Los ciudadanos que les pagamos no nos lo merecemos y tenemos todo el derecho a pedir que se vayan a casa y que, si se han lucrado con sus corruptelas, devuelvan hasta el último euro. ¡Ingenuo de mí! Ya se que, al menos lo último, no lo van a hacer.


Lo curioso del caso es la forma en que los partidos políticos –y con ellos los medios de comunicación adictos- tienen de enfocar el asunto: resistir lo más posible, reclamando la presunción de inocencia y alegando que no hay condenas, cuando los cogidos en renuncio son los políticos del propio partido (caso del PP en las últimas fechas) y lanzarse a la yugular cuando los implicados son del partido contrario (como hace hoy el PSOE). Exactamente lo mismo que ocurrió con el caso Filesa, sólo que con los papeles cambiados. Esto es puro cinismo por parte de unos y de otros y, desde luego yo no me quedo con ninguno.


No caeré, sin embargo, en la tentación de afirmar, como se hace a menudo, que todos los políticos son corruptos; ni siquiera que lo son la mayoría. Creo más bien que son pocos, pero que hacen mucho daño y los propios partidos, por su bien, pero sobre todo por el de los ciudadanos, deberían ser muy cuidadosos para impedir que se cuelen en cargos de responsabilidad y para depurarlos cuando hayan conseguido colarse. Los ciudadanos de a pié seguramente nos sentiríamos más cómodos con los partidos que fueran capaces de comportamientos semejantes.


Es todo por hoy. Buenas noches y hasta la próxima.

viernes, 6 de marzo de 2009

Carta abierta a Iñigo Urkullu

¿Por qué no te desmarcas de Ibarretxe?

Querido Iñigo
Oigo que te quejas amargamente de que el PSE no quiere escuchar la oferta que le hace el PNV de un pacto de estabilidad que incluiría una acción de gobierno marcada por la tan traída y llevada trasversalidad. Conociéndote un poco -tampoco puede ser demasiado puesto que hace ya muchos años que fuiste alumno mío- tengo tendencia a no dudar de tu buena disposición. Y, sin embargo, me temo que no habeis valorado suficientemente la tremenda incongruencia que supone que propongais a un personaje de la trayectoria reciente de Ibarretxe para encabezar un gobierno que gestione esa propuesta. No te das -no os dais- cuenta de que estais proponiendo poner a la zorra a cuidar el gallinero. No sé como están funcionando las cosas internamente en tu partido pero me temo que no tienes fuerza o energía suficiente para dar dar un puñetazo en la mesa y poner en un brete, si es preciso arriesgando tu puesto, a ese sector irreductible de tu partido que ni ha sido, ni es, ni probablmente será capaz de asumir de verdad el hecho de la compleja pluralidad de esta sociedad, y de aceptar que la acción de gobierno ha de tenerla en cuenta. Nadie puede considerarse portador de las esencias del país y considerar patrimonio propio el ejercicio del poder en él.

Afortunadamente, Iñigo, hay en el PNV una corriente, en mi opinión inteligente y abierta, que ha venido insistiendo en la cuestión de la trasversalidad, que encarnó y defendió esa opción desde la dirección del EBB (Josu Jon Imaz, Josune Ariztondo) y que, por coherencia, salió rebotada de la dirección al encontrar obstáculos insalvables para gestionar el partido de acuerdo con sus convicciones. He de confesar que yo pensaba que tú también estabas en esa corriente - y me gustaría poder seguir creyéndolo- pero, a la vista de los acontecimientos empiezo a tener mis dudas. Y digo dudas, entre otras cosas porque te aprecio, pero además porque lo mío será siempre dudar más que tener certezas.

No se si el PSE hubiera considerado negociar vuestra propuesta si la encabezara un candidato menos sospechoso que Ibarretxe. Puede que sí, o tal vez puede que no, pero ¿cómo no entender sus enormes reticencias a aceptar un candidato tan poco dialogante y tan obsesionado con el soberanismo, y por ende tan poco fiable para este propósito?. Quizá una figura como Imaz o la propia Josune Ariztondo no hubiera despertado tanta desconfianza y hubiera podido abrir las puertas a un momento político tan integrador y tan positivo para la sociedad vasca como lo fue el que ofrecieron Ardanza como lehendakari y Ramón Jáuregui como vicelehendakari.

Querido Iñigo: Ya sé que las cosas nunca son fáciles y que los deseos a veces están reñidos con las posibilidades. Ya sé también que los intereses personales y la maraña de luchas internas por el poder en los partidos hacen que las soluciones no se vean con claridad. Pero en los momentos importantes es preciso estar a la altura y comprometerse al límite. Si no es así, más vale una digna retirada. Sinceramente, me deprime oirte hablar de golpe institucional para valorar un comportamiento político que no se ha dudado en aplicar por parte del PNV en las diputaciones de Álava y Guipuzcua. Se podrá estar de acuerdo o no con un modo de hacer concreto, pero no vale justificarlo cuando lo hago yo y condenarlo cuando lo hacen otros.

Me gustaría, desde la estima personal, traer aquí a colación la opinión expresada ayer mismo por Josu Jon Imaz, que, por venir de quien viene (un miembro destacado y brillante del PNV - qué te voy a decir yo a tí que has colaborado con él) merecería la pena que la sopesarais dentro del partido. No tengo la cita textual, pero venía a decir que, cuando en un partido no se templan las corrientes extremas, se suele incurrir en dogmatismos y prácticas excluyentes y se termina por ser relegado a la pérdida del poder y a verse en la oposición. Ya se que puede resultar duro pero tampoco es tan malo, y en democracia entra dentro de la normalidad. Si no estaríamos en otro sistema.

Hasta aquí mi carta que probablmente nunca leerás
Un abrazo cariñoso y mis deseos de que encuentres el camino
Paco Santibáñez

jueves, 5 de marzo de 2009

Cambio de orientación sí, pero hacia dónde y con qué pilotos

Una reflexión a propósito de los resultados electorales en el país Vasco (II)

En los resultados de las elecciones del 1M en el País Vasco se confirma una vez más, (esto no es nuevo, por más que algunos así lo crean) que los partidos nacionalistas y no nacionalistas se reparten los votos al 50 por ciento con ligeras oscilaciones en un sentido o en otro. Esta vez ligeramente por encima para los últimos. Claro que el nacionalismo vasco argüirá que, de haber podido participar el abertzalismo proetarra, las cosas podrían haberse equilibrado o incluso haber cambiado ligeramente de signo. Lo cierto es que ellos son los únicos responsables. Bastaría con que hubieran condenado la violencia como herramienta política. La violencia no tiene cabida en un sistema democrático que se precie.

Si se asume, pues, el hecho de esta división por mitades de la sociedad vasca, -y no hacerlo sería negar tercamente la realidad- no son de recibo los comportamientos políticos que traten de negar el pan y la sal a una mitad de la población, bien ignorándola o bien agrediéndola directamente en sus convicciones o en sus intereses. Por eso he vivido con desagrado la obcecada deriva de Ibarretxe hacia políticas propias de un nacionalismo radical orientado a la secesión, en contra no sólo de la mitad de la población no nacionalista, sino también de una parte no despreciable de su propio partido, con una visión más moderada y realista de las características de una sociedad tan compleja y plural como la vasca. Por eso también me produciría frustración que, de estas elecciones surgiera un gobierno que incurriera, a la inversa, en los mismos errores. Lo mismo que estimábamos antes un grave error el menosprecio por parte de un amplio sector del nacionalismo vasco hacia las opciones no nacionalistas, asignándoles sin matices el calificativo de centralistas o sucursalistas, estimaríamos también un error igualmente grave que un hipotético y posible futuro gobierno no nacionalista hiciera lo propio adoptando políticas de confrontación radical frente al nacionalismo. Ya hemos repetido varias veces, en otras entradas de este mismo blogg, que nadie tiene toda la verdad y todas las soluciones a los problemas que se han de afrontar. Siempre es posible que el otro tenga una parte de la verdad, y despreciarla es como mínimo estúpido. Y no sería una justificación obcecarse en hacer algo, aunque esté mal, recurriendo a la excusa de que los otros también lo hicieron.

Una vez hechas estas observaciones, no quisiera sacar demasiadas conclusiones sobre cual debería ser la configuración del próximo gobierno vasco. Más bien prefiero sacar algunas sobre lo que me parece que no debería ser y tan sólo barajar algunas opciones que me parecen razonables.

En primer lugar creo que, a la vista del comportamiento político de Ibarretxe, terco y obcecado especialmente en la última legislatura, debería excluirse la posibilidad de que siga formando parte de cualquier gobierno y menos encabezarlo. Pienso que –y siento decirlo por mis amigos nacionalistas, que son bastantes- su última legislatura ha sido dañina para el país y, me atrevería a decir, hasta para el propio nacionalismo. Ahí está para mostrarlo la crisis del PNV que terminó con la salida de la dirección del mismo de unos personajes tan valiosos como Josu Jon Imaz y Miren Josune Ariztondo (secretaria con él del E.B.B.). ¡Cuánto los añorarán ahora muchos miembros del PNV que se plegaron a las maniobras subterráneas de Arzallus y Egibar!.


En segundo lugar, en mi opinión, -que, por cierto, es ni más ni menos la de un ciudadano preocupado- , sería igualmente dañino para esta sociedad que la relación de fuerzas resultante de las elecciones derivara en la constitución de un gobierno con ánimo revanchista frente al nacionalismo. Cualquier gobierno nuevo ha de imprimir su propia impronta en la acción política, tratando de corregir errores y excesos del pasado, pero sin intentar hacer tabla rasa de nada. La prudencia y el respeto a todos los ciudadanos y la búsqueda de colaboración y consenso –siempre que sea posible- con los demás grupos debería imponerse como criterio de gobierno, sobre todo en una época tan delicada como la presente. Esto no quiere decir que no pueda haber un gobierno sin nacionalistas, sólo que no tiene por que ser antinacionalista. Me vale como razón la misma que he utilizado para criticar duramente al lehendakari saliente y a su gobierno. Tampoco serían de recibo actitudes del nacionalismo frente a un hipotético gobierno de este tipo, como las que sugiere el comentario de IñigoUrkullu (por cierto, antiguo alumno mío y buena gente, por lo demás) considerando esta opción como un “golpe institucional”. Después de unas elecciones gobierna aquel que es capaz de reunir una mayoría suficiente para gobernar. Así lo viene haciendo el propio PNV en diputaciones forales en las que no era el partido más votado.

Aparte de estas opciones quiero contemplar dos más. Ambas tienen en común el incluir en ellas una coalición entre los dos partidos mayoritarios: el PNV y el PSE. La diferencia vendría dada por la procedencia de quien estaría al frente del gobierno: alguien del PNV o el secretario del PSE Patxi López. Después de lo que he dicho más arriba, se entenderá que excluya a Ibarretxe como posible futuro Lehendakari.

Cualquiera de las dos hipótesis tendría la ventaja de ofrecer la posibilidad de un gobierno integrador, que tendría virtualidad para serlo de todos los vascos, asumiendo el carácter plural e intercultural de la sociedad vasca. Me referiré brevemente a cada una de las dos posibilidades.

La primera opción, un gobierno de coalición PNV-PSE encabezado por un lehendakari peneuvista sólo sería posible si el PNV renunciara a Ibarretxe como cabecera. Su trayectoria política le invalida para encabezar un gobierno integrador y, desde luego, no creo que el PSE esté dispuesto a aceptarlo y con razón.. El Lehendakari debería ser un nacionalista moderado, del corte de Josu Jon Imaz (ojalá pudiera haber sido él mismo), capaz de negociar con el PSE y con Patxi López (posible vicelehendakari) un programa de gobierno templado e integrador, respaldado por un amplio sector de la sociedad. Esta opción respetaría el hecho de que el PNV haya sido el partido más votado. A día de hoy el PNV parece resistirse a la retirada de Ibarretxe del protagonismo político. En mi opinión se equivoca gravemente.

La segunda posibilidad sería un gobierno de coalición encabezado por el PSE, en la figura de Patxi López. Esta opción sería también razonable ya que pondría al frente de gobierno a alguien que expresaría el hecho de que en las últimas elecciones el porcentaje de votos de los partidos no nacionalistas ha sido superior al de los partidos nacionalistas. Si tenemos en cuenta la resistencia del PNV a sacrificar a Ibarretrxe en la opción anterior, no parece que vaya a estar en absoluto receptivo con esta segunda opción. Y sin embargo debería recordar que, en una situación semejante en 1986, tras unas elecciones ganadas por el PSE con dos diputados más que el PNV, el PSE aceptó participar en un gobierno de coalición presidido por el peneuvista Ardanza, con Ramón Jaúrgui, secretario general del PSE como vicelehendakari. Fue una legislatura que la mayoría de la población recuerda como una de las más constructivas e integradoras desde la recuperación del sistema democrático.

Es posible que haya opciones que yo no he recogido aquí, pero cualquiera de ellas es posible si todos los partidos son capaces de respetar los principios del funcionamiento democrático –lo que debería suponerse- y de ponerse al servicio de los intereses de los ciudadanos por encima de los intereses de partido, lo que tristemente no me atrevo a esperar.

En todo caso, el propio Ramón Jauregui señalaba ayer que “todas las opciones de gobierno son posibles, por lo que debe reinar la prudencia y la calma”. Pues bien, vamos a estar tranquilos –si nos dejan- y a esperar lo que nos depara el futuro.

Un saludo y hasta la próxima

martes, 3 de marzo de 2009

Una reflexión con motivo de las elecciones en el País Vasco.

Las Ciencias Sociales en la educación y el objetivo de aprender a convivir

Estamos a martes, día 3 de marzo, dos días después de la celebración de las elecciones autonómicas en la Comunidad Autónoma Vasca, y los noticiarios y tertulias echan humo a propósito de las alternativas posible para la formación del próximo gobierno. Aunque tengo mis preferencias al respecto, no pretendo explicitarlas aquí. Lo que trato de hacer es dejar constancia de alguna reflexiones personales que me han ayudado a definirlas. Son reflexiones construídas en el tiempo, como resultado de algunas actitudes básicas interiorizadas en los años de adolescencia y juventud, en los que uno va configurando su escala de valores, consolidadas y/o moduladas más tarde a lo largo de una ya bastante larga peripecia vital.

En mi caso esta peripecia me ha llevado a ejercer durante más de 30 años como profesor de Ciencias Sociales y su Didáctica en una Escuela de Magisterio de Bilbao. Lo digo para que se entienda la referencia que haré más tarde a un documento de trabajo que tiene su origen en ese contexto.

Esta mañana leía yo un artículo de Joseba Arregi en el diario El Mundo que bajo el título “Buenas noticias para la libertad”, reflexiona sobre los resultados electorales y las posibilidades que estos ofrecen de cara al futuro. Recomiendo su lectura, pero no voy a comentarlo aquí, sólo voy a tomar como punto de partida para esta reflexión una frase extractada del mismo y que, de algún modo soporta el núcleo de su punto de vista. Es la siguiente: “La verdad siempre puede estar en el otro. Por eso hay que respetarlo”.

No me atrevería a decir que estoy al cien por cien de acuerdo. Me reservaría un pequeño porcentaje para hacer una excepción con quienes pretenden imponer sus ideas por la violencia. Y en esto creo que el propio Arregi está también de acuerdo. Mi punto de vista personal al respecto aparece reflejado en el documento al que me refería más arriba. En él hacía una reflexión sobre las aportaciones posibles de las Ciencias Sociales al cumplimiento de uno de los grandes objetivos de la Educación: el objetivo de aprender a vivir juntos. Decía exactamente lo siguiente:

“Aprender a vivir juntos exige tomar conciencia cabal de la existencia de la diversidad: diversidad de sexos, razas, culturas y religiones; diversidad de ideas y de intereses, a menudo en conflicto; diversidad de situaciones económicas y de posibilidades de acceso a la educación y promoción; diversidad en condiciones sanitarias, etc. Profundizar en el análisis de esas desigualdades, en los conflictos que en conexión con ellas se plantean y en las posibles causas históricas o actuales que los generan o los enconan, comenzando por los grupos elementales de pertenencia, entra de lleno en el trabajo propio del área de Ciencias Sociales. Y también le es propio el ocuparse de facilitar a los alumnos el conocimiento de las estructuras organizativas y de las normas de las que los diferentes grupos se han ido dotando para atender a las necesidades e intereses comunes de muy diferentes tipos, dirimir intereses contrapuestos, prevenir posibles conflictos y regular y administrar los existentes.

Una tarea importante a realizar desde el área de CienciasSociales consiste en ayudar a los alumnos en su proceso de integración crítica y constructiva en una sociedad vasca de carácter plural y pluricultural, con un pasado histórico largo y complejo, que ha cristalizado en un presente no menos complejo. Una sociedad en la que, a las tensiones y conflictos propios de cualquier otra, se añaden algunas derivadas de sentimientos identitarios y de pertenencia diferentes entre sus habitantes. En este contexto las Ciencias Sociales deben ayudar a formar ciudadanos que, desde sus propias identidades y respetando las de los demás, sean capaces de solucionar pacífica y democráticamente los conflictos. Y así, a partir de lo mucho común, que sin duda existe, y del reconocimiento de la diversidad como riqueza común, construir un futuro compartido, con rasgos propios pero en relación con los otros, solidario con ellos y abierto al futuro.

Para que así sea el área de Ciencias Sociales tiene mucho que aportar también en el terreno de las actitudes necesarias para hacerlo posible. Su propia condición de ciencias peculiares, incapaces por un lado de generar certezas absolutas pero, por otro lado, exigentes en la búsqueda de mejores y más rigurosas interpretaciones, facilita el trabajo de dos actitudes fundamentales para la convivencia y para la solución de conflictos. Una muy importante es el antidogmatismo. Si descubrimos que las Ciencias Sociales no nos permiten alcanzar certezas ni verdades absolutas –aun siendo diligentes y rigurosos en la búsqueda-, el dogmatismo y el fanatismo de cualquier índole no tienen cabida. Se hace preciso ser humildes, reconocer que seguramente no estamos en posesión de la verdad, o al menos de toda la verdad. A partir de ahí estamos en mejor disposición para un diálogo constructivo. Pero, por otro lado, sabemos que las Ciencias Sociales pueden aportarnos mejores aproximaciones explicativas en función del rigor con que se trabaja y de la disposición a afinar los análisis en lugar de limitarnos a los trazos gruesos. De ahí la importancia de trabajar en el área la segunda actitud a la que nos referíamos: el rigor y el cultivo de los matices.

Desde un planteamiento como el anteriormente descrito se entenderá fácilmente que ni me han gustado los planteamientos y actitudes soberanistas defendidas por Ibarretxe y sus gobiernos, en confrontación al menos con el sentimiento y las aspiraciones de la mitad de la población vasca, ni me gustaría que el gobierno resultante de las elecciones recientes fuera también un gobierno de y para la otra mitad. La sociedad vasca necesita gobiernos que favorezcan la convivencia, la integración y el diálogo. No me parece que Ibarretxe, expresión reciente de un nacionalismo radical, que repele al cincuenta por ciento de la población, pueda encabezar un gobierno así. Pero creo también sinceramente que tampoco sería bueno para la sociedad vasca un gobierno antinacionalista que no tuviera en cuenta el sentimiento nacionalista del otro cincuenta por ciento; especialmente si tenemos en cuenta la existencia también de un nacionalismo más moderado e integrador como el encabezado en su momento por el anterior presidente del PNV, Josu Jon Imaz. Me gustaría, aunque no tengo demasiada confianza, que en las próximas semanas se pudiera llegar a configurar un gobierno en que estuvieran encarnados los planteamientos más integradores de los elementos más dialogantes de los distintos partidos. Ya se que pedir esto a nuestros políticos de partido resulta ingenuo, soñador y utópico. Me da igual. Eso es lo que yo creo mejor y eso es lo que les pediría. Para ello sería necesario que asumieran que los otros pueden tener una parte de la verdad y que merecen respeto. El mismo respeto que merecemos cada uno de los ciudadanos que delegamos en ellos la regulación de nuestra convivencia. ¡Ojala fueran capaces de hacerlo!

Nada más por hoy. Buenas noches y hasta la próxima