jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuestión de perspectivas: A propósito del secuestro del Alakrana

Es prácticamente un axioma que cualquier hecho o situación social, por sencillos que parezcan, presentan cierta complejidad y tienen en sí mismos varias caras. Por si esto fuera poco, cuando se convierten en objeto de análisis por parte de diferentes personas, concurren también diferentes enfoques, perspectivas y a menudo intereses a la hora de abordarlos. Y esto precisamente les da nuevo tintes, convirtiéndose de hecho en un factor más de complejidad. Siendo esto así habría que asumir de partida que cualquier intento de simplificar un problema, cualquier visión de parte, cualquier análisis reduccionista, cualquier interpretación unilateral, que intentara obviar su carácter poliédrico, conduciría inevitablemente a una visión incompleta y/o deforme del mismo. Estaríamos, por tanto, ante un mal punto de partida para abordarlo.

En las últimas semanas todos andamos preocupados por un hecho del que los medios de comunicación se hacen eco a diario de manera profusa y del que se ocupan también, por activa y por pasiva, a veces de modo simplista, tertulianos de todo pelaje y condición. Me refiero al secuestro del pesquero Alakrana por piratas somalíes, que retienen con el barco a toda la tripulación bajo amenaza de muerte si no se cumplen sus condiciones.

Si pretendemos hacer un análisis mínimamente riguroso del hecho mismo y de la situación que ha generado tendríamos que considerar como mínimo los siguientes aspectos:

  • El marco en que tienen lugar los hechos

  • Los hechos en sí mismos y sus protagonistas directos

  • Las personas (físicas y jurídicas) implicadas de manera indirecta

  • Las perspectivas ética, jurídica, política, etc. del problema

  • La dimensión internacional del asunto y sus implicaciones

Como puede inferirse de esta simple enumeración, en la que cualquiera que lea estas reflexiones echará en falta otros aspectos que ahora se me escapan, el análisis del problema desborda ampliamente mis posibilidades reales, aunque no debería ocurrirles lo mismo a quienes desde los despachos del poder tienen mucho mejores posibilidades para hacerlo con cierta solvencia. En cualquier caso no me ahorraré el esfuerzo de hacer mi personal aproximación.

1. En primer lugar es preciso subrayar el marco especialmente difícil y problemático en el que se desarrollan los hechos: Somalia. Se trata de un país pobre y convulso en que, en la práctica, no existen un gobierno ni unos poderes públicos con autoridad real y en que señores de la guerra, clanes y grupos mafiosos campan a sus anchas. Todo ello en buena parte como resultado de un pasado complicado al que no es ajena la presencia colonial europea en el siglo XIX y en la primera parte del XX. Como no pretendo aburrir aquí con un relato prolijo me permito remitir, para una visión somera a esta dirección http://es.wikipedia.org/wiki/Somalia . Al margen de las consideraciones históricas quiero señalar que, según los datos de Naciones Unidas la renta per cápita media en el año 2000 era de 240 dólares, es decir 0,60 dólares al día, o lo que es lo mismo 0,40 euros. Un dato suficientemente expresivo de la extrema pobreza en que vive la población somalí. Por si eso fuera poco incluyo un cuadro con algunos datos demográficos también muy indicativos de la realidad social que merece la pena valorar.


SOMALIA

Esperanza de vida al nacer: 49 años (2005-2010)
Esperanza de vida al nacer, hombres: 48 años (2005-2010)
Esperanza de vida al nacer, mujeres: 50 años (2005-2010)
Tasa global de fecundidad: 6,0 hijos por mujer (2005-2010)
Tasa bruta de natalidad: 43 nacimientos por cada 1000 habitantes (2005-2010)
Tasa bruta de mortalidad: 16 muertes por cada 1000 habitantes (2005-2010)
Mujeres en pareja de 15-49 años que usan anticonceptivos: 1 % (1996-2004)
Mortalidad materna: 1.100 cada 100.000 nacidos vivos (2000)
Partos atendidos por personal calificado: 25 % (1996-2004)
Mortalidad en niños menores de 1 año: 133 cada 1.000 nacidos vivos (2004)
Mortalidad en niños menores de 5 año: 225 cada 1.000 nacidos vivos (2004)
Malnutrición infantil: 26 % en menores de 5 años ( 1996-2004)

Fuente: Guía del Mundo· Instituto del Tercer Mundo, Uruguay

No haré comentarios. Que cada uno saque su propias consecuencias. Sólo añadiré que, a la vista de la situación política, económica y social que los datos dejan al menos entrever, no resulta nada sorprendente que haya surgido el problema de la piratería, y que cualquier programa de lucha contra la misma no estará bien enfocado si no tiene en cuenta este contexto.

2. Los hechos de referencia son suficientemente conocidos. Unos piratas somalíes secuestran un barco de pesca con su tripulación y piden a cambio un rescate de carácter económico. Dos de los piratas son detenidos, reclamados por la justicia española y traídos a España. A partir de ese momento su devolución se convierte en un elemento adicional en las reivindicaciones de los piratas. Esto añade una especial complejidad al problema si es que se pretende salvar al menos la apariencia de legalidad. En el rompecabezas se ven comprometidos de mala manera y con evidentes contradicciones los principios de legalidad, justicia y humanitarismo, sin que, por más que se diga, exista margen de maniobra para que todos ellos queden simultáneamente a salvo. Así de claro y así de complejo. Estamos ante un problema para el que cualquier solución admite críticas severas desde alguno de sus flancos.

3. En el problema están implicados de forma distinta varios tipos de protagonistas. Sin pretender detenerme en todos, voy a hacer algunas anotaciones sobre los que soy capaz de detectar como relevantes.

  • En primer lugar me referiré a los rehenes. Unos pescadores que se ganan difícil y peligrosamente su vida desafiando los riesgos que entraña el mar, asumidos por ellos como parte de la profesión, pero que se ven sometidos al riesgo añadido del secuestro y de las amenazas de muerte si este se produce. ¿Cómo no vamos a entender y solidarizarnos con las reclamaciones angustiadas de estos pescadores sometidos a la espera y a la incertidumbre sobre sus propias vidas?

  • En segundo lugar los familiares y amigos de las víctimas para quienes, por encima de cualquier otra consideración lo único realmente importante es recuperar a cualquier precio a sus personas queridas. Todo lo demás resulta para ellos comprensiblemente irrelevante. También merecen todo el respeto y toda la solidaridad.

  • En tercer lugar los piratas en cuya piel me resulta muy difícil meterme. Puedo entender hasta cierto punto que situaciones de necesidad extrema, derivadas de la extrema pobreza, puedan inducir a los piratas de a pié (digámoslo así para referirnos a los ejecutores materiales) al secuestro como forma de sobrevivir. Ocurre, sin embargo, al parecer, que existen en Somalia importantes mafias con contactos internacionales, incluso con grandes despachos de abogados en países occidentales de gran tradición democrática, que viven espléndidamente del negocio millonario del secuestro. Se aprovechan del respeto por la vida y del miedo de los gobierno de los países afectados a verse envueltos en un final de secuestro con víctimas inocentes, para obtener pingües beneficios. Unos beneficios que ponen a buen recaudo con la colaboración de redes de blanqueo de dinero. Ninguno de estos protagonistas merece el menor de los respetos y ese sería seguramente uno de los flancos por los que debería abordarse el problema con todo el rigor y con la máxima dureza.

  • En cuarto lugar es preciso referirse a las personas jurídicas implicadas, especialmente a la justicia y al gobierno de turno. No en vano se ven implicados de hoz y coz en el problema sobre el que reflexionamos: el secuestro del pesquero Alakrana. No en vano ya en un caso anterior, el del Playa de Bakio, el gobierno se vio involucrado en la negociación y en el pago de un rescate a los secuestradores. Precisamente los precedentes resueltos en su favor, en negociaciones de igual a igual con los gobiernos, animan a los piratas a continuar su actividad y seguramente a hacerlo especialmente con barcos de aquellos países que han mostrado antes una posición de debilidad. Es un dato del problema que no puede ser menospreciado a la hora de diseñar estrategias de futuro en la lucha contra la piratería. Si no se hace se corre el riesgo de ignorar estúpida o culpablemente una de las variables del problema. Aunque resulte impopular, hay países que han adoptado líneas de actuación más firme y enviado así un mensaje a los piratas. La complejidad y las implicaciones humanas del problema me impiden juzgar con excesiva severidad ninguna de las opciones.

    Lo que sí me ha resultado especialmente poco presentable ha sido la actuación de la fiscalía (también de la diplomacia y el gobierno español en relación con ella) y de la justicia. Sus idas y venidas con respecto a cómo gestionar el asunto de los piratas retenidos en el marco de la negociación han sido todo un curso de incongruencias y desatinos. Y esto por ser generosos y no hablar del retorcimiento de la legalidad con la que, al parecer, se intenta resolver la situación. ¡Ojalá que, por lo menos, todo acabe con un final feliz, que, en cualquier caso no lo será del todo!

4. Porque aquí entra en juego la cuestión de los valores y principios desde los que enfocar las posibles formas de abordar políticamente el problema. ¿A qué damos prioridad? ¿A evitar a ultranza y a toda costa la pérdida de vidas, y en particular la pérdida de vidas inocentes? ¿Se puede y se debe violentar la legalidad para que eso sea posible? ¿Justifican las expectativas de un bien futuro, considerado mayor, el sacrificio de un bien presente?. En la vida nos encontramos con dilemas que ponen en juego nuestro valores y en que se contraponen con frecuencia lo bueno y lo práctico, lo legal y lo moral, lo ético y lo político, lo justo y lo popular, etc., etc. Reconozco que la cuestión es muy peliaguda, pero precisamente por ello pienso que nuestros políticos deberían planteársela con seriedad si es que quieren diseñar una estrategia de futuro y no responder con improvisaciones a salto de mata ante posibles situaciones futuras semejantes.

5. Me referiré por último brevemente a la dimensión internacional del problema. Porque, como todo el mundo sabe, no estamos ante un problema específico de los barcos pesqueros españoles. Así lo demuestra el hecho de que, como fruto de una decisión internacionalmente acordada, haya barcos de guerra vigilando la zona de máximo riesgo frente a las costas somalíes. Y sin embargo también existe una diferencia clara de enfoques en las posiciones y en las actuaciones de diferentes gobiernos; desde los que como Australia o el Reino Unido han decidido no negociar nunca con los piratas, pasando por los que como Francia han embarcado militares en sus pesqueros para defenderlos utilizando la fuerza, hasta quien, como España, combina la negociación con la autorización a la seguridad privada de utilizar armas antes prohibidas. En todo caso falta una política internacional acordada y con pautas comunes que hiciera que los piratas se sintieran menos fuertes y que no tuvieran la opción de repetir aventuras especialmente con aquellos países que se muestren más débiles y más inclinados a la negociación. Una negociación que, si en el caso actual parece ineludible por humanitaria, no deja ser una cesión de más que dudosa legalidad que puede estimular nuevos secuestros de barcos españoles en el futuro.

Lo dicho. Estamos ante un hecho y ante un problema que, como la mayor parte de los problemas sociales, resulta sumamente complejo y que no se puede ni analizar ni resolver desde la simplificación y la improvisación. Un problema en cuya resolución entran en juego los valores. Por eso, lejos de intentar hacer aquí una descalificación de nadie, quiero apelar a la necesidad de comprometerse en análisis serios de la realidad para, a partir de ahí, diseñar políticas también serias que tengan en cuenta todas las facetas y todos los enfoques posibles del mismo.

Es todo por ahora. Buenas tardes y hasta la próxima.



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