martes, 3 de marzo de 2009

Una reflexión con motivo de las elecciones en el País Vasco.

Las Ciencias Sociales en la educación y el objetivo de aprender a convivir

Estamos a martes, día 3 de marzo, dos días después de la celebración de las elecciones autonómicas en la Comunidad Autónoma Vasca, y los noticiarios y tertulias echan humo a propósito de las alternativas posible para la formación del próximo gobierno. Aunque tengo mis preferencias al respecto, no pretendo explicitarlas aquí. Lo que trato de hacer es dejar constancia de alguna reflexiones personales que me han ayudado a definirlas. Son reflexiones construídas en el tiempo, como resultado de algunas actitudes básicas interiorizadas en los años de adolescencia y juventud, en los que uno va configurando su escala de valores, consolidadas y/o moduladas más tarde a lo largo de una ya bastante larga peripecia vital.

En mi caso esta peripecia me ha llevado a ejercer durante más de 30 años como profesor de Ciencias Sociales y su Didáctica en una Escuela de Magisterio de Bilbao. Lo digo para que se entienda la referencia que haré más tarde a un documento de trabajo que tiene su origen en ese contexto.

Esta mañana leía yo un artículo de Joseba Arregi en el diario El Mundo que bajo el título “Buenas noticias para la libertad”, reflexiona sobre los resultados electorales y las posibilidades que estos ofrecen de cara al futuro. Recomiendo su lectura, pero no voy a comentarlo aquí, sólo voy a tomar como punto de partida para esta reflexión una frase extractada del mismo y que, de algún modo soporta el núcleo de su punto de vista. Es la siguiente: “La verdad siempre puede estar en el otro. Por eso hay que respetarlo”.

No me atrevería a decir que estoy al cien por cien de acuerdo. Me reservaría un pequeño porcentaje para hacer una excepción con quienes pretenden imponer sus ideas por la violencia. Y en esto creo que el propio Arregi está también de acuerdo. Mi punto de vista personal al respecto aparece reflejado en el documento al que me refería más arriba. En él hacía una reflexión sobre las aportaciones posibles de las Ciencias Sociales al cumplimiento de uno de los grandes objetivos de la Educación: el objetivo de aprender a vivir juntos. Decía exactamente lo siguiente:

“Aprender a vivir juntos exige tomar conciencia cabal de la existencia de la diversidad: diversidad de sexos, razas, culturas y religiones; diversidad de ideas y de intereses, a menudo en conflicto; diversidad de situaciones económicas y de posibilidades de acceso a la educación y promoción; diversidad en condiciones sanitarias, etc. Profundizar en el análisis de esas desigualdades, en los conflictos que en conexión con ellas se plantean y en las posibles causas históricas o actuales que los generan o los enconan, comenzando por los grupos elementales de pertenencia, entra de lleno en el trabajo propio del área de Ciencias Sociales. Y también le es propio el ocuparse de facilitar a los alumnos el conocimiento de las estructuras organizativas y de las normas de las que los diferentes grupos se han ido dotando para atender a las necesidades e intereses comunes de muy diferentes tipos, dirimir intereses contrapuestos, prevenir posibles conflictos y regular y administrar los existentes.

Una tarea importante a realizar desde el área de CienciasSociales consiste en ayudar a los alumnos en su proceso de integración crítica y constructiva en una sociedad vasca de carácter plural y pluricultural, con un pasado histórico largo y complejo, que ha cristalizado en un presente no menos complejo. Una sociedad en la que, a las tensiones y conflictos propios de cualquier otra, se añaden algunas derivadas de sentimientos identitarios y de pertenencia diferentes entre sus habitantes. En este contexto las Ciencias Sociales deben ayudar a formar ciudadanos que, desde sus propias identidades y respetando las de los demás, sean capaces de solucionar pacífica y democráticamente los conflictos. Y así, a partir de lo mucho común, que sin duda existe, y del reconocimiento de la diversidad como riqueza común, construir un futuro compartido, con rasgos propios pero en relación con los otros, solidario con ellos y abierto al futuro.

Para que así sea el área de Ciencias Sociales tiene mucho que aportar también en el terreno de las actitudes necesarias para hacerlo posible. Su propia condición de ciencias peculiares, incapaces por un lado de generar certezas absolutas pero, por otro lado, exigentes en la búsqueda de mejores y más rigurosas interpretaciones, facilita el trabajo de dos actitudes fundamentales para la convivencia y para la solución de conflictos. Una muy importante es el antidogmatismo. Si descubrimos que las Ciencias Sociales no nos permiten alcanzar certezas ni verdades absolutas –aun siendo diligentes y rigurosos en la búsqueda-, el dogmatismo y el fanatismo de cualquier índole no tienen cabida. Se hace preciso ser humildes, reconocer que seguramente no estamos en posesión de la verdad, o al menos de toda la verdad. A partir de ahí estamos en mejor disposición para un diálogo constructivo. Pero, por otro lado, sabemos que las Ciencias Sociales pueden aportarnos mejores aproximaciones explicativas en función del rigor con que se trabaja y de la disposición a afinar los análisis en lugar de limitarnos a los trazos gruesos. De ahí la importancia de trabajar en el área la segunda actitud a la que nos referíamos: el rigor y el cultivo de los matices.

Desde un planteamiento como el anteriormente descrito se entenderá fácilmente que ni me han gustado los planteamientos y actitudes soberanistas defendidas por Ibarretxe y sus gobiernos, en confrontación al menos con el sentimiento y las aspiraciones de la mitad de la población vasca, ni me gustaría que el gobierno resultante de las elecciones recientes fuera también un gobierno de y para la otra mitad. La sociedad vasca necesita gobiernos que favorezcan la convivencia, la integración y el diálogo. No me parece que Ibarretxe, expresión reciente de un nacionalismo radical, que repele al cincuenta por ciento de la población, pueda encabezar un gobierno así. Pero creo también sinceramente que tampoco sería bueno para la sociedad vasca un gobierno antinacionalista que no tuviera en cuenta el sentimiento nacionalista del otro cincuenta por ciento; especialmente si tenemos en cuenta la existencia también de un nacionalismo más moderado e integrador como el encabezado en su momento por el anterior presidente del PNV, Josu Jon Imaz. Me gustaría, aunque no tengo demasiada confianza, que en las próximas semanas se pudiera llegar a configurar un gobierno en que estuvieran encarnados los planteamientos más integradores de los elementos más dialogantes de los distintos partidos. Ya se que pedir esto a nuestros políticos de partido resulta ingenuo, soñador y utópico. Me da igual. Eso es lo que yo creo mejor y eso es lo que les pediría. Para ello sería necesario que asumieran que los otros pueden tener una parte de la verdad y que merecen respeto. El mismo respeto que merecemos cada uno de los ciudadanos que delegamos en ellos la regulación de nuestra convivencia. ¡Ojala fueran capaces de hacerlo!

Nada más por hoy. Buenas noches y hasta la próxima

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