martes, 8 de diciembre de 2009

J.K. Galbraith: viejas citas, admiración permanente

Si tuviera que destacar unas pocas lecturas entre el conjunto de las realizadas a lo largo de mi vida hay una que ocuparía entre ellas un lugar destacado. Se trata de “La era de la incertidumbre”, una obra escrita por John Kenneth Galbraith. Aunque es de mediados de los setenta, sigue teniendo vigencia. Su origen está en una serie de divulgación económica para televisión que le encargó la BBC. Quizás por ello añade cercanía y claridad a la ya habitual frescura, profundidad y agudeza de los análisis económicos característicos de este autor estadounidense de origen canadiense (Ontario 1908 – Cambridge, Massachusetts 2006), profesor de Harvard y gran amigo y colaborador del presidente Kennedy. (Una breve información adicional sobre su vida y obra puede encontrarse en

http://es.wikipedia.org/wiki/John_Kenneth_Galbraith ).

Después de tenerlo bastantes años olvidado en las estanterías de mi cuarto de trabajo, he vuelto a repasar algunos de sus capítulos más interesantes y me he ido tropezando con algunas frases que subrayé hace años en sucesivas lecturas. Lo curioso es que he encontrado, sin sorpresa alguna, que la mayoría siguen teniendo la misma actualidad y el mismo interés que me hizo destacarlas en su día. Es más reconozco en algunas de ellas una clara contribución a la formación de mi propio pensamiento. Como expresión de ese reconocimiento me voy a permitir recoger en esta entrada una selección que me apetece compartir. Es ésta:

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Cuando las cosas son simples hay que evitar el hacerlas complicadas; hay otras maneras de demostrar la sutileza mental”


No puedo estar más de acuerdo aunque asumo que no siempre resulta fácil hacerlo para quienes no tenemos la sutileza y la brillantez de Galbraith. Por otro lado la frase del autor me ha hecho pensar en otra que podría añadirse y que, sin duda, también corresponde con su pensamiento. No en vano sería la correlativa de la anterior: “Cuando las cosas son complejas hay que evitar análisis simples: sólo pueden entenderse si se tiene en cuenta su complejidad”.

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La gente tiende siempre a defender lo que tiene y a justificar lo que quiere tener. Y su tendencia es considerar justas las ideas que sirven a tal objeto. Las ideas pueden ser superiores al interés creado, pero, muy a menudo, son también fruto de este interés”


Una verdad de ayer, de hoy y seguramente de mañana. ¿Quién no intenta buscar alguna teoría que justifique sus comportamientos por criticables que parezcan?

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Los privilegiados están dispuestos a correr el riesgo de la destrucción total, antes de renunciar a cualquier parte material de sus ventajas”


Si alguien intenta buscar excepciones concretas comprobará lo difícil que resulta encontrarlas. Y, aun si las encuentra, habrá podido comprobar el carácter de excepción que confirma la regla.

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En pocas cosas de la vida hay un abismo tan grande como el que media entre una seca y antiséptica declaración política, hecha por un hombre elocuente en una tranquila oficina, y lo que ocurre a la gente cuando aquélla se pone en práctica”


Quede constancia que Galbraith sabía muy bien de que hablaba, por economista y por político. Y tampoco hace falta ser un lince para pensar en cómo determinadas decisiones de política económica pueden afectar y afectan hoy a las vidas de multitud de ciudadanos.

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Yo opino que si el hombre está lo bastante preocupado por ganar dinero, su comportamiento reflejará esta preocupación, y será aproximadamente el mismo en cualquier tiempo o lugar. Por sentido moral, por precaución o por conciencia -Mencken dijo una vez que la conciencia es”la voz interior que nos advierte de que alguien puede estar mirando”-, la mayoría permanecerá lógicamente dentro de la ley. Pero una minoría bastante estable se verá impulsada a traspasar la frontera de la bellaquería declarada”


A la vista de los comportamientos de muchos de nuestros políticos y de las prácticas de la banca que han desembocado en la crisis actual, creo que Galbraith resulta un tanto benévolo. Los que traspasan la frontera son seguramente más de los que él apunta. Y me temo, siguiendo a Mencken, que a muchos de los que no lo hacen no se lo impide la conciencia moral, sino la sospecha de que alguien puede estar mirando y pillarlos con las manos en la masa.

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En 1933, la Gran Depresión era la mayor fuente de angustia. El presidente Hoover no era tonto... pero no supo enfrentarse directamente con el desastre económico de su tiempo. Reiteradamente dijo a los ciudadanos que la crisis había terminado; pero éstos sabían que no era así”


¿A qué me suena esto? …... Sin comentarios.


Roosevelt, en su discurso inaugural y en la legislación de los cien primeros días de su mandato, no dejó lugar a dudas. Dedicaría todas sus energías a remediar la miseria económica de aquellos días. La preocupación de la gente era su preocupación. Haría cuanto pudiese hacer. No prometía más”


También sobra cualquier comentario. Basta comparar.


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Y hasta aquí mi particular homenaje a Jonh Kenneth Galbraith, un hombre clarividente y comprometido con su tiempo.

Buenos días y hasta la próxima


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