viernes, 11 de diciembre de 2009

A propósito del comunicado de la sección Magreb de Al Qaeda

Voy a tomar como pretexto para esta reflexión un extracto del comunicado de Al Qaeda en el que reivindicaba recientemente el secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania. Su lectura, aparte de resultar ilustrativa en sí misma invita a pensar un poco sobre él para ir a continuación un poco más allá.

El comunicado dice, entre otras cosas, lo siguiente:

Nos enfrentamos a vuestros ataques para ayudar a nuestros prisioneros torturados en vuestras cárceles...... les decimos a los cruzados y a todo aquel de vosotros que no cejaremos en nuestro empeño de combatiros y mataros …. en el nombre del Dios único, el que les da la victoria a sus siervos y soldados”.

En un momento en que los cruzados continúan con su guerra total contra el islam y los musulmanes en todas las partes del mundo, con la masacre de inocentes y la ocupación de nuestras tierras, con el pisoteo de lo más sagrado que tenemos y el apoyo a sus protegidos, que cometen injusticias todos los días, nuestros muyahidin continúan, gracias a Dios, con su lucha contra esta alianza satánica y combatiendo a todos los que participan en ella y a todos los que nos matan en todas partes en defensa de nuestra nación islámica”.

La retórica utilizada tiene mucho en común con la empleada, con más o menos fundamento, por cualquiera que, a continuación, se propone agredir de forma violenta a quien considera su rival o su enemigo. El esquema es muy parecido independientemente del contexto en el que la rivalidad o la enemistad tenga lugar. Primero me declaro víctima de la “perversidad” de mi enemigo para convencerme a mi mismo y para intentar hacer ver a los demás que mi prevista respuesta será justa, por muy dura que pueda llegar a parecer.

Ahora bien, si además encuentro una idea fuerte, que me sirva como banderín de enganche para convencer a otros y sumar adeptos a mi causa, tanto mejor. Si detrás de la idea existe además un lider carismático que la soporta mejor aún. Y si esta idea llega a ser percibida como una verdad suprema, única e incontestable por presentarse avalada por la autoridad divina, al afán de venganza inducido por el victimismo, al romanticismo susceptible de ser generado por la defensa de una idea, y a la posible atracción carismática de un líder, viene a añadirse la seguridad en la posesión de la verdad que caracteriza a los fanatísmos de cualquier género, esos fanatismos de distinto signo que han sido responsables de las mayores atrocidades a lo largo de la historia.

Por eso, al hacer un juicio severo del planteamiento que subyace en ese comunicado, lleno de victimismo – no entraré ahora a dilucidar sobre sus posibles fundamentos- y de apelaciones retóricas a la divinidad para justificar el secuestro y la muerte de los “infieles”, no me limitaré a expresar la desazón y el rechazo frontal que me provoca este hecho concreto, que son ciertamente muy grandes. Quiero hacer extensiva mi aversión más radical a cualquier tipo de fanatismo de los muchos que a lo largo de la historia han existido y, desafortunadamente, siguen existiendo.

Por eso me despido hoy con un brindis por la duda y por la tolerancia.



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