miércoles, 11 de marzo de 2009

Sostenerla y no enmendarla

A quienes vamos cumpliendo años cada vez nos sorprenden menos los comportamientos humanos. Hemos visto ya un poco de todo y sabemos hasta que punto los comportamientos de las personas y los grupos, condicionados siempre por una cierta diversidad de factores- algunos identificables y otros no tanto-, pueden resultar, según los casos, sorprendentes, obstinados, incomprensibles e incluso cazurros. Y a veces parece que ni se midieran, ni importartaran las consecuencias que se derivan de ello. Cuando esos comportamientos tienen repercusiones positivas o negativas sólo para las personas o los grupos que los adoptan, allá ellos. Pero cuando se trata de comportamientos políticos de hondo calado con repercusiones profundas sobre el conjunto de la sociedad, la ligereza, la obstinación y la tozudez no tienen, a mi parecer, justificación . Desde este punto de partida y desde el lema de este blog, relativo a la cultura de los matices, voy a permitirme hacer primero -sin ánimo de molestar- algunas reflexiones críticas sobre los comportamientos de personas y grupos que están siendo protagonistas del proceso posterior a las elecciones vascas del 1 de Marzo. Luego trataré de formular en positivo algunas ideas que, en mi opinión, deberían tener presentes los principales protagonistas del proceso con el fin de tomar decisiones que contribuyan a construir una sociedad vasca menos tensa y más integradora.

Algunas reflexiones críticas.

La primera afecta a Juan José Ibarretxe, Lehendakari en varias legislaturas y antes Consejero de Hacienda y Administración Pública. Precisamente de su época de consejero recuerdo una intervención suya en TVE en la que me llamó la atención por su lucidez en las exposiciones y por la imagen abierta y dialogante que ofrecía. Precisamente por esa imagen abierta que me hice de él entonces, me ha sorprendido y decepcionado más su trayectoria posterior hacia un nacionalismo cada vez más radical, culminado con la obsesión soberanista irreductible de la última legislatura, pasando por alto, como si no existiera, la sensibilidad no nacionalista de aproximadamente la mitad de la población vasca. Por esa imagen de lucidez, me han sorprendido más sus actitudes progresivamente más tozudas, obsesivas y de escasa capacidad para la apertura de mente, para el diálogo y para el acuerdo en pro de una sociedad vasca más integrada en la que todos los ciudadanos puedan sentirse igualmente libres e igualmente protegidos, igualmente ciudadanos. Me queda por tanto la imagen de la tozudez de sus útltimos comportamientos, un ejemplo cabal del mantenerla y no enmendarla que convierte en poco creíble su intento de encabezar un gobierno con un programa moderado en una próxima legislatura. Parece más bien un desesperado intento de mantenerse en el poder, que demuestra por lo demás una escasa capacidad para la generosidad y para el sacrificio de sus ambiciones políticas, ni siquiera para facilitar la presencia de su partido en un hipotético gobierno de coalición.

Mi segunda reflexión crítica se refiere al partido nacionalista vasco que, acostumbrado a ejercer el poder desde la transición a la democracia, en solitario o en coalición, encabezando los gobiernos sucesivos, parece haber interiorizado una cierta patrimonialización de la facultad de gobernar. Pero no hay ninguna ley ni natural ni positiva que soporte esa ilusión. En democracia se gobierna cuando se tiene capacidad para articular mayorías para hacerlo. Y bien lo sabe el PNV, que encabezó un gobierno de coalición después de unas elecciones, las de 1986, que había ganado el PSOE. Por eso resultan tan exccesiva la calificación de golpe institucional a la configuración de un gobierno no encabezado por el PNV, más aún si se tiene en cuenta el empecinamiento en seguir proponiendo a Ibarretxe para encabezar el suyo en una versión más del mantenerla y no enmendarla. ¿Cómo es posible que no entienda las reticencias y la consecuente negativa del PSOE, y no digamos del PP, a aceptar ni siquiera discutir esta propuesta? ¿Es posible que no existan en el partido mentes clarividentes capaces de reconocer el menosprecio de Ibarretxe hacia los partidos que, según él, están teledirigidos desde Madrid? Y si las hay, que creo que sí, ¿cómo es que no son capaces de sacar a la luz otras opciones?. ¿Es tan grande el peso específico de figuras tan - por decirlo suavemente- poco capaces para establecer un diálogo integrador con los partidos no nacionalistas como Arzallus y Egibar? Si es así, lo siento por el PNV, pero sobre todo por la sociedad vasca.

Mi tercera reflexión crítica va dirigida al PSE-PSOE. Por lo que se viene escuchando después de las elecciones, antes y después de las reuniones que van teniendo los partidos, parece que está dispuesto a formar un gobierno en minoría encabezado por Patxi López, con los votos del PP para la investidura. Es decir: quiero gobernar en solitario y si el PP me apoya -que sé que si- es cosa suya, pero claro sin que parezca que salimos juntos, no vaya a ser que me identifiquen con estos "fachas". Puro cinismo. Si no se puede negociar abiertamente un programa común de mínimos con un partido, por miedo a la "contaminación" o a perder elecciones, me parece éticamente criticable acceder al poder con el apoyo de sus votos. Podrá alegarse que otros lo hicieron. Vale era igualmente reprobable. Ni más ni menos que si lo hago yo. Se podrá alegar que en campaña electoral se ha prometido un cambio frente a la actitud agresivamente soberanista de la última legislatura, pero podría, en mi opinión, tener al menos dos fórmulas de tratamiento: o negociar con el PP un programa en que aparecieran claramente definidas unas líneas de actuación política tendentes a corregir excesos de la legislatura anterior, pero sin caer en la tentación del frentismo, si no más bien buscando líneas de actuación política que traten de restañar heridas y de evitar una aspera confrontación nacionalismo-antinacionalismo. Y me temo que, hoy por hoy, es una tarea cuando menos improbable si el PP no modula sus posiciones. Espero que el PSE se lo piense bien y tenga la inteligencia suficiente como para modular también las suyas en lugar de incurrir también en el mantenerla y no enmendarla.

La cuarta reflexión crítica va dirigida al PP. Ya se que se trata de un partido cuyos militantes, como los del PSOE, han sido victimas de una situación injusta derivada del ejercicio de una violencia que les ha afectado de una manera muy especial y tambien, como mínimo, de la preterición de que han sido deliberadamente objeto durante muchos años por parte de los demás partidos políticos, que han tratado al PP como un apestado político. Reconozco que en estas condiciones resulta más difícil hacer un ejercicio desapasionado de reflexión política para intentar avanzar hacia una sociedad más integrada sin caer en el revanchismo. Pero no es posible construir nada positivo sobre la base de hacer lo contrario de lo que han hecho los otros. Si se mantiene la filosofía de golpear a quién me ha golpeado, los golpeados seremos dos y nadie me garantiza que no volveré a ser golpeado cuando el otro se encuentre en mejores condiciones para hacerlo. No estaría demás que, en un ejecicio inteligente y seguramente productivo, los dirigentes del PP en el País Vasco hicieran también un ejercicio sincero de modulación de sus posiciones en lugar de mantener y no enmendar las posiciones duras que tienden a ser dominantes en él.

Algunas ideas en positivo

El primer factor que podría favorecer la posibilidad de un gobierno creible para la práctica de una política integradora y de carácter transversal, que de respuesta a las necesidades de una sociedad tan compleja como la vasca, es la retirada de la escena política de Ibarretxe. Si, como él dice, quiere seguir sirviendo al País Vasco, está en condiciones de prestarle un importantísimo servicio, el mejor posible en este momento, asumiendo que a día de hoy, su pretensión de seguir es un obstáculo insalvable para una solución conciliadora. No es seguro que su salida la garantice, pero al menos la posibilita, que ya es algo.

El segundo factor positivo sería que el PNV fuera capaz de proponer como su posible candidato a una figura del sector menos radical y más conciliador del partido. Una figura, por ejemplo, del talante de Josu Jon Imaz, no importa el nombre. Con una figura capaz de modular las posturas del partido dejando de lado los planteamientos más radicales, intransigentes y dogmáticos (que los hay) tal vez se estaría a tiempo para abordar una negociación con otros partidos, con posibilidades de llegar a acuerdos constructivos. Eso sí asumiendo que negociar no es imponer y que, cuando la relación de fuerzas cambia, no se puede actuar como si no hubiera ocurrido. Eso requeriría seguramente que el actual presidente del Euskadi Buru Batzar del PNV, Iñigo Urkullu apostara fuerte e incluso se jugara su puesto a esta carta. No es fácil, seguro, pero nadie dice que la acción política tenga que serlo.

Un tercer factor positivo sería que el PSE evitara enquistarse en la actual postura convirtiéndose en prisionero de la literalidad de sus propuestas electorales, especialmente las más demagógicas, las que provocan fervores en los mítines. No quiero decir que haya que olvidar las promesas; pero es preciso saber que, cuando no se alcanza una mayoría que permita gobernar en solitario, las ofertas propias deben ser inevitablemente matizadas por los posibles y necesarios acuerdos políticos con otros partidos. Sólo desde esta posición es posible llegar a acuerdos que hagan posible la acción de gobierno. Y al PSE no le queda más remedio que llegar a acuerdos con el PNV, o con el PP, o con los dos ¿por que no?, aunque ya se que es poco probable. No me parece mal su pretensión de encabezar el futuro gobierno, pero tampoco me parecería mal que formara parte de uno encabezado por el PNV, eso sí sobre la premisa del relevo de Ibarretxe por una figura mucho más conciliadora. Tampoco me parecería descartable un gobierno de coalición o un pacto de legislatura con el PP, siempre que se asentara sobre la base de un programa público que excluyera cualquier revanchismo y se proyectara a una política conciliadora. La tendencia cainita de nuestros partidos no me permite albergar demasiadas esperanzas, pero, en fin, recurriendo al tópico, la esperanza es lo último que se pierde.

También podría ser un factor positivo una modulación de la actitud del PP frente al nacionalismo. Como he dicho más arriba, ya sé que tampoco es fácil y que hacerlo exige contener reacciones viscerales e intentar adoptar posturas más templadas y conciliadoras. Pero merecería la pena y seguramente podría allanar el camino para realizar acuerdos de gobierno con el PSE hoy y posibilitarlos en el futuro con el PNV si éste moderara sus actitudes. No sería la primera vez que eso ocurriera (piensese en acuerdos municipales o en el ámbito estatal).

Cualquiera que lea estas líneas y conozca la realidad del funcionamiento de nuestros partidos políticos, sus actitudes y sus comportamientos escasamente propensos a la duda y al matiz y, por tanto, a la conveniencia de hacer transaciones que faciliten la convivencia entre los ideológicamente diferentes, tal vez crea que son fantasías de Alicia en el país de las maravillas. Pues no, se trata simplemente de reflexiones de un ciudadano que no renuncia a esperar contra toda esperanza.

Es todo por hoy. Buenas tardes y hasta la próxima


Postdata: Pido excusas a los partidos minoritarios a los que ni siquiera he aludido. No es porque no me parezcan tan importantes y dignos de toda consideración como los otros. Es simplemente porque parece que PNV, PSE y PP son los que tienen más posibilidades de juego en las circunstancias actuales y a los que es exigible un comportamiento más responsable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Magnifica exposición! Mas claro imposible.
Marilén

Anónimo dijo...

Esto es una prueba ya estas en mis favoritos. No sé si me atreveré " con esta pluma". Nos vemos el martes.