lunes, 21 de septiembre de 2009

De la complacencia al resentimiento

En uno de mis comentarios de hace algún tiempo me quejaba yo de la escasa pasión que sienten nuestros medios de comunicación por la independencia y también de su, al parecer , irreprimible tendencia al alineamiento político, bien sea con el partido en el poder o bien con el que aspira al mismo con posibilidades reales de alcanzarlo. Haciendo un ejercicio extremo de “buenismo” podría concederse que se trata simplemente de una cuestión de identificación ideológica. Y no seré yo el que niegue que algún peso debe tener este argumento. En todo caso esto serviría sólo como un pobre atenuante de la forma melíflua y acrítica de enjuiciar la actuación de los afines, hagan lo que hagan, frente a la crítica sistemática y acerada de los contrarios, hagan también lo que hagan. Quiero dejar bien claro que no se trata de poner en cuestión el que los diferentes medios tengan su personalidad y sus opciones (éticas, ideológicas, políticas …) y que defiendan valores en los que creen. No es eso. De lo que se trata es de exigir que garanticen el rigor en la información y la independencia para la crítica de los afines, cuando esta proceda, y para el reconocimiento de las actuaciones positivas de los contrarios, cuando también proceda. Desafortunadamente no es eso lo habitual hasta el punto de que uno corre el riesgo de que alguien le asigne la categoría de “pepero” si le ve el lunes con El Mundo, el martes le consideren nacionalista si le ven leyendo Deia, y el miércoles se convierta en “sociata” si alguien le ve comprando El País ¿O ya no?.


Precisamente aquí quería yo llegar, porque resulta que, en las últimas fechas, es el País, un periódico que a lo largo de toda su trayectoria anterior ha dado suficientes muestras de apoyo y de complacencia con los gobiernos socialistas -a veces incluso bastante por encima de lo razonable- el que le viene dando los palos más duros (y no entraré a valorar si con razón o sin ella). Uno se pregunta qué es lo que ha cambiado. ¿Es que el gobierno socialista ha modificado sus valores y su forma de hacer política para adoptar otros, que se han hecho incompatibles con los valores y las ideas que soportan la línea del citado diario? Podríamos darnos con un canto en los dientes si la explicación fuera ésta, con un contenido ético o ideológico. Pero lamentablemente las cosas no son así, o no son así del todo, o no lo son preferentemente .


La cruda realidad es más pedestre, menos romántica, mucho más crematística. El grupo editorial del periódico, hasta ahora muy bien tratado por los gobiernos socialistas, y que aspiraba a mantener un trato de favor en la regulación de la TDT, ha visto defraudadas sus expectativas al ser considerado como uno más entre los que aspiraban a beneficiarse de la misma. Esa parece ser, y no otras, la razón de una mutación tan asombrosa.


Y no voy a entrar a valorar aquí si el citado diario estaba más atinado o era más justo antes, cuando actuaba con complacencia, o ahora que parece actuar de manera muy crítica, un tanto airada y, si me apuras, incluso despechada. No es ese el tema de esta reflexión, aunque probablemente merezca otra distinta. La cuestión es que tenemos una prensa que no nos la merecemos …, o tal vez sí por no ser capaces de ser más exigentes con ella y reclamar que sea más abierta, más libre en la crítica, menos alineada y menos mendiga de favores del poder.

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