lunes, 26 de octubre de 2009

La agresividad verbal como problema político

Algunas veces, a poco que a uno le guste leer lo que otros escriben, se encuentra con formulaciones que, hechas por ellos, expresan de modo cabal la propia forma de pensar sobre algunas cuestiones, probablemente incluso mejor de lo que uno mismo hubiera podido hacerlo. Es ésta la sensación que acabo de tener al leer la siguiente reflexión hecha por Eduardo Punset en la última entrada de su blog. Dice así:

...Resulta inevitable preguntarse por los efectos sociales de que la mitad de la población esté siempre imputando al resto razones infundadas, taimadas, perversas, interesadas para explicar su comportamiento. Será muy difícil no sacar la conclusión de que esas palabras calan hondo en la mente colectiva y acaban dividiendo en dos partes irreconciliables a la sociedad ….”

Hace Punset esta reflexión en un articulo en el que quiere dejar subrayada la idea de que la agresividad en el lenguaje resulta extraordinariamente dañina, tanto para las relaciones personales como para las convivencia entre grupos. Textualmente dice Punset que “hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto”. En lo que se refiere a las relaciones personales cada uno tiene sus propias experiencias y sabrá seguramente valorar hasta que punto los excesos verbales han podido deterior en ocasiones su convivencia con los otros, especialmente los cercanos. A mí en este momento me interesa destacar sobre todo las enormes dosis de agresividad verbal al uso entre nuestros partidos políticos, una desmedida agresividad verbal que, en sí misma, pone más zancadillas a potenciales acuerdos que las propias discrepancias en el diagnóstico y en las propuestas de actuación para hacer frente a los problemas.

En efecto, resulta muy difícil confiar hoy en alguien que ayer te puso a caldo. Y, puestos a poner a caldo a los adversarios, nuestros políticos se las pintan solos; y no sólo en campaña electoral, que ya es suficientemente lamentable, sino en la controversia política del día a día. Y lo peor es que este mal ejemplo termina por contagiarse a militantes de base y a simpatizantes, que tienden a reproducir miméticamente las descalificaciones que de los rivales políticos hacen los líderes de sus partidos. He podido comprobarlo de manera práctica visitando los blogs personales de algunos políticos en los que el escaso respeto y el tratamiento demagógico, desconsiderado y ofensivo que los titulares dan a sus adversarios, es apostillado a menudo por los comentarios de sus seguidores con los insultos menos ingeniosos a la vez que más ofensivos, e incluso más soeces.

Sobre estas bases tan poco civilizadas y yo diría que tan poco inteligentes, es muy difícil imaginar cualquier capacidad de nuestros políticos para el acuerdo y el pacto, tan deseable a veces, y tan necesario en situaciones críticas y complejas como la actual. Echa uno de menos aquellos tiempos de los pactos de la Moncloa, de los años de la transición democrática, en que los diferentes partidos -afortunadamente más ingenuos y menos maliciados que en la actualidad- fueron capaces de reconocer en los rivales, independientemente de las discrepancias, las mismas buenas intenciones que ellos tenían y, en consonancia y como previo necesario, optaron por bajar el pistón de la agresividad verbal.

No conviene olvidarlo: Como dice Punset, “hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto”

Buenas tardes y feliz semana

1 comentario:

Marilen dijo...

Es de agradecer tu moderación, dado lo dificil que resulta, con la que está cayendo.
Gracias y sigue adelante con este blog.