lunes, 23 de noviembre de 2009

La educación en crisis

Acabo de leer un artículo muy sugerente de Eduardo Punset en el que defiende que, entre todas las actividades sociales, la que experimenta hoy una crisis más profunda es la educación. Llega a afirmar que es la educación “la que menos está respondiendo a las exigencias de las sociedades modernas”. Si esto último fuera cierto -y no dudo de que en gran parte lo es- no habría más remedio que reconocer la necesidad de una profunda transformación de cara al próximo futuro. No en vano pensamos que uno de las objetivos fundamentales de la educación consiste en acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes en el desarrollo de su capacidad para vivir como ciudadanos activos, responsables, y participativos en la sociedad de la que forman parte. Si resulta que uno de los rasgos más obvios de la sociedad actual es el cambio continuo y acelerado, una educación que no se adapte a las exigencias de los ritmos de ese cambio es una educación en crisis profunda.

Y el hecho es que nuestra sociedad se va haciendo cada vez más compleja, interdependiente y globalizada. En ella los flujos se multiplican, la percepción de la desigualdad entre los más ricos y los más pobres se hace más palpable, la convivencia entre culturas diversas plantea nuevos y complejos problemas y muchos de los valores tradicionales han entrado en una profunda crisis, a veces para bien y otras no tanto. Y, por si fuera poco, resulta que la acumulación histórica del conocimiento obliga a plantearse la difícil negociación entre la especialización necesaria y el trabajo de actitudes y competencias generales, absolutamente imprescindibles para el desarrollo de la capacidad para aprender con autonomía, comunicarse y convivir con los demás (personas y grupos).

En este contexto se pregunta Punset cuál será la misión de los sistemas educativos en el futuro. Una pregunta del todo pertinente a la que da, en mi modesta opinión, una respuesta también pertinente aunque parcial, seguramente por poner el énfasis en algo que sin duda es muy importante. Dice textualmente que “ los esfuerzos venideros en materia educativa apuntarán a reformar los corazones de la infancia y la juventud, olvidados por la obsesión exclusiva en los contenidos académicos”. Y no puedo estar más de acuerdo. Sólo que el que haya que potenciar este aspecto no es razón para negar, como el hace (probablemente por enfatizar), la importancia que deberá seguir teniendo como objetivo el ayudar a “pertrechar sus mentes” para abordar con solvencia el análisis riguroso y crítico de la sociedad en que les toca vivir, para hacerlo de una manera más consciente, más participativa y, en definitiva más humana. Inevitablemente eso habrá de hacerse trabajando sobre unos contenidos académicos muy bien seleccionados y que deberán irse adaptando necesariamente a las nuevas circunstancias de un mundo en cambio continuo y a ritmo acelerado.

Más allá de esta reflexión crítica quiero manifestar mi total acuerdo en la importancia de apuntar a la reforma de los corazones de la infancia y la juventud. Y también en que para ello, en nuestra sociedad de hoy, hay que trabajar en dos objetivos: uno “ aprender a gestionar la diversidad de las aulas modernas, a las que ha cambiado profundamente su cariz la globalización”; otro “ fomentar el aprendizaje de las emociones positivas y negativas, que son comunes a todos los individuos y previas a los contenidos académicos, es decir, aprender a gestionar lo que nos es común a todos”. Se trataría, por un lado, de “fomentar la inteligencia social y no sólo la individual, hacer que sirva para concatenar cerebros dispares y distintos, tomando buena nota de sus diferencias étnicas, culturales y sociales”; y, por otro, de “ enseñar a los jóvenes a gestionar la rabia, la pena, la agresividad, la sorpresa, la felicidad, la envidia, el desprecio, la ansiedad, el asco o la sorpresa”.

Está claro que añadir estos objetivos a la tarea de educar, además de los otros que también tiene y que no pueden menospreciarse, convierte la profesión de maestro en una profesión que, según el propio Punset, “lejos de ser liviana, ... tendrá un contenido más profesional y complejo que cualquier otra”.

Desde mi particular dedicación de más de treinta años a la educación quiero aprovechar esta reflexión de hoy, hecha al hilo del artículo de Punset, para alentar los maestros a trabajar con empeño en el logro de estos objetivos, para dejar constancia de mi reconocimiento y aprecio personal a los maestros que he tenido, y también para felicitar a todos los maestros, en particular a quienes han sido alumnos míos, con motivo de la celebración el próximo día 27 del día del maestro.

Con mi felicitación, un abrazo y hasta la próxima


Nota: Para quien tenga interés en leer el artículo de referencia, aquí dejo la dirección en la que puede encontrarlo:

http://www.eduardpunset.es/2225/general/la-crisis-de-fondo-esta-en-la-educacion


1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo contigo. Gracias por la reflexión, por el ánimo y por la felicitación.
Isabel