miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un cóctel agridulce

Alivio, perplejidad e irritación. Son tres componentes del cóctel de sensaciones con el que sospecho que muchos hemos vivido el desenlace del secuestro del pesquero Alakrana en el día de ayer. Al menos es mi cóctel y el que dejan entrever algunos comentarios que me he tomado la molestia de leer en la prensa de hoy. Me explicaré por partes:


Alivio

No creo que haya nadie con tan malas entrañas que no deseara que este secuestro terminara con la liberación de todos los tripulantes y pescadores del Alakrana. Y si hubiere habido algún partidario de soluciones que pusieran en riesgo sus vidas, lo estaría haciendo con tan mala conciencia que ni siquiera se habría atrevido a proponerlo abiertamente. Lo más que se ha podido ver al respecto han sido algunas muy veladas insinuaciones de difícil interpretación. Lo cierto es que la práctica totalidad -al menos eso creo- de quienes hemos seguido con preocupación el secuestro hemos sentido un gran alivio por las propias víctimas del mismo, lo marineros, y por sus familiares y amigos. Al fin y al cabo la pérdida de vidas humanas hubiera sido seguramente lo único irreparable. De ahí que todo el mundo se congratule por ello y creo que sinceramente y no por una cuestión de imagen.


Perplejidad

La perplejidad es el segundo ingrediente del cóctel. Y no tiene que ver con el hecho en sí de que la liberación del pesquero haya sido el resultado del pago de un rescate . Al fin y al cabo es como suelen terminar la mayoría de los secuestros sin víctimas, y ahí está, sin ir más lejos, el precedente del Playa de Bakio. La perplejidad se debe sobre todo al revestimiento informativo con que el gobierno nos ha obsequiado, empezando por el presidente, continuando con la vicepresidenta y terminando con los otros dos ministros implicados (exteriores y defensa) en esa “célula de crisis” un tanto marxiana (con perdón del siempre brillante Groucho).

No puede ser que se presente como un éxito la solución de un secuestro previo pago de una cuantiosa suma (la más alta hasta ahora en el secuestro de un pesquero), es decir con una victoria en toda regla de los secuestradores. Estamos dispuestos a ser generosos con nuestros gobernantes y aceptar que el valor supremo de la vida sirva como justificante. Pero resulta bochornoso que, en lugar de aceptar con humildad que no se ha podido solucionar de otro modo sin riesgo de poner en juego la vida de los pescadores, se pretenda presentarnos la solución como el resultado de una esforzada y maravillosa gestión llevada a cabo por los responsables de la diplomacia, la justicia y el ejército; y todo ello en el marco del más escrupuloso “respeto a la legalidad”. La cuestión al final es mucho más sencilla y no requiere ni tanto esfuerzo ni tanta astucia: los secuestradores han pedido un rescate, se les ha pagado y han liberado el barco. Por si esto fuera poco, en el entreacto se ha enredado el asunto con el apresamiento de dos piratas y la desafotunadísima gestión del mismo, con un peloteo infumable entre la fiscalía y los jueces, entre unos jueces y otros.


Irritación

La irritación deriva del hecho de que, con su actitud al presentar así las cosas, parece que nuestro gobierno, con el presidente a la cabeza, nos toma por imbéciles pensando que sus explicaciones pueden resultar convincentes. Podemos entender y entendemos las grandes dificultades que plantea abordar un secuestro como éste desde la loable decisión de salvaguardar la vida de los secuestrados. Por lo mismo entenderíamos muy bien que nuestro presidente, en lugar de sacar pecho, hubiera salido revestido de humildad, a expresarnos su satisfacción por la salvaguarda de las vidas, e inmediatamente a reconocer que siente la frustración de no haberlo podido hacer sin pagar rescate, deteniendo a los secuestradores y poniéndolos a disposición de la justicia.

De haber sido así el alivio que sentimos, habría mezclado bien con la comprensión y hasta la disculpa. Pero tal y como han ido las cosas, y muy a pesar nuestro, el alivio por la libertad de los secuestrados combina perfectamente, en un cóctel de sabor agridulce, con nuestra perplejidad por las explicaciones y la irritación por pretender que seamos tan imbéciles que comulguemos con ruedas de molino.

Buenos días y hasta la próxima


2 comentarios:

marilen dijo...

Hay mucho que desconozco, por no decir que estoy "pez" en estos temas de como negociar los secuestros. Ante todo, a mí me parece que se ha tardado en exceso en solucionar el problema. Pero resulta que hoy he escuchado que hay un barco, no recuerdo que bandera lleva, que hace unos 6 meses que está secuestrado, con lo que me hace pensar que no será tan facíl solucionar estos problemas.
Por otro lado, creo que de humildad estamos todos bastante exentos. Tambien me hago otra pregunta: Somos 44 millones de ciudadanos en España. Todos somos "listisimos", entonces ¿Por qué dejamos que los únicos "imbeciles" que hay en el pais, nos gobiernen?
Y para terminar. Que yo sepa no se puede decir, por que es ilegal hacerlo, que se ha pagado el rescate en un secuestro.
A mí como ciudadana de a pié, no me gustan muchas cosas de las que están ocurriendo, pero creo que en muchos casos se es excesivamente exigente. Tambien sé que nuestros gobernantes tienen la obligación de hacer las cosas bien, pero ¿todo lo hacen tan mal?
Un saludo y buen día
Mª Elena

Francisco Gómez Rodriíguez dijo...

1º. Con seguridad no es fácil solucionar un secuestro cuando no se está dispuesto a pagar el rescate que exigen los secuestradores y parece que hay algunos países que, por lo que sea, o no están dispuestos a pagar o pretenden regatear con los secuestradores. Ello explica probablmente la tardanza en resolver algunos casos. Ahora bien, si se está por pagar, no parece que se justifique tanto el retraso.

2º. Reconocer que uno no está en condiciones de resolver un problema de la forma más deseable. A veces uno tiene que aceptar que ha de elegir la fórmula que le parece menos mala. El error es intentar hacerla pasar por buena y vanagloriarse de ella.

3º. Es muy probable que la mayoría de la población asume como un mal menor el pago de un rescate si se trata de salvar vidas, incluso si ello es ilegal. Lo que no parece de recibo es que, después de pagar, se presuma de haber resuleto el problema de la mano de la ley.

4º. No creo que de lo dicho en esta entrada se derive que en ella se atribuye la categoría de imbéciles a los que gobiernan. Lo que sí se dice es que no es de recibo que nos consideren imbéciles a los demás presentando como un gran éxito una gestión del secuestro que, como mínimo podemos considerar discutible.El problema no es de imbecilidad, es de inmodestia y de falta de humildad.

5º. Nadie dice que los que nos gobiernan todo lo hagan mal. Aquí ni siquiera se hace una crítica a la fórmula de solución de este secuestro, sino al intento de darnos gato por liebre, atribuyendose el mérito de una victoria que sobre todo lo es de los secuestradores.