Se entenderá que estas convicciones me impidan asumir con naturalidad el desparpajo con que se habla del aborto como de un derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. ¿Es realmente el feto una parte de su cuerpo como lo son sus manos y sus pies, como lo es su corazón y sus pulmones? Y, si así fuera, ¿no debería ser cuidado al menos en los mismos términos?. No seré yo quien intente dar una respuesta categórica a estas preguntas. Como casi siempre, vuelvo también a tener más dudas que certezas.
Tampoco creo que la interrupción voluntaria del embarazo pueda sin más argumentarse como la respuesta acomodada a una demanda o necesidad social. Seguramente existen respuestas mejores a los problemas y situaciones derivadas de embarazos no deseados, incluídos los embarazos de adolescentes. Antes deberían prevenirse con una buena educación sexual, después deberían acompañarse con medidas tendentes a favorecer las adopciones o, en su caso, a ayudar a las protagonistas con medidas orientadas a favorecer el cuidado y la educación de sus hijos. No diré que sea fácil, pero sí deseable y seguramente posible.
Quiero también dejar claro que -sin renunciar a mis convicciones, que no certidumbres-, no puedo estar de acuerdo tampoco con las afirmaciones categóricas de quienes identifican simple y llanamente cualquier interrupción del embarazo con un asesinato. La complejidad de las personas y de las situaciones que cada una vive me impiden hacer juicios de valor excesivamente severos sobre personas que pueden verse sometidas a presiones física, psíquica o socialmente difíciles de soportar. También me lo impide la misma actitud intelectual que está en el origen de este blog, declaradamente en contra de las afirmaciones rotundas y sin matices.
Precisamente esta mañana, rastreando en internet con ánimo de enriquecer mi propia visión sobre el tema, me he tropezado con un artículo del jurista mejicano Wenceslao Renovales, con cuyos puntos de partida -aunque no del todo con las conclusiones- me siento identificado. Parte de una frase de Voltaire con la que no puedo estar más de acuerdo: "la ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda". Continúa citando a Carl Sagan, quien en su libro El mundo y sus demonios afirma que "los humanos podemos desear la verdad absoluta, aspirar a ella, pretender que la hemos logrado. Pero la historia de la ciencia nos enseña que lo máximo a lo que podemos aspirar es, a través de una mejora sucesiva de nuestra comprensión, aprendiendo de nuestros errores, tener un enfoque asintótico (aproximación progresiva) del universo , pero con la seguridad de que la certeza absoluta siempre se nos escapará"
A partir de esta formulación, reivindica Renovales para el mundo científico el sometimiento a las siguientes reglas de ética racional, propuestas por Karl Popper:
- El principio de la falibilidad: quizás yo estoy equivocado y quizás tu tienes la razón, pero es fácil que ambos estemos equivocados.
- El principio de discusión racional: intentamos sopesar de forma tan impersonal como sea posible, las razones en pro y en contra de una teoría.
- El principio de la aproximación a la verdad en una discusión que evite los ataques personales.
Si las posturas de los expertos son tan diferentes y están tan distantes, no seré yo quien me arrogue la pretensión de sentirme seguro en un tema tan debatido en su ámbito. Mis convicciones tienen más que ver con la ética y se basan en el respeto a la vida humana cuando esta exista. Y, si en el ámbito de la ciencia la cuestión no está tan clara, me resulta duro aceptar que, en un terreno tan poco definido, tan resbaladizo y tan sensible como éste, se adopten posturas tajantes a menudo sin razones consistentes. Soy partidario, desde el intento de ser fiel a las convicciones éticas, de mantener y pedir una mente abierta en el respeto a las tres reglas de la ética racional de Popper. Es evidente que estas reglas están reñidas tanto con las atribución de la categoría de anticuados y fachas a quienes se oponen al aborto por razones éticas como con el calificativo de asesinos para quienes por razones sociales se manifiestan a favor bajo determinadas condiciones. ¡Ojo! Esto no quiere decir que no existan casos de lo uno y de lo otro. A mí particularmente me gustaría que nuestra legislación protegiera cuidadosamente el respeto a la vida humana allí donde exista y que los científicos, poniendo en juego todo su empeño desde la humildad, avanzaran hacia una formulación más precisa y aceptada del umbral de la vida humana. ¡Ah! Y que nuestros políticos no hagan demagogia con algo tan serio.
Buenas tardes y hasta la próxima