martes, 22 de diciembre de 2009

Polémica por el nombramiento de un obispo

Hace unos días escribía yo en este blog algunas reflexiones sobre el dios que soy capaz de imaginar y, entre otras cosas venía a decir que, si dios existe -y pienso que sí- ha de ser el mismo para todos, pero inapropiable por ninguno. Lo cierto es que no tenía intención de volver sobre una cuestión que, al menos en apariencia, no parece interesar demasiado a una gran mayoría de la población, demasiado ocupada en los problemas materiales del día a día como para estar inquieta, ni siquiera un poco, por cuestiones que hacen referencia a la transcendencia del ser humano. Dos razones de diferente tipo me han impulsado a retomar el tema. La primera que un viejo colega y amigo me ha pedido que lo haga, por razones que no vienen al caso, y la segunda que la actualidad nos ofrece una vez más un ejemplo de la diversidad de interpretaciones de lo religioso -y por extensión de la idea de dios y de su presencia social- no sólo entre diferentes sectores de la sociedad civil, sino también entre distintos sectores de la iglesia institucional, cada uno de los cuales pretende, con la misma seguridad y firmeza, estar plenamente asistido de razón. Me estoy refiriendo a la polémica suscitada inicialmente con motivo del nombramiento del nuevo obispo de San Sebastián, Juan Ignacio Munilla, reavivada por las recientes declaraciones de su predecesor Juan María Uriarte, así como las del presidente del PNV y otros líderes políticos vascos.

Aunque no soy un experto en derecho , sí tengo algunos conocidos que lo son en derecho canónico; y precisamente a ellos les he oído la referencia al canon 377 del código en que se habla sobre la elección y el nombramiento de obispos. Aunque había oído de su boca el contenido, me he tomado la molestia de buscarlo para recogerlo en su literalidad y evitar así la posibilidad de traicionarlo. Dice así:

Canon 377 § 1: El Sumo Pontífice nombra libremente a los Obispos, o confirma a los que han sido legítimamente elegidos.

Canon 377 § 2: Al menos cada tres años, los Obispos de la provincia eclesiástica o, donde así lo aconsejen las circunstancias, los de la Conferencia Episcopal, deben elaborar de común acuerdo y bajo secreto una lista de presbíteros, también de entre los miembros de institutos de vida consagrada, que sean más idóneos para el episcopado, y han de enviar esa lista a la Sede Apostólica, permaneciendo firme el derecho de cada Obispo de dar a conocer particularmente a la Sede Apostólica nombres de presbíteros que considere dignos e idóneos para el oficio episcopal.

De la lectura de estos párrafos se desprende la posibilidad de que el Papa nombre libremente al obispo de cualquier diócesis, pero también queda abierta la posibilidad de que los obispos de una diócesis elijan y presenten candidatos de entre los sacerdotes que consideren dignos (parece razonable que entre los curas de su diócesis). Está claro, por tanto que, desde el punto de vista administrativo (digámoslo así) el nombramiento de Munilla, sin tener en cuenta las propuestas hechas por la diócesis se ajusta plenamente a derecho, aunque también se hubiera ajustado a derecho un nombramiento diferente, que hubiera tenido en cuenta los candidatos propuestos por la diócesis de San Sebastián. Se trata por tanto de optar para el nombramiento por una fórmula de elección con una mayor participación de la comunidad o de hacerlo sin contar para nada con ella. Y en este contexto adquieren todo su sentido las declaraciones de Uriarte relativas a sus propuestas al Vaticano para que se nombrara un obispo propuesto por la diócesis. Una propuesta que ha sido interpretada como una fórmula para asegurar el nombramiento de un obispo afín al nacionalismo vasco. Yo creo sinceramente que se trata de un procedimiento que se adapta mejor tanto a los usos de las primitivas comunidades cristianas como a la presumible madurez de los miembros activos de las comunidades actuales.

Ahora bien, la cuestión no se platearía de forma tan encrespada si no se mezclaran otros aspectos. En mi opinión el problema se ha enconado por la implicación de una doble confrontación. La primera es la que existe entre una concepción conservadora, y en algunos casos integrista y dogmática, del cristianismo, y otra más abierta, humilde, dialogante y adaptada a los tiempos. Algunos atribuyen el nombramiento de Munilla a su cercanía a la primera, aunque los testimonios que yo he podido leer o escuchar no sean siempre y del todo coincidentes.

La segunda tiene que ver con la tensión nacionalismo – antinacionalismo o, dicho de otra manera nacionalismo vasco – nacionalismo español. Según una interpretación al uso, el nombramiento de Munilla tendría que ver con la voluntad de la jerarquía de la iglesia española de poner un contrapeso al nacionalismo del clero vasco. De todos es conocida la atribución al clero y a los obispos vascos, especialmente a Setién y a Uriarte, de la condición de nacionalistas y la acusación de una cierta lenidad con el mundo abertzale radical y de tibieza en sus condenas de ETA. En mi opinión, sería estúpido negar que ha habido algunos miembros del clero alineados con el nacionalismo radical e incluso complacientes con ETA, pero en honor a la verdad hay que decir también que no son la tónica. Y, desde la perspectiva que me da el conocimiento e incluso la cercanía a bastantes personas relevantes del clero vasco, incluído el propio Uriarte (a Setién no lo he tratado, aunque confieso que no me cae bien), tengo que decir en honor a la verdad que, aceptando el hecho de que algunos puedan tener simpatía por el nacionalismo vasco, la postura habitual ha sido de condena clara de la violencia de ETA y del abertzalismo violento que milita en sus aledaños. Sólo algunas frases sacadas de contexto, y sobredimensionadas en relación con otras muy contundentes de condena de la violencia asesina de ETA, han dado la imagen de un clero y unos obispos -en particular de Uriarte- en connivencia plena con el nacionalismo vasco, más compasivos con los familiares de los asesinos que con las víctimas de los atentados, y sospechosos de algún tipo de complicidad difusa con la violencia. Creo sinceramente que resulta excesivo. Será porque la misma tendencia que me lleva a imaginar un dios más compasivo que justiciero me permite también imaginar el sufrimiento de algunos padres que, odiando la violencia, tienen la desgracia de ver a sus hijos convertidos en asesinos sin piedad, a los que sin embargo siguen queriendo. Es a ellos y no a sus hijos a los que dedica Uriarte su mirada compasiva. Y no seré yo quien se lo reproche. Otros sí lo hacen alegando, en un claro juicio de intenciones, que su compasión tiene que ver con su atribuida filia nacionalista.

Por lo que se refiere al PNV, no me cabe duda de que se siente mucho más cómodo con un clero y unos obispos considerados afines que con otros que pudieran mostrarse distantes o en ocasiones molestos. Es así por la misma razón por la que cualquier partido con poder político, prefiere tener medios de comunicación complacientes y se siente molesto con los críticos. No es de extrañar por ello que Urkullu, desde su interés de partido, acuse a la jerarquía española de querer influir, con Munilla, en la política vasca, mientras elogia a Uriarte por intentar influir en el Vaticano proponiendo para el nombramiento un perfil de obispo que el PNV considera más afín. Pero esa es otra historia. No olvidemos que forma parte de las tentaciones del poder y que Franco reclamó para sí y consiguió en su momento el derecho de presentación de obispos.

Lo peor del asunto es que, como resultado, la iglesia institucional se ve inmersa, hoy como ayer, en las luchas de unos y otros por apropiarse de la idea y del apoyo de un dios a su medida, de rostro desfigurado por las debilidades y las ambiciones humanas, a veces encerrado por el poder en las iglesias para que no moleste y otras tomado como pretexto para la la conquista, la preservación o el aumento del poder. Se trata de un dios interesadamente recreado que nada tiene que ver con ese dios que, como decía hace unos días en este mismo blog, soy capaz de imaginar.

Es todo por hoy. Buenas noches y hasta la próxima

lunes, 14 de diciembre de 2009

De Cicerón a Mencken. Dos versiones de la conciencia

Hace unos días, recordando a Galbraith, prestigioso economista cuyas lecturas han contribuído a configurar algunos aspectos de mi forma de pensar, recogía una cita que éste hacía de Henry Louis Mencken. Afirma Mencken, de manera un tanto cínica, que “la conciencia es la voz interior que nos advierte de que alguien puede estar mirando”. Se trata de una formulación provocadora con la que, en principio, no estoy de acuerdo. Aunque, si se piensa bien, tiene su aquél. Más tarde volveré sobre ella.

A la propuesta de Mencken se opone radicalmente la clásica de un romano circunspecto como Cicerón, para quien su conciencia tenía, dicho con sus palabras, “más peso que la opinión de todo el mundo”. Para Cicerón la conciencia nace de lo más profundo de sí mismo, de los valores que han ido creciendo en él a lo largo de su vida. Y por ello se convierte en instrumento definitivo para orientar los juicios y la conducta personal. Lo que piensen los demás importa poco. Es cosa suya. Lo importante es la coherencia de los propios actos con aquello en lo que uno cree, con aquello que uno valora, independientemente de si se actúa en privado o expuesto a las miradas de otros.

Probablemente no sería muy aventurado suponer que un porcentaje muy alto de gente, entre los que yo me cuento, mira con buenos ojos esta visión ciceroniana de la conciencia, asentada entre otros en los principios de coherencia y autenticidad, bajo el signo de una moral autónoma. Y sin embargo me resulta difícil imaginar que pueda haber un solo ser humano, con algún recorrido, -ni siquiera el propio Cicerón- que alguna vez, a lo largo de su vida, no haya actuado mirando de reojo a la concurrencia, que no se haya comportado en alguna ocasión en público de manera diferente a como lo hubiera hecho en privado. Confieso mi delito y acepto mi culpa. Yo también lo he hecho en ocasiones. Porque, como decía otro clásico romano, Terencio, “humanus sum et nihil humanum a me alienum puto” (soy humano y como tal, nada de lo que es humano me resulta ajeno). Y humano es, sin duda, intentar dar, ante los demás, una buena imagen de uno mismo. ¿Y quién asegura que, en este intento, no haya habido personas a quienes, teniendo una conciencia personal bastante laxa, la posibilidad de ser observadas y reprobadas socialmente (versión menckeniana de la conciencia) les ha impulsado a un comportamiento mejor del que hubieran adoptado siguiendo los dictados de su conciencia personal en la versión ciceroniana?. ¿Acaso alguien duda de que muchos de los delitos que se cometen tienen que ver con el hecho de que los delincuentes – pensemos por ejemplo en la corrupción política- han podido actuar a salvo de miradas ajenas? ¿Acaso se puede dudar de que algunos otros delitos no se han cometido porque los potenciales delincuentes se han sentido observados?

Claro que, dicho esto, tengo que añadir que, en cuestiones de conciencia, no me siento para nada menckeniano. Creo con Cicerón en la conciencia como un impulso interno que oriente la conducta, como resultado de una formación bien orientada. Y, por supuesto, me fío más en general de las personas que actúan en conciencia, versión ciceroniana, que de los que hacen lo correcto sólo porque son observados. Pero, a falta pan buenas son tortas. Y si alguien, a quien su conciencia en versión ciceroniana no le impediría un comportamiento delictivo o socialmente reprobable, se comporta mejor cuando es observado, demos la bienvenida a la versión menckeniana de la conciencia. Eso sí, seamos también prevenidos con sus portadores. Nos la pueden dar con queso a la vuelta de la esquina.

Feliz semana y hasta la próxima


sábado, 12 de diciembre de 2009

De nuevo el debate sobre el aborto

El 25 de marzo de este mismo año hacía yo una entrada en este blog con el título Reflexiones en torno al aborto. En ella daba cuenta de algunas convicciones personales al respecto, pero sobre todo de mis muchas dudas. Al hacerlo trataba de tener en cuenta tanto las aportaciones de la ciencia como las consideraciones éticas. Para ser coherente con el reconocimiento de mis muchas dudas, ni pretendía entonces, ni pretendo ahora convencer a nadie de nada. Las cuestiones de conciencia -y esta lo es- merecen ser abordadas con el máximo respeto. Y me refiero tanto al respeto de las conciencias y las convicciones personales como al respeto al rigor intelectual, el rigor que merece el tratamiento de un tema tan sensible y tan complejo.

Lo digo porque acabo de leer un artículo de Mª Teresa Laespada, parlamentaria del PSOE y secretaria de Libertades Públicas y derechos de Ciudadanía del mismo en el que, junto a algunas ideas que suscribo, me he encontrado con algunos razonamientos que parecen pensados más para tratar de apuntalar una posición adoptada de antemano que para llegar a ella a través de una fundamentación rigurosa.

Por referirme primero a los acuerdos, comparto la idea de que en el pasado -no ya tan reciente-, muchos embarazos no deseados fueron resultado de una política oscurantista y represiva en el ámbito del sexo, que se traducía en la falta de cualquier educación sexual, en la dificultad e incluso imposibilidad de utilizar métodos anticonceptivos que no fueran los conocidos como “naturales” (aunque algunos tuvieran poco de tales) y, como consecuencia, en embarazos no deseados que, para más “inri”, dejaban señalados con el dedo a sus protagonistas., especialmente a la mujer, si no estaba cristianamente casada. A esto se añadía que, mientras las embarazadas con recursos podían permitirse optar por el aborto en el extranjero, las que no disponían de los mismos una de dos, o seguían adelante con un embarazo no deseado, soportando incluso la afrenta social, o se sometían a abortos clandestinos en condiciones de más que dudosa seguridad, asumiendo de paso el riesgo de ser sometidas a juicio y condenadas.

Comparto también la idea de que la ley del aborto todavía vigente -y que también lo estaba bajo gobiernos del PP, sin que éste propusiera ningún cambio- permitía en la práctica que cualquier mujer con un embarazo no deseado pudiera abortar acogiéndose al supuesto de posible daño para la salud mental o física de la madre, un cajón de sastre que parece que ha venido cobijando a más del 95% de los abortos practicados legalmente.

Estoy igualmente de acuerdo en que no se puede confundir pecado con delito, siendo como es el primero una cuestión de moral asociada a la religión y el segundo una transgresión de la legislación civil. Así que, desde la aceptación de que tanto los obispos, como los creyentes de a pie, en pie de igualdad con el resto de los ciudadanos, tienen derecho a expresar sus opiniones, es a la autoridad civil, democráticamente elegida y representada por el Parlamento, a quien compete legislar al respecto desde los principios de una ética civil orientada a la protección y defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos.

Hasta aquí los acuerdos. Ahora bien, no puedo por menos que discrepar profundamente con algunos de los argumentos que se utilizan en el artículo de referencia para avalar el proyecto actual. Sorprende para empezar que utilice como argumento el derecho de la mujer a no ser madre. Nada que decir a ese derecho, faltaría más. Lo que no entiendo es que, a día de hoy, se pueda utilizar el recurso al aborto como herramienta para garantizar ese derecho. Afortunadamente vivimos en una sociedad en que la educación sexual, o al menos la información básica al respecto, ha dejado de ser tabú en las aulas y ha dejado o está dejando de serlo en gran parte de las familias. Por si fuera poco vivimos en un país en que se puede adquirir preservativos en farmacias, en supermercados y hasta en los bares. Y, por si no fuera suficiente, se puede acudir libremente a la píldora del día después. Existen además asociaciones que facilitan asesoramiento a adolescentes y jóvenes que deseen información. ¿Se entiende acaso que todo este conjunto de posibilidades no es suficiente para permitir que una mujer haga uso de ese derecho? Sinceramente, a estas alturas de la película, no me lo creo.

Un segundo desacuerdo se refiere a la insinuación de que, puesto que en nuestra sociedad se están produciendo muchos abortos, hay que adaptar la legislación a la realidad social legalizándolo y estableciendo las condiciones bajo las cuales ha de hacerse para que tenga lugar en las mejores condiciones. Llevando este argumento a lo que seguramente la propia señora Laespada consideraría un absurdo, podríamos decir también que, puesto que la corrupción política se ha convertido en un comportamiento bastante instalado entre muchos políticos de distinto signo, ¿por que no acomodarse a la realidad social y establecer una ley que legalice la corrupción y establezca los términos en que ésta ha de ser llevada a efecto?. Absurdo ¿no?. Desde luego. Pero, como argumento, ni más ni menos absurdo que el que propone la legalización del aborto porque es un hecho real y frecuente en nuestra sociedad. Y no digo que no haya que legislar, sólo digo que un asunto tan delicado merece mejores argumentos.

El tercer desacuerdo, en el que me parece necesario poner el acento , tiene que ver con la aparente seguridad con que la autora se refiere como inspiradores de la ley a los principios de ética civil, apoyada en el progreso científico, que “ha establecido y elaborado algunos consensos mínimos sobre la vida en el seno materno”. No creo que esté tan claro que exista ese consenso en los principios de ética civil, ni desde luego existe el consenso científico, que la autora supone, sobre el comienzo de la vida humana. ´No abundaré aquí en el intento de argumentarlo. Ya lo hice en su día en la entrada del blog a la que me refería al principio. A ella me remito. Otra cosa es que los legisladores estimen que, incluso sin consenso, sea preciso legislar al respecto. Lo que no se debe hacer es dar por cierto lo que no está claro que lo sea. Ni es riguroso, ni es ético.

Buenos días y hasta la próxima.

viernes, 11 de diciembre de 2009

A propósito del comunicado de la sección Magreb de Al Qaeda

Voy a tomar como pretexto para esta reflexión un extracto del comunicado de Al Qaeda en el que reivindicaba recientemente el secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania. Su lectura, aparte de resultar ilustrativa en sí misma invita a pensar un poco sobre él para ir a continuación un poco más allá.

El comunicado dice, entre otras cosas, lo siguiente:

Nos enfrentamos a vuestros ataques para ayudar a nuestros prisioneros torturados en vuestras cárceles...... les decimos a los cruzados y a todo aquel de vosotros que no cejaremos en nuestro empeño de combatiros y mataros …. en el nombre del Dios único, el que les da la victoria a sus siervos y soldados”.

En un momento en que los cruzados continúan con su guerra total contra el islam y los musulmanes en todas las partes del mundo, con la masacre de inocentes y la ocupación de nuestras tierras, con el pisoteo de lo más sagrado que tenemos y el apoyo a sus protegidos, que cometen injusticias todos los días, nuestros muyahidin continúan, gracias a Dios, con su lucha contra esta alianza satánica y combatiendo a todos los que participan en ella y a todos los que nos matan en todas partes en defensa de nuestra nación islámica”.

La retórica utilizada tiene mucho en común con la empleada, con más o menos fundamento, por cualquiera que, a continuación, se propone agredir de forma violenta a quien considera su rival o su enemigo. El esquema es muy parecido independientemente del contexto en el que la rivalidad o la enemistad tenga lugar. Primero me declaro víctima de la “perversidad” de mi enemigo para convencerme a mi mismo y para intentar hacer ver a los demás que mi prevista respuesta será justa, por muy dura que pueda llegar a parecer.

Ahora bien, si además encuentro una idea fuerte, que me sirva como banderín de enganche para convencer a otros y sumar adeptos a mi causa, tanto mejor. Si detrás de la idea existe además un lider carismático que la soporta mejor aún. Y si esta idea llega a ser percibida como una verdad suprema, única e incontestable por presentarse avalada por la autoridad divina, al afán de venganza inducido por el victimismo, al romanticismo susceptible de ser generado por la defensa de una idea, y a la posible atracción carismática de un líder, viene a añadirse la seguridad en la posesión de la verdad que caracteriza a los fanatísmos de cualquier género, esos fanatismos de distinto signo que han sido responsables de las mayores atrocidades a lo largo de la historia.

Por eso, al hacer un juicio severo del planteamiento que subyace en ese comunicado, lleno de victimismo – no entraré ahora a dilucidar sobre sus posibles fundamentos- y de apelaciones retóricas a la divinidad para justificar el secuestro y la muerte de los “infieles”, no me limitaré a expresar la desazón y el rechazo frontal que me provoca este hecho concreto, que son ciertamente muy grandes. Quiero hacer extensiva mi aversión más radical a cualquier tipo de fanatismo de los muchos que a lo largo de la historia han existido y, desafortunadamente, siguen existiendo.

Por eso me despido hoy con un brindis por la duda y por la tolerancia.



jueves, 10 de diciembre de 2009

Bravo por Sarkozy y Brown

En un artículo firmado en común en 'The Wall Street Journal', los primeros ministros de Francia y el Reino Unido han manifestado que "sencillamente no es aceptable" que, cuando se producen las crisis, los contribuyentes sean los paganos mientras que cuando se recupera la economía se beneficien únicamente los accionistas y empleados de los bancos.

Los dos dirigentes han calificado de "prioritario" aplicar un impuesto extraordinario a las primas bancarias "dado que las primas correspondientes al año 2009 se han elevado gracias al apoyo gubernamental al sistema bancario". Afirman asimismo que se ha descubierto “que una red global enorme y opaca, basada en productos complejos, cálculos a corto plazo y remuneraciones con demasiada frecuencia excesivas, ha creado riesgos que muy poca gente entendía". Y proponen, en consecuencia, un cambio en la normativa europea para evitar estos desaguisados.

Actuando de forma coherente con estas ideas el Reino Unido acaba de dar un paso importante para poner coto a la desvergüenza con que los directivos de la banca se han asignado retribuciones escandalosas en forma de primas y bonos. Me refiero al recién aprobado impuesto conocido como “supertasa”, que grabará a los bancos con un 50% del dinero que destinen a primas de sus empleados.

Los dirigentes de los bancos ya han comenzado a poner el grito en el cielo, dando muestras una vez más de un comportamiento cínico, arrogante e insolidario. Después de incurrir en unas prácticas intolerables con las que obtenían primas escandalosas, mientras ponían en riesgo la economía mundial y de paso el empleo de millones de trabajadores; después de hacer endeudarse a los gobiernos para salir en su ayuda y evitar el colapso general, encantados de haberse conocido, pretenden seguir premiándose a sí mismos de forma descarada y sin control, como si aquí no hubiera ocurrido nada.

Por eso no puedo menos que alegrarme de que dos primeros ministros de distinto signo político como Brown y Sarkozy sean capaces de ponerse de acuerdo para intentar poner coto a estos vampiros de cuello blanco. Bravo por ellos.

Buenos días y hasta la próxima.



martes, 8 de diciembre de 2009

J.K. Galbraith: viejas citas, admiración permanente

Si tuviera que destacar unas pocas lecturas entre el conjunto de las realizadas a lo largo de mi vida hay una que ocuparía entre ellas un lugar destacado. Se trata de “La era de la incertidumbre”, una obra escrita por John Kenneth Galbraith. Aunque es de mediados de los setenta, sigue teniendo vigencia. Su origen está en una serie de divulgación económica para televisión que le encargó la BBC. Quizás por ello añade cercanía y claridad a la ya habitual frescura, profundidad y agudeza de los análisis económicos característicos de este autor estadounidense de origen canadiense (Ontario 1908 – Cambridge, Massachusetts 2006), profesor de Harvard y gran amigo y colaborador del presidente Kennedy. (Una breve información adicional sobre su vida y obra puede encontrarse en

http://es.wikipedia.org/wiki/John_Kenneth_Galbraith ).

Después de tenerlo bastantes años olvidado en las estanterías de mi cuarto de trabajo, he vuelto a repasar algunos de sus capítulos más interesantes y me he ido tropezando con algunas frases que subrayé hace años en sucesivas lecturas. Lo curioso es que he encontrado, sin sorpresa alguna, que la mayoría siguen teniendo la misma actualidad y el mismo interés que me hizo destacarlas en su día. Es más reconozco en algunas de ellas una clara contribución a la formación de mi propio pensamiento. Como expresión de ese reconocimiento me voy a permitir recoger en esta entrada una selección que me apetece compartir. Es ésta:

**********


Cuando las cosas son simples hay que evitar el hacerlas complicadas; hay otras maneras de demostrar la sutileza mental”


No puedo estar más de acuerdo aunque asumo que no siempre resulta fácil hacerlo para quienes no tenemos la sutileza y la brillantez de Galbraith. Por otro lado la frase del autor me ha hecho pensar en otra que podría añadirse y que, sin duda, también corresponde con su pensamiento. No en vano sería la correlativa de la anterior: “Cuando las cosas son complejas hay que evitar análisis simples: sólo pueden entenderse si se tiene en cuenta su complejidad”.

***********


La gente tiende siempre a defender lo que tiene y a justificar lo que quiere tener. Y su tendencia es considerar justas las ideas que sirven a tal objeto. Las ideas pueden ser superiores al interés creado, pero, muy a menudo, son también fruto de este interés”


Una verdad de ayer, de hoy y seguramente de mañana. ¿Quién no intenta buscar alguna teoría que justifique sus comportamientos por criticables que parezcan?

************


Los privilegiados están dispuestos a correr el riesgo de la destrucción total, antes de renunciar a cualquier parte material de sus ventajas”


Si alguien intenta buscar excepciones concretas comprobará lo difícil que resulta encontrarlas. Y, aun si las encuentra, habrá podido comprobar el carácter de excepción que confirma la regla.

*************


En pocas cosas de la vida hay un abismo tan grande como el que media entre una seca y antiséptica declaración política, hecha por un hombre elocuente en una tranquila oficina, y lo que ocurre a la gente cuando aquélla se pone en práctica”


Quede constancia que Galbraith sabía muy bien de que hablaba, por economista y por político. Y tampoco hace falta ser un lince para pensar en cómo determinadas decisiones de política económica pueden afectar y afectan hoy a las vidas de multitud de ciudadanos.

************


Yo opino que si el hombre está lo bastante preocupado por ganar dinero, su comportamiento reflejará esta preocupación, y será aproximadamente el mismo en cualquier tiempo o lugar. Por sentido moral, por precaución o por conciencia -Mencken dijo una vez que la conciencia es”la voz interior que nos advierte de que alguien puede estar mirando”-, la mayoría permanecerá lógicamente dentro de la ley. Pero una minoría bastante estable se verá impulsada a traspasar la frontera de la bellaquería declarada”


A la vista de los comportamientos de muchos de nuestros políticos y de las prácticas de la banca que han desembocado en la crisis actual, creo que Galbraith resulta un tanto benévolo. Los que traspasan la frontera son seguramente más de los que él apunta. Y me temo, siguiendo a Mencken, que a muchos de los que no lo hacen no se lo impide la conciencia moral, sino la sospecha de que alguien puede estar mirando y pillarlos con las manos en la masa.

************


En 1933, la Gran Depresión era la mayor fuente de angustia. El presidente Hoover no era tonto... pero no supo enfrentarse directamente con el desastre económico de su tiempo. Reiteradamente dijo a los ciudadanos que la crisis había terminado; pero éstos sabían que no era así”


¿A qué me suena esto? …... Sin comentarios.


Roosevelt, en su discurso inaugural y en la legislación de los cien primeros días de su mandato, no dejó lugar a dudas. Dedicaría todas sus energías a remediar la miseria económica de aquellos días. La preocupación de la gente era su preocupación. Haría cuanto pudiese hacer. No prometía más”


También sobra cualquier comentario. Basta comparar.


*************


Y hasta aquí mi particular homenaje a Jonh Kenneth Galbraith, un hombre clarividente y comprometido con su tiempo.

Buenos días y hasta la próxima


lunes, 7 de diciembre de 2009

Políticos cesantes y el undécimo mandamiento

Aznar, Arzallus, Ibarretxe. Tres personas distintas y una misma transgresión verdadera. Me refiero a la transgresión del considerado por muchos el undécimo mandamiento, el que prescribe “no molestar”; un mandamiento de aplicación preferente a quienes, habiendo detentado un cargo importante, terminan su ejercicio y han de buscar acomodo al margen de su anterior reducto de poder. No alcanzo a imaginarme las razones, pero a algunos se les hace extremadamente difícil asumir que su tiempo ya pasó.

A nadie sorprende ya la irrefrenable tendencia del expresidente Aznar a impartir doctrina sobre lo que es bueno o malo para España o sobre los posibles defectos de gestión de sus sucesores en el gobierno o en su partido. Lo hace a menudo, con voz engolada, desde su particular tribuna de Faes, o con un pretencioso y afectado inglés (no sé si de Texas o de Quintanilla de Onésimo) en bien remuneradas conferencias en alguna universidad americana. No voy a negarle, ni a él ni a nadie, su derecho a expresar libremente sus opiniones -faltaría más-, pero no estaría mal que, por respeto con sus sucesores en el gobierno y en el partido, intentara mantener un tono prudente, que les facilitara el ejercicio desde su particular manera de entenderlo. Asumiría así con dignidad que su tiempo ya pasó y que sus sucesores están ahí porque quien tenía la posibilidad de decidirlo así lo ha querido.

A nadie sorprende tampoco la incontenible tendencia de Xabier Arzallus a torpedear a sus sucesores en la dirección del PNV. Lo hizo de manera insolente y airada con su relevo inmediato, Josu Jon Imaz, representate de una línea del partido abierta al entendimiento con los partidos de ámbito estatal, a quien, con la inestimable colaboración de su fiel escudero Egibar. ni por un momento dejó de poner palos en la rueda. Pero es que tampoco se lo pone fácil al actual presidente del PNV, Iñigo Urkullu, a pesar del afán de éste por adoptar posturas tendentes a la conciliación entre las diferentes sensibilidades del partido. Arzallus, como Aznar, son, en mi opinión, una buena muestra de falta de elegancia y deportividad . Son también unos habituales transgresores de este peculiar undécimo mandamiento.

Por si esto fuera poco reaparece ahora con ímpetu, en la escena política vasca, el exlehendakari Ibarretxe. A pesar de sus manifestaciones posteriores a la elecciones en las que parecía aceptar el final de su tiempo político, su reciente aparición en una conferencia insistiendo en la idea central de su última legislatura como lehendakari (el derecho a decidir) y en la idea de que ningún partido que no sea el PNV puede ostentar el liderazgo del pueblo vasco, permite sospechar que la cosa no está tan clara y que se puede convertir, si no lo es ya, en un transgresor cualificado del citado mandamiento. Y en este caso me voy a permitir sugerir alguna posible razón que podrían avalar lo que no deja de ser un poco más que una intuición.

Como me gusta tener información de primera mano sobre el pensamiento y las propuestas de diferentes protagonistas de nuestra vida política, y como además dispongo de tiempo suficiente para hacerlo, suelo seguir algunos blogs, y entre otros lo hago asiduamente con el de I.Urkullu. Pues bien, después de leer en él el contenido de una entrada en la que el autor hacía una interesante propuesta para la estabilidad institucional para la legislatura, hice yo una entrada en el mío en la que la comentaba en términos elogiosos (ver la entrada del 11 de Julio de 2009, titulada “Sobre la propuesta de estabilidad del PNV”: http://pacogomez45.blogspot.com/2009/07/proposito-de-la-propuesta-de.html ). No conforme con eso tuve la ocurrencia, no sé si feliz, de incluir lo fundamental de esta entrada en el blog de Urkullu como comentario a la suya. Para ser honesto no quise excluir una referencia crítica del original a los planteamientos intransigentemente soberanistas de Ibarretxe que, en mi opinión, habían hecho imposible un gobierno de coalicción o un pacto de legislatura de carácter trasversal entre el PNV y el PSOE. Los comentarios posteriores del blog, muchos de ellos bastante agresivos con el mío a propósito de esta referencia, me permitieron comprobar la adhesión incondicional, casi religiosa, que muchos militantes o simpatizantes del PNV tienen para con Ibarretxe. Así son las cosas y así hay que reconocerlas. Por eso entiendo la posible tentación de volver al protagonismo. Por eso entiendo también que su reaparición en el escenario político, junto con la presencia de Egibar y la actuación subterránea de Arzallus, pueden hacer más difícil cualquier intento de la dirección actual del PNV por propiciar el diálogo entre partidos nacionalistas y no nacionalistas, por buscar acuerdos de carácter trasversal y, como consecuencia, por desdramatizar la vida política vasca. Por eso mismo pienso que, como Aznar y como Arzallus, también Ibarretxe debiera recordar y cumplir el undécimo mandamiento: no molestar.

Feliz semana




viernes, 4 de diciembre de 2009

El Dios que yo imagino

La polémica actual sobre la presencia o no del crucifijo y otros símbolos religiosos en las escuelas, que para mi tiene una importancia relativa, me inspira una reflexión de mayor calado. Quienes hemos sobrepasado cumplidamente los sesenta hemos tenido la oportunidad de ser testigos de la evolución de la forma de presencia de la religión en la sociedad, en los modos al uso de vivirla por los ciudadanos y en la forma de relación entre lo religioso y lo civil, entre la iglesia oficial y el poder político. Fuimos testigos y víctimas de una época con unos planteamientos religiosos opresivos hechos por una iglesia oficial en franca connivencia con el poder civil surgido de la victoria en una guerra civil bendecida como “cruzada”. Nada se escapaba entonces a la influencia cultural de lo religioso. Cada momento de la vida era filtrado por alguna vivencia, por alguna experiencia, consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria, de lo religioso. Y todo eso de la mano de un dios que nos dibujaban poderoso y justiciero, que pedía resignación a los pobres y premiaba las “caridades” de los ricos. Un dios que, traducido por sus ministros, parecía más preocupado por el sexo que por las injusticias sociales, más por garantizarse una clientela resignada de misa y rosario que por la reivindicación de los derechos individuales y colectivos.

Por fortuna, vivimos luego otros tiempos en que el impulso dado desde el Vaticano por un hombre bueno, Juan XXIII, fue diluyendo esa imagen severa del dios poderoso para dibujar otra más preocupada por los problemas de la gente, más bondadosa y más risueña, inspiradora de una acción comprometida en la lucha por las causas de la solidaridad, la libertad y la justicia. Una parte importante de la jerarquía católica española de la época, con Tarancón como figura destacada, y grupos significados de cristianos contribuyeron a perfilar esa imagen renovada de un dios comprometido con esas causas, infinitamente más bondadoso y compasivo, mucho más implicado en la defensa de los débiles y menos comprometido con el poder. Lamentablemente, no parece que el impulso de este cambio haya persistido hasta hoy. Por el contrario parece que vuelve a presentarse ante nosotros la imagen oficial de un dios conservador demasiado preocupado por cuestiones que, sin ser despreciables, no son las más importantes.

Paralelamente estamos observando en la actualidad la imagen intolerante y fanática que ofrece de dios el sector más radical del islamismo en su pretendida lucha contra los “infieles”. Una imagen más de un dios que se manifiesta cruel e intolerante y que busca dominar y controlar las mentes y las vidas de sus fieles. No es de extrañar que estas imágenes resulten cuando menos poco atractivas para una gran mayoría de personas. Tampoco a mi me gustan. No puedo imaginar y creer en un dios así.

El dios que yo imagino no es un dios convencional, secuestrado e interpretado a su gusto por instituciones de poder. Esas instituciones históricas y actuales que han reclamado en el pasado o reclaman hoy para sí la propiedad de un dios verdadero y auténtico frente al dios o los dioses de otras religiones que reclaman también para sí la representación de dioses igualmente auténticos, verdaderos y excluyentes. Teniendo como tengo infinidad de dudas -que no confío demasiado en poder resolver-, estoy sin embargo convencido de que, si hay un dios, ha de ser el mismo para todos, europeos, asiáticos y africanos, budistas, musulmanes y cristianos. Me lo imagino como el inspirador de lo mejor que late en el corazón del ser humano, de las ideas y de los valores que orientan su acción y la de los grupos de pertenencia hacia la promoción de la libertad, la justicia y la solidaridad; no importa si se declaran budistas, musulmanes o cristianos. Es más, aun a riesgo de que alguien se pregunte si desvarío, creo infinitamente más en el dios ignorado o negado por un agnóstico o un ateo confesos, cuando estos se comprometen en la lucha por la justicia, que en el dios, demasiado místico y a menudo blando, al que se venera o se reza en las pagodas, en las mezquitas o en las iglesias cristianas. Si Dios existe, no estoy para nada seguro de que esos sean los lugares en los que se siente más cómodo.

No creo para nada en el dios de las guerras de religión, ni en el dios en cuyo nombre se quemaba a los herejes en la hoguera, ni en el de la espada y la cruz de los conquistadores, ni en el de las cruzadas, ni en el de la yihad islámica. No creo en un dios adicto a la ampulosidad y al boato, a las formalidades y los ritos vacíos, ni en un dios de espiritualidades blandas y anodinas que no lleven al compromiso. No me gusta la idea de un dios de grandes dogmas y de verdades absolutas. Puedo, sin embargo, imaginarme un dios que inspira a los que se empeñan en la lucha por la libertad, por la paz en la justicia y por la solidaridad entre las personas y los pueblos. Y también un dios compasivo que compense algún día de algún modo, aquí o allá, a las víctimas de la injusticia, de la insolidaridad y de la intolerancia.

Buenas noches y hasta la próxima


jueves, 3 de diciembre de 2009

Por el respeto a la Constitución

Afortunadamente tenemos el privilegio, que no es universal, de vivir en un país con una constitución democrática. Quienes hemos vivido una parte no pequeña de nuestra vida los años de la dictadura sabemos, o deberíamos saber y tener bien presente en la memoria, el valor de un hecho como éste, incluso si pensáramos que la constitución actual no es la mejor de las posibles y que no es capaz de satisfacer al cien por cien nuestras aspiraciones. Entre otras cosas porque las aspiraciones individuales y de grupo de todos los ciudadanos no son idénticas y no siempre resulta posible conciliarlas. Precisamente por eso cualquier constitución democrática, incluída la española, prevé los mecanismos que podrían conducir a su modificación si se diera un consenso suficiente al respecto. Y, precisamente por eso, aunque no se pueda pretender que todo el mundo la ame apasionadamente, sí que es exigible que se le reconozcan sus méritos, se la acate, se la respete y se la defienda contra cualquier intento de pasarla por encima.

Viene esto a cuento de que, estando como estamos a tres días de la celebración del día de la constitución, uno no deja de sentir cierta perplejidad ante las manifestaciones de algunos de nuestros políticos que, en mi opinión, son expresivas no ya de una falta de entusiasmo por ésta constitución -que eso no es exigible-, sino de una falta del respeto y del acatamiento debido a una norma básica que reconoce y defiende nuestros derechos fundamentales y que estructura y regula la convivencia entre ciudadanos y las relaciones interterritoriales. Aceptando como aceptamos que puede mejorarse, el respeto y el acatamiento no están para nada reñidos con la aspiración a que pueda mejorarse en el futuro.

Para ser más concreto voy a referirme a las manifestaciones, que aparecen en la prensa de hoy, de dos políticos bien distintos: uno es el presidente del PNV de Álava, Iñaki Gerenabarrena, y otro el presidente del gobierno Rodríguez Zapatero. Al criticar la prevista presencia de Patxi López, actual lehendakari del gobierno vasco, en los actos de celebración del día de la constitución, dice Iñaki Gerenabarrena que “se equivoca de arriba a abajo al festejar una constitución en la que la mayoría de los vascos no se siente cómoda”. Y añade que “va a hacer un gesto político en contra de la opinión de la mayoría social y política de este país” (el País Vasco se entiende). Unas manifestaciones que responden bastante bien a una tendencia desmedida -muy común por otro lado en nuestra sociedad- a realizar afirmaciones categóricas con base en los sentimientos y deseos personales más que en datos objetivos. Porque ¿con qué fundamento objetivo puede afirmar que el presidente de un gobierno, que lo es en función de la relación de fuerzas salida de las urnas, hace un gesto político en contra de la opinión de la mayoría social y política? ¿Con qué parámetros, al margen de los resultados de las urnas, puede medirse mejor lo que son mayorías sociales y políticas? Por la misma regla de tres debería Gerenabarrena asumir también que cuando su partido, estando en el poder, se ausentaba de las celebraciones, hacía también un gesto en contra de la mayoría social. Y sin embargo creo que su actuación era legítima, tan legítima como la del lehendakari actual. Legítima sí, pero probablemente poco cortés y seguramente un tanto injusta , sobre todo si tenemos en cuenta que de la constitución actual surgió el desarrollo de la autonomía vasca que ha permitido al PNV encabezar el gobierno durante las tres últimas décadas.

La otra manifestación a la que aludía más arriba le pertenece al presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, que respondiendo a una pregunta en el Parlamento expresó ayer su deseo de que el pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto Catalán confirme la constitucionalidad del mismo. Humanamente entiendo su deseo, teniendo en cuenta su arriesgado compromiso de partida de dar por bueno sin más lo que saliera del Parlamento de Cataluña, pero debe entender que la manifestación pública de su deseo tiene visos de ser una presión más, de las muchas que se vienen ejerciendo sobre un tribunal que no está para complacer deseos de parte, sino para juzgar de la constitucionalidad o no de un texto legal como es el Estatuto. Por eso lo políticamente correcto -y él es hoy el político español de más rango- es que desee que el Tribunal Constitucional resuelva de la forma más escrupulosa y neutral posible sobre el texto en cuestión. Eso es honrar y respetar la constitución. Una condición necesaria para exigir a todos los demás, de él para abajo, que la respeten también. Y dicho esto, quiero dejar constancia de que sería bueno que el Estatuto fuera declarado constitucional, si es que efectivamente lo es, pero no porque se estén produciendo presiones tremendas al tribunal desde diferentes ángulos.

Buenos días y hasta la próxima


lunes, 23 de noviembre de 2009

La educación en crisis

Acabo de leer un artículo muy sugerente de Eduardo Punset en el que defiende que, entre todas las actividades sociales, la que experimenta hoy una crisis más profunda es la educación. Llega a afirmar que es la educación “la que menos está respondiendo a las exigencias de las sociedades modernas”. Si esto último fuera cierto -y no dudo de que en gran parte lo es- no habría más remedio que reconocer la necesidad de una profunda transformación de cara al próximo futuro. No en vano pensamos que uno de las objetivos fundamentales de la educación consiste en acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes en el desarrollo de su capacidad para vivir como ciudadanos activos, responsables, y participativos en la sociedad de la que forman parte. Si resulta que uno de los rasgos más obvios de la sociedad actual es el cambio continuo y acelerado, una educación que no se adapte a las exigencias de los ritmos de ese cambio es una educación en crisis profunda.

Y el hecho es que nuestra sociedad se va haciendo cada vez más compleja, interdependiente y globalizada. En ella los flujos se multiplican, la percepción de la desigualdad entre los más ricos y los más pobres se hace más palpable, la convivencia entre culturas diversas plantea nuevos y complejos problemas y muchos de los valores tradicionales han entrado en una profunda crisis, a veces para bien y otras no tanto. Y, por si fuera poco, resulta que la acumulación histórica del conocimiento obliga a plantearse la difícil negociación entre la especialización necesaria y el trabajo de actitudes y competencias generales, absolutamente imprescindibles para el desarrollo de la capacidad para aprender con autonomía, comunicarse y convivir con los demás (personas y grupos).

En este contexto se pregunta Punset cuál será la misión de los sistemas educativos en el futuro. Una pregunta del todo pertinente a la que da, en mi modesta opinión, una respuesta también pertinente aunque parcial, seguramente por poner el énfasis en algo que sin duda es muy importante. Dice textualmente que “ los esfuerzos venideros en materia educativa apuntarán a reformar los corazones de la infancia y la juventud, olvidados por la obsesión exclusiva en los contenidos académicos”. Y no puedo estar más de acuerdo. Sólo que el que haya que potenciar este aspecto no es razón para negar, como el hace (probablemente por enfatizar), la importancia que deberá seguir teniendo como objetivo el ayudar a “pertrechar sus mentes” para abordar con solvencia el análisis riguroso y crítico de la sociedad en que les toca vivir, para hacerlo de una manera más consciente, más participativa y, en definitiva más humana. Inevitablemente eso habrá de hacerse trabajando sobre unos contenidos académicos muy bien seleccionados y que deberán irse adaptando necesariamente a las nuevas circunstancias de un mundo en cambio continuo y a ritmo acelerado.

Más allá de esta reflexión crítica quiero manifestar mi total acuerdo en la importancia de apuntar a la reforma de los corazones de la infancia y la juventud. Y también en que para ello, en nuestra sociedad de hoy, hay que trabajar en dos objetivos: uno “ aprender a gestionar la diversidad de las aulas modernas, a las que ha cambiado profundamente su cariz la globalización”; otro “ fomentar el aprendizaje de las emociones positivas y negativas, que son comunes a todos los individuos y previas a los contenidos académicos, es decir, aprender a gestionar lo que nos es común a todos”. Se trataría, por un lado, de “fomentar la inteligencia social y no sólo la individual, hacer que sirva para concatenar cerebros dispares y distintos, tomando buena nota de sus diferencias étnicas, culturales y sociales”; y, por otro, de “ enseñar a los jóvenes a gestionar la rabia, la pena, la agresividad, la sorpresa, la felicidad, la envidia, el desprecio, la ansiedad, el asco o la sorpresa”.

Está claro que añadir estos objetivos a la tarea de educar, además de los otros que también tiene y que no pueden menospreciarse, convierte la profesión de maestro en una profesión que, según el propio Punset, “lejos de ser liviana, ... tendrá un contenido más profesional y complejo que cualquier otra”.

Desde mi particular dedicación de más de treinta años a la educación quiero aprovechar esta reflexión de hoy, hecha al hilo del artículo de Punset, para alentar los maestros a trabajar con empeño en el logro de estos objetivos, para dejar constancia de mi reconocimiento y aprecio personal a los maestros que he tenido, y también para felicitar a todos los maestros, en particular a quienes han sido alumnos míos, con motivo de la celebración el próximo día 27 del día del maestro.

Con mi felicitación, un abrazo y hasta la próxima


Nota: Para quien tenga interés en leer el artículo de referencia, aquí dejo la dirección en la que puede encontrarlo:

http://www.eduardpunset.es/2225/general/la-crisis-de-fondo-esta-en-la-educacion


viernes, 20 de noviembre de 2009

Pragmatismo, ética y estética

Llevar a cabo de forma plausible cualquier empresa o resolver convenientemente cualquier situación más o menos complicada, de las muchas en que nos vemos implicados a lo largo de nuestra vida, nos plantea con frecuencia un juego dialéctico entre lo práctico, lo ético y lo estético. O, dicho de otro modo, lo que resulta más útil para nuestros intereses materiales, lo que comulga mejor con los principios de la ética, al menos de una ética civil de mínimos, y lo que puede causar mejor imagen de nosotros mismos ante los demás. En situaciones de este tipo, una solución estética, adoptada mirando complacer los gustos de las mayorías, puede no ser práctica y también puede responder a criterios éticos discutibles, incluso si son compartidos por amplias mayorías. Una solución práctica, puramente utilitarista, puede resultar poco estética y estar en franca contradicción con principios éticos fundamentales para la convivencia. Por su parte, una solución ética no siempre casa bien con el utilitarismo y, aunque frecuentemente puede resultar también estética, no siempre encaja bien con los gustos mayoritarios.

Para ilustrar esta reflexión voy a servirme excepcionalmente de algunos acontecimientos deportivos recientes que resultan bien expresivos. En los últimos años la selección española de futbol podría ser un buen ejemplo de cómo abordar la competición deportiva con una razonablemente buena combinación de estos tres ingredientes. Resuelve asiduamente sus partidos ganando (es práctica), lo hace jugando con habilidad y elegancia (es estética) y, salvo excepciones poco habituales, con una forma de hacer en la que apenas tienen cabida la violencia, la marrullería y la trampa (es decir, no se resiente la ética). En contrapartida me vienen a la mente otros momentos del pasado en que esta selección funcionaba con criterios mucho menos estéticos, algo más marrulleros y, curiosamente, también menos prácticos. Esto implica que la primacía del utilitarismo sobre la ética y la estética no siempre garantiza el éxito práctico. Y sin embargo ocurre a menudo que la falta de ética, e incluso de estética, permite obtener resultados que, de una forma u otra pueden considerarse exitosos. Bastaría recordar también algunos episodios deportivos en que selecciones marrulleras y poco estéticas han ganado incluso campeonatos mundiales.

Hace justamente unos días hemos tenido ocasión de ver, en el deporte ,un acontecimiento que puede contribuir a ilustrar esta reflexión. Un futbolista del equipo nacional de Francia se sirve descarada y ostensiblemente de la mano para poder luego dar un pase de gol a un compañero. Este gol sirve a su equipo para clasificarse para jugar el campeonato del mundo y dejar fuera al equipo de Irlanda y ello a pesar de un juego nada brillante ni estético de la selección francesa, superada casi siempre por el equipo rival. Se trata, pues, de una magnífica ilustración de como el sentido de lo útil se ha impuesto claramente tanto a lo ético como a lo estético. Afortunadamente, a la hora de valorar el hecho, son muchos, incluso muchos franceses, los que reprochan la actitud del futbolista tramposo , consideran éticamente lamentable su acción y confiesan que la forma de obtener el éxito práctico por su selección no resiste tampoco una mirada estética. En contrapartida, como ocurre siempre, también existen utilitaristas que consideran que lo importante es la clasificación y no el modo de obtenerla. En definitiva, la vieja cuestión de los medios y los fines.

El ejemplo deportivo es sólo eso, un ejemplo con bastante repercusión informativa, pero con una trascendencia menor que otros muchos que se producen en la vida diaria. Se me ocurre pensar, por ejemplo, en un hecho también de actualidad en que se ven implicados aspectos humanos y sociopolíticos de mayor calibre. Me refiero a la situación que vive la activista saharaui Aminatu Haidar, expulsada por Marruecos a España, en huelga de hambre en un aeropuerto para reclamar su derecho a volver a su país. Al parecer las autoridades españolas, en aras de un pragmático entendimiento con un gobierno poco respetuoso con los derechos humanos como el marroquí, la retienen en España, resistiendo incluso las presiones de Amnistía Internacional, que les ha pedido insistentemente que no la obliguen a estar en España en contra de su voluntad. Un buen ejemplo de cómo, desafortunadamente, se imponen en nuestra sociedad los criterios pragmáticos de la “real politic” sobre los valores éticos. Incluso yo diría que, también en este caso, sobre los estéticos. Especialmente si hacemos memoria y recordamos cómo en su día el partido en el poder presumía de su cercanía con el frente polisario y sus aspiraciones.

Así parecen ser las cosas. Buenos días y hasta la próxima.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un cóctel agridulce

Alivio, perplejidad e irritación. Son tres componentes del cóctel de sensaciones con el que sospecho que muchos hemos vivido el desenlace del secuestro del pesquero Alakrana en el día de ayer. Al menos es mi cóctel y el que dejan entrever algunos comentarios que me he tomado la molestia de leer en la prensa de hoy. Me explicaré por partes:


Alivio

No creo que haya nadie con tan malas entrañas que no deseara que este secuestro terminara con la liberación de todos los tripulantes y pescadores del Alakrana. Y si hubiere habido algún partidario de soluciones que pusieran en riesgo sus vidas, lo estaría haciendo con tan mala conciencia que ni siquiera se habría atrevido a proponerlo abiertamente. Lo más que se ha podido ver al respecto han sido algunas muy veladas insinuaciones de difícil interpretación. Lo cierto es que la práctica totalidad -al menos eso creo- de quienes hemos seguido con preocupación el secuestro hemos sentido un gran alivio por las propias víctimas del mismo, lo marineros, y por sus familiares y amigos. Al fin y al cabo la pérdida de vidas humanas hubiera sido seguramente lo único irreparable. De ahí que todo el mundo se congratule por ello y creo que sinceramente y no por una cuestión de imagen.


Perplejidad

La perplejidad es el segundo ingrediente del cóctel. Y no tiene que ver con el hecho en sí de que la liberación del pesquero haya sido el resultado del pago de un rescate . Al fin y al cabo es como suelen terminar la mayoría de los secuestros sin víctimas, y ahí está, sin ir más lejos, el precedente del Playa de Bakio. La perplejidad se debe sobre todo al revestimiento informativo con que el gobierno nos ha obsequiado, empezando por el presidente, continuando con la vicepresidenta y terminando con los otros dos ministros implicados (exteriores y defensa) en esa “célula de crisis” un tanto marxiana (con perdón del siempre brillante Groucho).

No puede ser que se presente como un éxito la solución de un secuestro previo pago de una cuantiosa suma (la más alta hasta ahora en el secuestro de un pesquero), es decir con una victoria en toda regla de los secuestradores. Estamos dispuestos a ser generosos con nuestros gobernantes y aceptar que el valor supremo de la vida sirva como justificante. Pero resulta bochornoso que, en lugar de aceptar con humildad que no se ha podido solucionar de otro modo sin riesgo de poner en juego la vida de los pescadores, se pretenda presentarnos la solución como el resultado de una esforzada y maravillosa gestión llevada a cabo por los responsables de la diplomacia, la justicia y el ejército; y todo ello en el marco del más escrupuloso “respeto a la legalidad”. La cuestión al final es mucho más sencilla y no requiere ni tanto esfuerzo ni tanta astucia: los secuestradores han pedido un rescate, se les ha pagado y han liberado el barco. Por si esto fuera poco, en el entreacto se ha enredado el asunto con el apresamiento de dos piratas y la desafotunadísima gestión del mismo, con un peloteo infumable entre la fiscalía y los jueces, entre unos jueces y otros.


Irritación

La irritación deriva del hecho de que, con su actitud al presentar así las cosas, parece que nuestro gobierno, con el presidente a la cabeza, nos toma por imbéciles pensando que sus explicaciones pueden resultar convincentes. Podemos entender y entendemos las grandes dificultades que plantea abordar un secuestro como éste desde la loable decisión de salvaguardar la vida de los secuestrados. Por lo mismo entenderíamos muy bien que nuestro presidente, en lugar de sacar pecho, hubiera salido revestido de humildad, a expresarnos su satisfacción por la salvaguarda de las vidas, e inmediatamente a reconocer que siente la frustración de no haberlo podido hacer sin pagar rescate, deteniendo a los secuestradores y poniéndolos a disposición de la justicia.

De haber sido así el alivio que sentimos, habría mezclado bien con la comprensión y hasta la disculpa. Pero tal y como han ido las cosas, y muy a pesar nuestro, el alivio por la libertad de los secuestrados combina perfectamente, en un cóctel de sabor agridulce, con nuestra perplejidad por las explicaciones y la irritación por pretender que seamos tan imbéciles que comulguemos con ruedas de molino.

Buenos días y hasta la próxima


martes, 17 de noviembre de 2009

Por la cuasi-utopía de una sociedad vasca en convivencia respetuosa

A la vista de la aparición recurrente de actitudes y comportamientos que enrarecen y hacen difícil una sana convivencia entre personas y grupos que, en el País Vasco, conciben y siente de manera muy diferente su propia vasquidad, me viene a la memoria algunas cosas que escribía yo hace unos años, en tanto que profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales en una Escuela de Magisterio, como aportación al intento de renovación del Curriculum vasco para la educación obligatoria.

Una de las líneas conductoras de aquella reflexión era la idea de que uno de los objetivos básicos de la educación consiste en “aprender a vivir juntos”. A propósito de este gran objetivo decía lo siguiente:

Aprender a vivir juntos exige tomar conciencia cabal de la existencia de la diversidad: diversidad de sexos, razas, culturas y religiones; diversidad de ideas y de intereses, a menudo en conflicto; diversidad de situaciones económicas y de posibilidades de acceso a la educación y promoción; diversidad en condiciones sanitarias, etc. Profundizar en el análisis de esas desigualdades, en los conflictos que en conexión con ellas se plantean y en las posibles causas históricas o actuales que los generan o los enconan, comenzando por los grupos elementales de pertenencia, entra de lleno en el trabajo propio del área de Ciencias Sociales. Y también le es propio el ocuparse de facilitar a los alumnos el conocimiento de las estructuras organizativas y de las normas de las que los diferentes grupos se han ido dotando para atender a las necesidades e intereses comunes de muy diferentes tipos, dirimir intereses contrapuestos, prevenir posibles conflictos y regular y administrar los existentes.

Una tarea importante a realizar ... consiste en ayudar a los alumnos en su proceso de integración crítica y constructiva en una sociedad vasca de carácter plural y pluricultural, con un pasado histórico largo y complejo, que ha cristalizado en un presente no menos complejo. Una sociedad que, teniendo una raigambre cultural y lingüística propia, está organizada sin embargo en territorios históricos que forman parte de estados y comunidades históricas distintas. Una sociedad en la que, a las tensiones y conflictos propios de cualquier otra, se añaden algunas derivadas de sentimientos identitarios y de pertenencia diferentes entre sus habitantes. En este contexto las Ciencias Sociales deben ayudar a formar ciudadanos que, desde sus propias identidades y respetando las de los demás, sean capaces de solucionar pacífica y democráticamente los conflictos. Y así, a partir de lo mucho común, que sin duda existe, y del reconocimiento de la diversidad como riqueza común, construir un futuro compartido, con rasgos propios pero en relación con los otros, solidario con ellos y abierto al futuro.

Para que así sea hay mucho que trabajar también, desde las CC.SS., en el terreno de las actitudes necesarias para hacerlo posible. Su propia condición de ciencias peculiares, incapaces por un lado de generar certezas absolutas pero, por otro lado, exigentes en la búsqueda de mejores y más rigurosas interpretaciones, facilita el trabajo de dos actitudes fundamentales para la convivencia y para la solución de conflictos. Una muy importante es el antidogmatismo. Si descubrimos que las Ciencias Sociales no nos permiten alcanzar certezas ni verdades absolutas –aun siendo diligentes y rigurosos en la búsqueda-, el dogmatismo y el fanatismo de cualquier índole no tienen cabida. Se hace preciso ser humildes, reconocer que seguramente no estamos en posesión de la verdad, o al menos de toda la verdad. A partir de ahí estamos en mejor disposición para un diálogo constructivo. Pero, por otro lado, sabemos que las Ciencias Sociales pueden aportarnos mejores aproximaciones explicativas en función del rigor con que trabajemos y de la disposición a afinar los análisis en lugar de limitarnos a los trazos gruesos. De ahí la importancia de trabajar en el área la segunda actitud a la que nos referíamos: el rigor y el cultivo de los matices”

Otro de los grandes objetivos que se proponía consistía en “aprender a ser uno mismo” en un mundo diverso y plural. En relación con esta idea vuelvo a subrayar hoy lo que decía ayer: “También tienen las Ciencias Sociales interesantes aportaciones que hacer al servicio de la construcción de cada persona como ser único e irrepetible en relación con los otros. Porque, sin menosprecio del componente biológico, cada individuo va construyendo su personalidad, su modo de ser y de actuar en la relación con los demás, a partir de las influencias de los grupos de pertenencia y de las referencias culturales específicas de los mismos, pero también a partir de las cada vez más numerosas interacciones entre las diferentes culturas, tanto las que tienen lugar en cada ámbito territorial, cada vez más numerosas y complejas, como las que ocasionan los múltiples flujos de todo tipo que caracterizan a una sociedad cada vez más global e interactiva.

Desde esta perspectiva las Ciencias Sociales tienen, en el marco del curriculum vasco, como mínimo, un triple reto. En primer lugar el de ayudar a los alumnos a percibirse a sí mismos como seres individuales con una dignidad igual a la de cada una de las demás personas, sea cual sea su sexo, raza, color, cultura, condición social, etc., y como tales sujetos de derechos individuales inalienables. El segundo el de acompañarlos en el proceso de identificación de los rasgos que los definen como miembros de una sociedad vasca cultural y lingüísticamente plural, en que cada uno se siente más identificado con una o con otra de las lenguas y culturas en presencia, pero en el que se pretende, sin menoscabo de esa identificación afectiva, que cada miembro de la sociedad vasca valore y aprecie ambas como propias en tanto que parte de la riqueza cultural del propio país. Y en tercer lugar acompañarles en el proceso de identificación personal como ciudadanos del mundo que, desde la conciencia de su identidad personal única y la valoración de la propia cultura, sean capaces de preocuparse por conocer y sentirse solidarios con los demás pueblos, especialmente con los más desfavorecidos, víctimas con frecuencia de relaciones desiguales que es importante conocer”.

Con este punto de partida sobra decir que cada día me siento más incómodo, incluso más irritado, con los planteamientos de quienes, desde posiciones contrapuestas, o simplemente diferentes, se atrincheran en sus reductos ideológicos, o puramente afectivos, y pretenden construir una sociedad vasca a su imagen y semejanza, sin tener en cuenta o menospreciando, cuando no agrediendo, a quienes piensan y sienten de forma diferente. Desafortunadamente se observan, en el día a día, actitudes y comportamientos de parte y parte que no ayudan para nada la aceptación de que vivimos en un país plural en el que cada uno piensa como piensa y siente como siente y tiene el derecho a no ser agredido ni descalificado por ello, a ser respetado y a ser valorado. Eso sí, siempre que él mismo no agreda o descalifique a los otros, los respete y los valore como una parte igualmente importante de la sociedad de la que todos forman parte y entre todos deben construir en colaboración. No voy a entrar en detalles más o menos expresivos de un desencuentro fácil de ver para un observador atento. Me temo que cualquier ejemplo que trajera a colación sería interpretado como una ofensa por alguna de las partes. Hasta tal punto llegan las reticencias y la incapacidad para la autocrítica.

Así las cosas, ¿qué podemos hacer quienes creemos en la posibilidad de convivir pacífica y respetuosamente en la pluralidad?. Una de dos o seguimos insistiendo en una dura lucha contracorriente o nos refugiamos definitivamente en un nicho de melancolía. A estas alturas de la película, y ante estas opciones, uno tiene la tentación de la segunda, pero siente la obligación de seguir abogando por la casi-utopía de una sociedad vasca plural en la que prevalezca el respeto frente a la intolerancia.

Buenos días y hasta la próxima.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuestión de perspectivas: A propósito del secuestro del Alakrana

Es prácticamente un axioma que cualquier hecho o situación social, por sencillos que parezcan, presentan cierta complejidad y tienen en sí mismos varias caras. Por si esto fuera poco, cuando se convierten en objeto de análisis por parte de diferentes personas, concurren también diferentes enfoques, perspectivas y a menudo intereses a la hora de abordarlos. Y esto precisamente les da nuevo tintes, convirtiéndose de hecho en un factor más de complejidad. Siendo esto así habría que asumir de partida que cualquier intento de simplificar un problema, cualquier visión de parte, cualquier análisis reduccionista, cualquier interpretación unilateral, que intentara obviar su carácter poliédrico, conduciría inevitablemente a una visión incompleta y/o deforme del mismo. Estaríamos, por tanto, ante un mal punto de partida para abordarlo.

En las últimas semanas todos andamos preocupados por un hecho del que los medios de comunicación se hacen eco a diario de manera profusa y del que se ocupan también, por activa y por pasiva, a veces de modo simplista, tertulianos de todo pelaje y condición. Me refiero al secuestro del pesquero Alakrana por piratas somalíes, que retienen con el barco a toda la tripulación bajo amenaza de muerte si no se cumplen sus condiciones.

Si pretendemos hacer un análisis mínimamente riguroso del hecho mismo y de la situación que ha generado tendríamos que considerar como mínimo los siguientes aspectos:

  • El marco en que tienen lugar los hechos

  • Los hechos en sí mismos y sus protagonistas directos

  • Las personas (físicas y jurídicas) implicadas de manera indirecta

  • Las perspectivas ética, jurídica, política, etc. del problema

  • La dimensión internacional del asunto y sus implicaciones

Como puede inferirse de esta simple enumeración, en la que cualquiera que lea estas reflexiones echará en falta otros aspectos que ahora se me escapan, el análisis del problema desborda ampliamente mis posibilidades reales, aunque no debería ocurrirles lo mismo a quienes desde los despachos del poder tienen mucho mejores posibilidades para hacerlo con cierta solvencia. En cualquier caso no me ahorraré el esfuerzo de hacer mi personal aproximación.

1. En primer lugar es preciso subrayar el marco especialmente difícil y problemático en el que se desarrollan los hechos: Somalia. Se trata de un país pobre y convulso en que, en la práctica, no existen un gobierno ni unos poderes públicos con autoridad real y en que señores de la guerra, clanes y grupos mafiosos campan a sus anchas. Todo ello en buena parte como resultado de un pasado complicado al que no es ajena la presencia colonial europea en el siglo XIX y en la primera parte del XX. Como no pretendo aburrir aquí con un relato prolijo me permito remitir, para una visión somera a esta dirección http://es.wikipedia.org/wiki/Somalia . Al margen de las consideraciones históricas quiero señalar que, según los datos de Naciones Unidas la renta per cápita media en el año 2000 era de 240 dólares, es decir 0,60 dólares al día, o lo que es lo mismo 0,40 euros. Un dato suficientemente expresivo de la extrema pobreza en que vive la población somalí. Por si eso fuera poco incluyo un cuadro con algunos datos demográficos también muy indicativos de la realidad social que merece la pena valorar.


SOMALIA

Esperanza de vida al nacer: 49 años (2005-2010)
Esperanza de vida al nacer, hombres: 48 años (2005-2010)
Esperanza de vida al nacer, mujeres: 50 años (2005-2010)
Tasa global de fecundidad: 6,0 hijos por mujer (2005-2010)
Tasa bruta de natalidad: 43 nacimientos por cada 1000 habitantes (2005-2010)
Tasa bruta de mortalidad: 16 muertes por cada 1000 habitantes (2005-2010)
Mujeres en pareja de 15-49 años que usan anticonceptivos: 1 % (1996-2004)
Mortalidad materna: 1.100 cada 100.000 nacidos vivos (2000)
Partos atendidos por personal calificado: 25 % (1996-2004)
Mortalidad en niños menores de 1 año: 133 cada 1.000 nacidos vivos (2004)
Mortalidad en niños menores de 5 año: 225 cada 1.000 nacidos vivos (2004)
Malnutrición infantil: 26 % en menores de 5 años ( 1996-2004)

Fuente: Guía del Mundo· Instituto del Tercer Mundo, Uruguay

No haré comentarios. Que cada uno saque su propias consecuencias. Sólo añadiré que, a la vista de la situación política, económica y social que los datos dejan al menos entrever, no resulta nada sorprendente que haya surgido el problema de la piratería, y que cualquier programa de lucha contra la misma no estará bien enfocado si no tiene en cuenta este contexto.

2. Los hechos de referencia son suficientemente conocidos. Unos piratas somalíes secuestran un barco de pesca con su tripulación y piden a cambio un rescate de carácter económico. Dos de los piratas son detenidos, reclamados por la justicia española y traídos a España. A partir de ese momento su devolución se convierte en un elemento adicional en las reivindicaciones de los piratas. Esto añade una especial complejidad al problema si es que se pretende salvar al menos la apariencia de legalidad. En el rompecabezas se ven comprometidos de mala manera y con evidentes contradicciones los principios de legalidad, justicia y humanitarismo, sin que, por más que se diga, exista margen de maniobra para que todos ellos queden simultáneamente a salvo. Así de claro y así de complejo. Estamos ante un problema para el que cualquier solución admite críticas severas desde alguno de sus flancos.

3. En el problema están implicados de forma distinta varios tipos de protagonistas. Sin pretender detenerme en todos, voy a hacer algunas anotaciones sobre los que soy capaz de detectar como relevantes.

  • En primer lugar me referiré a los rehenes. Unos pescadores que se ganan difícil y peligrosamente su vida desafiando los riesgos que entraña el mar, asumidos por ellos como parte de la profesión, pero que se ven sometidos al riesgo añadido del secuestro y de las amenazas de muerte si este se produce. ¿Cómo no vamos a entender y solidarizarnos con las reclamaciones angustiadas de estos pescadores sometidos a la espera y a la incertidumbre sobre sus propias vidas?

  • En segundo lugar los familiares y amigos de las víctimas para quienes, por encima de cualquier otra consideración lo único realmente importante es recuperar a cualquier precio a sus personas queridas. Todo lo demás resulta para ellos comprensiblemente irrelevante. También merecen todo el respeto y toda la solidaridad.

  • En tercer lugar los piratas en cuya piel me resulta muy difícil meterme. Puedo entender hasta cierto punto que situaciones de necesidad extrema, derivadas de la extrema pobreza, puedan inducir a los piratas de a pié (digámoslo así para referirnos a los ejecutores materiales) al secuestro como forma de sobrevivir. Ocurre, sin embargo, al parecer, que existen en Somalia importantes mafias con contactos internacionales, incluso con grandes despachos de abogados en países occidentales de gran tradición democrática, que viven espléndidamente del negocio millonario del secuestro. Se aprovechan del respeto por la vida y del miedo de los gobierno de los países afectados a verse envueltos en un final de secuestro con víctimas inocentes, para obtener pingües beneficios. Unos beneficios que ponen a buen recaudo con la colaboración de redes de blanqueo de dinero. Ninguno de estos protagonistas merece el menor de los respetos y ese sería seguramente uno de los flancos por los que debería abordarse el problema con todo el rigor y con la máxima dureza.

  • En cuarto lugar es preciso referirse a las personas jurídicas implicadas, especialmente a la justicia y al gobierno de turno. No en vano se ven implicados de hoz y coz en el problema sobre el que reflexionamos: el secuestro del pesquero Alakrana. No en vano ya en un caso anterior, el del Playa de Bakio, el gobierno se vio involucrado en la negociación y en el pago de un rescate a los secuestradores. Precisamente los precedentes resueltos en su favor, en negociaciones de igual a igual con los gobiernos, animan a los piratas a continuar su actividad y seguramente a hacerlo especialmente con barcos de aquellos países que han mostrado antes una posición de debilidad. Es un dato del problema que no puede ser menospreciado a la hora de diseñar estrategias de futuro en la lucha contra la piratería. Si no se hace se corre el riesgo de ignorar estúpida o culpablemente una de las variables del problema. Aunque resulte impopular, hay países que han adoptado líneas de actuación más firme y enviado así un mensaje a los piratas. La complejidad y las implicaciones humanas del problema me impiden juzgar con excesiva severidad ninguna de las opciones.

    Lo que sí me ha resultado especialmente poco presentable ha sido la actuación de la fiscalía (también de la diplomacia y el gobierno español en relación con ella) y de la justicia. Sus idas y venidas con respecto a cómo gestionar el asunto de los piratas retenidos en el marco de la negociación han sido todo un curso de incongruencias y desatinos. Y esto por ser generosos y no hablar del retorcimiento de la legalidad con la que, al parecer, se intenta resolver la situación. ¡Ojalá que, por lo menos, todo acabe con un final feliz, que, en cualquier caso no lo será del todo!

4. Porque aquí entra en juego la cuestión de los valores y principios desde los que enfocar las posibles formas de abordar políticamente el problema. ¿A qué damos prioridad? ¿A evitar a ultranza y a toda costa la pérdida de vidas, y en particular la pérdida de vidas inocentes? ¿Se puede y se debe violentar la legalidad para que eso sea posible? ¿Justifican las expectativas de un bien futuro, considerado mayor, el sacrificio de un bien presente?. En la vida nos encontramos con dilemas que ponen en juego nuestro valores y en que se contraponen con frecuencia lo bueno y lo práctico, lo legal y lo moral, lo ético y lo político, lo justo y lo popular, etc., etc. Reconozco que la cuestión es muy peliaguda, pero precisamente por ello pienso que nuestros políticos deberían planteársela con seriedad si es que quieren diseñar una estrategia de futuro y no responder con improvisaciones a salto de mata ante posibles situaciones futuras semejantes.

5. Me referiré por último brevemente a la dimensión internacional del problema. Porque, como todo el mundo sabe, no estamos ante un problema específico de los barcos pesqueros españoles. Así lo demuestra el hecho de que, como fruto de una decisión internacionalmente acordada, haya barcos de guerra vigilando la zona de máximo riesgo frente a las costas somalíes. Y sin embargo también existe una diferencia clara de enfoques en las posiciones y en las actuaciones de diferentes gobiernos; desde los que como Australia o el Reino Unido han decidido no negociar nunca con los piratas, pasando por los que como Francia han embarcado militares en sus pesqueros para defenderlos utilizando la fuerza, hasta quien, como España, combina la negociación con la autorización a la seguridad privada de utilizar armas antes prohibidas. En todo caso falta una política internacional acordada y con pautas comunes que hiciera que los piratas se sintieran menos fuertes y que no tuvieran la opción de repetir aventuras especialmente con aquellos países que se muestren más débiles y más inclinados a la negociación. Una negociación que, si en el caso actual parece ineludible por humanitaria, no deja ser una cesión de más que dudosa legalidad que puede estimular nuevos secuestros de barcos españoles en el futuro.

Lo dicho. Estamos ante un hecho y ante un problema que, como la mayor parte de los problemas sociales, resulta sumamente complejo y que no se puede ni analizar ni resolver desde la simplificación y la improvisación. Un problema en cuya resolución entran en juego los valores. Por eso, lejos de intentar hacer aquí una descalificación de nadie, quiero apelar a la necesidad de comprometerse en análisis serios de la realidad para, a partir de ahí, diseñar políticas también serias que tengan en cuenta todas las facetas y todos los enfoques posibles del mismo.

Es todo por ahora. Buenas tardes y hasta la próxima.



lunes, 9 de noviembre de 2009

Los banqueros y el trabajo de Dios

¿Quién ha dicho que los banqueros son tiburones sin alma? ¿A quién se le ha ocurrido presentarlos como vampiros, chupadores insaciables de la sangre de aquellos a quienes el sistema convierte en víctimas propiciatorias de su voracidad (o sea, casi todos)? ¿Quiénes osan todavía condenarlos como responsables de todos los males? Sólo la ignorancia y la falta de perspectiva podrían justificar un juicio tan poco fundamentado y tan injusto para estos grandes y nunca bien ponderados benefactores de la humanidad.

Que se lo pregunten si no a Lloyd Blankfein, gran jefe de Goldman Sachs, uno de los grandes bancos norteamericanos. El angelito -y nunca mejor dicho- acaba de reivindicar para si mismo y para el resto de los grandes banqueros la condición de trabajadores de la causa de Dios y de protagonistas no suficientemente valorados de una alta misión social. Según este ilustre personaje, son los banqueros quienes ayudan a las empresas a crecer, porque les ayudan a conseguir capital y a generar riqueza y empleo. En consecuencia todos deberíamos alegrarnos con los buenos resultados de sus bancos, puesto que esto es un indicio de recuperación de la economía.

Reconozco que hasta ahora no me lo había planteado en estos términos, probablemente por una injustificable falta de rigor. Como consecuencia he cometido una tremenda injusticia con estos grandes prohombres de la banca. He sido un desagradecido. ¡Y mira que me insistieron en casa desde niño en aquello de que “ser agradecidos es ser bien nacidos”!. Resulta pues que me miro en el espejo de mi pasado y veo la imagen de un malnacido.

Profundamente afectado por esa imagen y compungido por la injusticia cometida quiero hoy hacer un acto de desagravio, expresar mi más profundo arrepentimiento y dar las gracias a estos infatigables y generosos trabajadores de Dios.

En lo personal quiero expresar mi agradecimiento por haberme permitido en su día la compra de mi casa antes de haber podido ahorrar lo suficiente para hacerlo. No importa que me llegarais a cobrar intereses superiores al 20% anual. Era justo, claro. De alguna manera teníais que obtener los recursos para compensar vuestros cualificados servicios sociales. También podría agradeceros que gestionarais entretanto mis escasos ahorros, a cambio de pagarme un interés. Ridículo, eso sí, pero tampoco vamos a ponernos exigentes con vosotros dada vuestra alta misión social.

Más allá de lo personal, quiero agradecer que vuestro trabajo especulativo nos haya dado a todos nosotros la oportunidad de vivir una crisis económica única. No todo el mundo tiene en su vida la oportunidad de vivir situaciones nuevas de esta envergadura. Tenemos suerte porque además esto nos ha servido para comprobar hasta que punto dependemos de vosotros, trabajadores sociales de Dios. Hasta el absurdo punto de que el sistema haya tenido que acudir al rescate y premiar, con fondos públicos, vuestra irresponsabilidad .

Quiero agradeceros también el hecho de que sigáis cuidandoos, de que sigáis estimulando vuestro trabajo social de servidores cualificados de Dios repartiéndoos entre vosotros primas y bonus de escándalo, mientras infinidad de pequeñas empresas se vienen abajo, el desempleo aumenta y se extienden los efectos de la crisis a capas cada vez más amplias de la población. No importa, siempre quedareis vosotros ahí para sacarnos del atolladero. Y ahora que, con el apoyo público, habéis vuelto a tener beneficios, no vamos a molestarnos porque os premieis por ello. Como dice el citado Lloyd Blankfein, todos tendríamos que estar contentos. Al fin y al cabo es un brote verde, “un signo de recuperación”. Por lo menos la vuestra, si es que alguna vez personalmente habéis dejado de nadar en la abundancia; que lo dudo.

Y ahora, expresado mi agradecimiento, un poco liberado de mi imagen de malnacido, y antes de que me deis la absolución, permitidme una pequeña expansión: “Banqueros del mundo, aplicadísimos trabajadores sociales de Dios: vamos a aceptar que las cosas hayan discurrido de tal modo que os hayais hecho imprescindibles para el funcionamiento del sistema, pero no pretendais encima seguir tomándonos el pelo. Iros a freir espárragos”.

Nada más por hoy. Hasta la próxima.