jueves, 24 de septiembre de 2009

Discriminación positiva en el cine


Según ha anunciado el Director General del Instituto Nacional de Cinematografía ya está lista la orden ministerial que establece la discriminación positiva a favor de las creaciones cinematográficas de las mujeres. En palabras del mismo se establece que, “en igualdad de condiciones, gana la mujer” y se lleva la subvención. Estamos hablando de una subvención que se hace “sobre proyecto”, porque parece que además hay otras de carácter automático a la producción cinematográfica.

Cuando he conocido la noticia, no sé muy bien por qué (o tal vez sí) me ha venido a la mente el pasillo de un hospital –creo recordar que era el Clínico de Valladolid- en el que, hace un par de años, mientras esperaba una consulta, me entretuve en observar una serie de fotos colocadas a lo largo de las paredes del mismo en una secuencia cronológica. Se trataba de las fotografías de grupo de las promociones de médicos que habían ido saliendo de la facultad de medicina de Valladolid a lo largo de las tres o cuatro últimas décadas. En las primeras aparecían sólo hombres, luego empezaba aparecer alguna mujer (rara avis) entre una mayoría abrumadora de hombres. Poco a poco iba modificándose la relación de manera progresiva, hasta igualarse, e incluso invertirse en los últimos años.

No hay duda de que me encontraba ante un documento gráfico que expresaba magníficamente la discriminación de la mujer en el acceso a la universidad y, consecuentemente, a puestos de trabajo cualificados. “Mutatis mutandis”, estamos ante la misma discriminación histórica que explicaría que hace no muchos años no hubiera apenas mujeres que se dedicaran a la creación cinematográfica y que poco a poco vaya habiendo más, algunas de ellas con un reconocido y bien ganado prestigio . Por referirme a algunas de ellas citaré a Iciar Bollain, con películas de calidad que yo haya visto como “Leo” y “Te doy mis ojos”, o Isabel Coixet, con una de las películas que más me han gustado en los últimos años: “La vida secreta de las palabras” y la última, ahora en cartel: “Mapa de los sonidos de Tokio”.

Lo cierto es que, en la actualidad, a pesar de ser todavía minoritarias en la creación cinematográfica, cada vez hay más y mejores mujeres en la profesión. Para quien quiera comprobarlo, le sugiero que consulte la lista de 50 de ellas que aparecen en el siguiente enlace: http://www.nuestrocine.com/directoras.asp . Me gustaría pensar -y sinceramente así lo creo- que su aportación a nuestro cine tiene más que ver con su talento que con la discriminación positiva. Es más, muchas de ellas realizaron sus creaciones en el marco de una sociedad que las discriminaba negativamente, pero que afortunadamente ha cambiado de forma clara al hilo de la evolución política, económica y social de nuestro país en las últimas décadas. Es exactamente lo mismo que ha ocurrido con la medicina y con otras profesiones, aunque, por lo que se ve, con un cierto desfase en el tiempo, cuyas causas habría que analizar con calma. En todo caso, no creo que sea un problema de subvenciones que, por lo demás, valdría lo mismo para hombres y mujeres.

Asumiendo que la cuestión es opinable , que puede ser objeto de muchos matices y que tiene seguramente algunas facetas que se me escapan, creo que esta discriminación encierra, bajo su apariencia de positiva, una discriminación negativa mucho más sibilina y de más calado, que podríamos resumir en esta frase: “Démosles a estas creadoras con una subvención la oportunidad que tal vez no les de su talento. Al fin y al cabo, en igualdad de condiciones, los hombres ya se las apañarán por sí mismos”. No creo que a las citadas Bollain y Coixet , por ejemplo, les guste. Y, sin embargo, al menos la última, que yo sepa, no le hace ascos a la discriminación positiva. Y yo lo entiendo, claro.

Buenos días y hasta la próxima

1 comentario:

Jorge dijo...

Partiendo del hecho de que comparto en términos generales la motivación que en su día llevó a los poderes públicos a introducir el concepto de la discriminación positiva en este tipo de adjudicaciones, nombramientos etc., me pregunto ahora si, una vez transcurridos ya unos años, esa herramienta puede resultar una formula “diabólica” de no sólo relegar la excelencia (o fomentar la mediocridad, como prefiráis) en el ámbito en el que sea aplicada (como, por cierto, me temo pueda ocurrir en otros campos, véase ciertas políticas lingüísticas), sino que también puede suponer un medio de estigmatizar a la mujer, perpetuando el viejo estereotipo de un ser dependiente y, en cierta medida, inferior. En mi opinión ello podría constituir en el largo plazo un perjuicio mayor que el beneficio transitorio que puedan comportar, por lo que entiendo que este tipo de iniciativas deberían ser escrupulosamente analizadas antes de ser aplicadas.
En cualquier caso, el debate en torno a la discriminación positiva parce ser un asunto recurrente en numerosas jurisdicciones; en efecto, dado mi nuevo estatus de de estudiante en tierras americanas, sí que me resultó curioso ver cómo en Estados Unidos, donde en los últimos 50 años tanto se ha limitado cualquier tipo de discriminación que pudiera limitar derechos fundamentales o afectara lo que aquí llaman “suspect classes” (principalmente discriminación en base a la raza, que pudiera evocar tiempos pasados), la cuestión sobre si la discriminación por razón de sexo debe ser objeto de interpretación restrictiva por parte de la Corte que lo analice (habitualmente Tribunal Supremo) sigue abierta. En la práctica, no obstante, parece que están admitiendo legislación que otorgue ventajas a las mujeres (discriminación positiva) si aquélla está concebida para compensar un trato desigual en el pasado...
En fin, que parece que todavía habrá mucho que opinar al respecto…